Por Gerardo Fumero Paniagua
Parte de la Historia patria se re-escribe, a partir del libro El lado oculto del Presidente Mora, del Sr. Armando Vargas Araya. Obra extraordinaria, fruto de 40 a�os de investigaci�n en dos continentes: Am�rica y Europa, con 200 fuentes de informaci�n primarias y 300 secundarias, pone en su verdadera dimensi�n, lo que para el costarricense promedio -hasta ahora- hab�a sido una gesta heroica con alcances centroamericanos. Nos documenta y descubre don Armando -sin embargo- las dimensiones universales de aquella epopeya, que concluye con la rendici�n de las tropas filibusteras -invasoras-, al mando de William Walker, el 1� de mayo de 1857, y a la cual concurren las potencias del mundo, en defensa de sus propios intereses econ�micos y estrat�gicos en la regi�n.
En 1853, un peri�dico de Philadelphia comenta: “Los Estados Unidos limitan al este con el sol naciente, al oeste con el sol poniente, al norte con el �rtico y al sur tan lejos como nos de la gana”. El presidente norteamericano, James Buchanan, en su discurso inaugural el 4 de marzo de 1857 manifiesta: “Sin duda el destino de nuestra raza es expandirse sobre todo el continente norteamericano, relativamente pronto si se permite que los eventos tomen su curso natural”.
Entre 1848 y 1860, los EE. UU. duplican su extensi�n territorial, mucho a costa del vecino pa�s del sur -M�xico- lo que exacerba la fiebre expansionista norteamericana. Se organizan expediciones filibusteras a la Amazonia, Hawai, Irlanda, Santo Domingo, etc., no solo a Centroam�rica.
Por otra parte, de 1848 a 1869, m�s de 80.000 viajeros usan la v�a del r�o San Juan para trasladarse entre New York y California, lo cual comprueba que una v�a interoce�nica cobraba desde entonces, la trascendencia que hoy tiene el Canal de Panam�.
En el mundo, la Guerra de Crimea, (sur de Ucrania), entre el Imperio Ruso y la alianza del Reino Unido, el de Piamonte-Cerde�a y los Imperios Franc�s y Otomano (1853-1856), es el contexto b�lico que caracterizaba un mundo en proceso de ajustes. EE. UU., aliado de Rusia en aquel conflicto, que finalmente claudica, aprovecha que los brit�nicos est�n ocupados en ella, para empujar su agenda expansionista. Washington amenaza con anexarse Centroam�rica si los brit�nicos usan el Protectorado de la Mosquitia (en la costa de Honduras y Nicaragua), como plataforma de dominaci�n sobre el istmo y exige de los brit�nicos absoluta neutralidad en el Continente americano, a cambio de no interferir en Crimea, pero en cambio Walker cont� no solo con el apoyo de empresarios y capitalistas, sino del mismo gobierno del presidente Pierce. El Canciller norteamericano -Marcy- lleg� a expresar en 1856, que la expedici�n parec�a m�s una empresa pac�fica de agricultores, mineros y comerciantes, y protest� por la ejecuci�n de 19 prisioneros de guerra despu�s de la primera derrota de Walker, en 1856, calificando el acto de escandalosa barbarie, a la vez que recomend� la expulsi�n del embajador de Costa Rica, el Sr. Molina, por representar a un gobierno indigno de aparecer entre las naciones civilizadas.
Don Armando nos revela una dimensi�n verdaderamente oculta de los hechos, al igual que se ocult� por siglo y medio, el rol protag�nico del Presidente Juan Rafael Mora Porras, y las dimensiones de su extraordinaria estatura de estadista, al extremo de que las atrocidades que se cometen previo a su fusilamiento en Puntarenas, se conocieron m�s en el extranjero que en nuestro propio pa�s. Su ejecuci�n estremeci� la opini�n p�blica en el Reino Unido, Espa�a, Francia, los EE. UU., Panam� y El Salvador.
