Por Juan Rafael Quesada C., historiador
El a�o pasado y este corresponden al sesquicentenario de la Campa�a Nacional o guerra contra los filibusteros. Y aunque la mayor�a de los costarricenses no est� enterado de esta conmemoraci�n –o no ha sido enterada–, y el mutismo de las m�s altas autoridades del pa�s sobre ese hecho sorprende y crea razonables suspicacias, la aparici�n del libro de Armando Vargas Araya, El lado oculto del presidente Mora: resonancias de la Guerra Patria contra el filibusterismo de los Estados Unidos (1850-1860), es un hecho destacad�simo en la vida acad�mica del pa�s. Es un manantial de memoria que, como otras producciones intelectuales, debe permear a toda la poblaci�n costarricense, la cual debe abrevar en esa fuente y as� revitalizar su conciencia nacional, porque la naci�n es siempre una realidad que necesita ser alimentada constantemente –de lo contrario puede perecer–.
Resulta imperativo destacar que la primera parte del titulo del libro, podr�a inducir a pensar que se trata de una obra sobre los aspectos negativos del personaje hist�rico que fue Juan Rafael Mora Porras. Eso obedece a una estrategia del autor destinada a captar la atenci�n del p�blico, pues en nuestra Tiquicia la pr�ctica del choteo es tan fuerte, que en algunos aspectos tiende a la desvalorizaci�n de las virtudes que leg�timamente nos caracterizan como sociedad. As�, sobre Juan Santamar�a se han tejido chistes injuriosos y hasta se ha llegado a dudar de su existencia. En el caso de Mora Porras, aunque gran parte de la poblaci�n, lo mismo que diplom�ticos y viajeros de ese entonces, ten�an un concepto muy positivo de �l, en tanto que ser humano y gobernante, sus enemigos –un sector de la �lite cafetalera, que hasta colabor� con William Walker–, para justificar su asesinato, se dedic� a denigrarlo sin piedad, llegando al colmo de calificarlo de “filibustero de la peor ley”. Lo mas grave es que todav�a hoy, bajo el ropaje de “nuevos enfoques“ sobre la Campa�a Nacional, algunos se han ufanado en lanzar “mugre” contra el gobernante costarricense que, a decir de un historiador nicarag�ense, fue uno de los “dos h�roes (el otro fue Jos� Mar�a Ca�as) a quienes Centro Am�rica debe su salvaci�n del filibusterismo”.
En realidad, de los diecis�is cap�tulos que componen la obra, unos pocos se refieren a aspectos personales o a la administraci�n de Juan Rafael Mora. Nada de “ficciones” ni de ditirambos sobre Mora Porras, pero s�, como afirma en el pr�logo Rodolfo Cerdas, “amor por el personaje, sus aportes, fortalezas y debilidades”. Una visi�n interna de la guerra contra los filibusteros es presentada a trav�s de la descripci�n del ej�rcito y su preparaci�n para la defensa de la soberan�a nacional, lo mismo que por medio del an�lisis de la coyuntura pol�tica y social del periodo estudiado. Esto permite comprender que los “cr�menes de Estado” perpetrados contra Mora y Ca�as no obedecieron fundamentalmente a un conflicto pol�tico personal, sino que detr�s de ese homicidio hay un tel�n de fondo m�s profundo: la creaci�n del Banco Nacional.
El grueso de la obra de Vargas Araya, cabe insistir, se centra, como lo sugiere la segunda parte del titulo del libro, en las implicaciones externas de la guerra contra los filibusteros, que el autor prefiere llamar Guerra Patria antes que Campa�a Nacional, t�rminos que, en nuestro criterio son complementarios, pues as� la llamaron los contempor�neos de esa gesta heroica. Adem�s, ellos vieron en esa epopeya la defensa no de una localidad o regi�n, sino de la sociedad como un todo, que desde la independencia hab�a adquirido los atributos de naci�n moderna. As�, fundamentado en un robusto apoyo documental, producto de una paciente labor en archivos y hemerotecas y en un ampl�simo acervo bibliogr�fico, se presentan los conflictos y hasta solidaridades suscitados entre las potencias de entonces por el dominio del istmo centroamericano.
El lado oculto del Presidente Mora muestra y demuestra, de manera tan contundente, que solo los necios podr�an en adelante cuestionar, que el llamado “proyecto de William Walker” no obedec�a a una simple aventura. �l fue, en verdad, “un accidente en una estrategia, de grandes proporciones, pero igual pudo ser cualquier individuo”, digamos un Smith o un Brown (apellidos muy corrientes en Estados Unidos). William Walker fue extremadamente peligroso, porque como lo dec�an hace 150 a�os las mentes m�s preclaras de la “Am�rica nuestra”, la de Mart�, �l representaba las ideas del “destino manifesto”. Queda claro con la lectura de esta investigaci�n, que Walker no era un simple escalador social y pol�tico, ni lleg� a Nicaragua porque lo invitaron. �Acaso los mexicanos hab�an invitado a los Estados Unidos a apoderarse de casi la mitad de su territorio?
Porque la “peste del filibusterismo” desatada por la guerra contra M�xico ya hab�a estremecido a todo el continente, en el contexto de la guerra contra los filibusteros surgieron varias iniciativas de alianza defensiva dentro de la “familia hispanoamericana”, lo que dio origen a varios tratados continentales y a la convocatoria de un Congreso Iberoamericano en San Jos�. Todo ello motivado por el “miedo a Walker”, como lo expresaba el chileno Benjam�n Vicu�a Mackenna. Lo anterior evidencia que los grandes latinoamericanos de esa �poca ten�an muy claro que “Walker es la invasi�n, Walker son los Estados Unidos” como lo sentenciaba el tambi�n chileno Francisco Bilbao. En el libro tambi�n se documenta que la lucha entre David y Goliat tuvo un importante matiz cultural, pues fue vivida como un enfrentamiento entre la Am�rica anglosajona, normanda o teut�nica, y la Am�rica espa�ola, la cual, en el fragor del combate fue denominada latina; esa es una se�a colectiva de identidad que nos distingue hasta el presente, “lema doctrinario de resistencia al expansionismo de Estados Unidos”.
En suma, el libro de Armando Vargas Araya, en vista de su orientaci�n metodol�gica, tal vez pueda suscitar recelos entre ciertos historiadores de profesi�n, entre la comunidad de toga y birrete. Pero en esa obra el costarricense en general, y el estudiante de historia, de grado o postgrado, en particular, no encontrar� “ni invenciones, ni constructos, ni artefactos”. Hallar�, eso s�, una lecci�n de lo que es investigaci�n, es decir, creaci�n de conocimiento nuevo, el cual se produce �nicamente tras una paciente y prolongada labor en los archivos, en los “graneros del historiador”, como po�ticamente los llamaba el maestro franc�s Marc Bloch.
�Gracias, Armando, por este enorme aporte a la identidad latinoamericana!
Columnista huésped | 22 de Abril 2007
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