Luego de la primera derrota, Walker logra, mediante fraude, hacerse elegir Presidente Constitucional de Nicaragua, se juramenta, hace su discurso inaugural y dicta leyes en ingl�s, idioma que oficializa. Brasil, Espa�a, Francia y el Reino Unido protestan por el reconocimiento del presidente de los EE. UU. a la dictadura filibustera. En la Am�rica de habla hispana se genera un sentimiento de temor y en consecuencia de uni�n, para defenderse de la expansi�n del Norte, procurando contener la invasi�n en Centroam�rica y previniendo que el efecto domin� pudiera llegar hasta el Sur. Se fraguan una serie de Tratados, como el de la “Uni�n” y el de la “Confederaci�n”, en los cuales destaca la participaci�n de varios pa�ses, pero en mucho impulsados por la ofensiva diplom�tica de Costa Rica en Suram�rica. Un historiador y pol�tico chileno, manifiesta que estos tratados son consecuencia de las invasiones filibusteras en Centroam�rica y alaba las proyecciones continentales que la bravura costarricense irradia en todas las direcciones de la fraternidad hispanoamericana.
Costa Rica, sin propon�rselo, traza la l�nea sur del expansionismo norteamericano de aquella �poca. Otra, muy diferente, habr�a sido no solo la historia, sino el idioma, la religi�n y la cultura del Continente de origen hispano, que a partir de la invasi�n a Centroam�rica se llamar� Am�rica Latina, para diferenciarla de la Am�rica Sajona. La historia ciertamente habr�a cambiado de no haber sido por la claridad de las ideas, y el coraje, la valent�a, la dignidad y la consciencia patria, arraigadas en el coraz�n del presidente Juan Rafael Mora Porras y de muchos de sus compatriotas. Pero no todos lo apoyaron y m�s bien quienes defend�an intereses anexionistas -nunca desaparecidos- finalmente logran que Mora, el costarricense m�s destacado del siglo XIX -el mejor estadista de nuestra historia, padre de nuestra democracia, se�ala Vargas- termine fusilado el 30 de septiembre de 1860, el ajusticiamiento m�s vil e infame de nuestra historia.
Mora, ya derrocado, fue tentado por el poder de Norteam�rica, por el mismo Presidente Buchanan, en la propia Casa Blanca, ofreci�ndole liderar una futura Federaci�n Centroamericana, a lo cual respondi� que Centroam�rica ganar�a mucho, pero que Costa Rica lo perder�a todo.
El aporte hist�rico de esta obra, no solo es un legado al pa�s, sino al continente americano e incluso de trascendencia mundial, por lo que debe ser valorada en su verdadera dimensi�n, pues rescata en sus p�ginas, mucho del escenario costarricense, centroamericano, latinoamericano y mundial, de una d�cada de historia, de mediados del siglo XIX, uno de los periodos m�s cr�ticos, pero m�s gloriosos, de nuestra historia como naci�n libre y soberana.
Las grandes culturas hacen extraordinarios esfuerzos por trasmitir su historia a los suyos -quien olvida su pasado no sabe quien es, ni hacia donde avanzar-.
La Patria debe agradecer a Don Armando, el rescate de nuestras ra�ces, nuestros valores patrios, el poner en perspectiva nuestros ideales de paz, libertad y democracia, conquistados con sangre, para que podamos valorarlos y defenderlos, como lo hicieron los grandes hombres de nuestra historia.
Espero que el Ministerio de Educaci�n P�blica incorpore esta obra a la lista de lecturas obligadas, de modo que todo costarricense, antes de concluir sus estudios secundarios, necesariamente la hubiera le�do, por su inconmensurable valor hist�rico, cultural y patri�tico.
Columnista huésped | 18 de Mayo 2007
1 Comentarios
Gerardo; muy buen comentario a la obra de Armando, y coincido con tu utopia, que sea texto en secundaria. Deber�a ser profusamente le�da en estos d�as aciagos, donde para algunos ser competitivos es ser igual que los dem�s, aprobar tratados a lo loco, ser como raymundo y todo el mundo, mientras el rancho internamente est� ardiendo.