Por Arnoldo Mora
Con mucha pena y ninguna gloria, se acaba de celebrar (?) en la provinciana y anodina ciudad mexicana de Campeche una cumbre m�s de jefes de Estado del llamado Plan Pueblo-Panam�, que hoy abarca hasta la poco mesoamericana pero s� muy convulsionada Colombia, cuya presencia, airadamente cuestionada por el ausente Daniel Ortega, se convirti� en centro de controversia m�s que de complacencia de ese languideciente concili�bulo. Daba la impresi�n de que un Campeche, acordonado por la polic�a ante el temor de que el eco de las airadas voces de protesta de los campesinos hiriera los t�mpanos de los hu�spedes, fue para el flamante Plan Puebla-Panam� lo que hace un par de a�os fue Mar del Plata para el ALCA. Los jefes de Estado centroamericanos, que llegaron con una sonrisa de Pascua, terminaron con cara de Viernes Santo.
La explicaci�n de ese notorio y brusco cambio de actitud se debe a las nuevas condiciones geopol�ticas imperantes en la regi�n y en el mundo. El Plan Puebla-Panam�, al igual que los TLC para los pa�ses de Centro Am�rica, responde a dos l�gicas pol�ticas diferentes seg�n se les mire desde Washington o desde estos pa�ses que componen el tradicional “traspatio” del Imperio. En la d�cada de los 80 Reagan, con tanta crudeza como sinceridad, dijo que Panam� era la cuarta frontera de Estados Unidos. Por eso, el T�o Sam considera a los pa�ses de la regi�n como condados subdesarrollados al Sur de Texas. El extender el “plan” a la Colombia de un Uribe, cuyo gobierno es cada vez m�s cuestionado por los jueces que lo ven como aliado de paramilitares lombrosianos, refleja tan solo la reacci�n desesperada de Bush ante la galopante p�rdida de influencia de Washington en los pa�ses de Am�rica del Sur, a pesar de los coqueteos de un Lula que, por hacer concesiones a la derecha, est� perdiendo aceleradamente el apoyo de una izquierda que ha sido su tradicional base de sustentaci�n.
En conclusi�n, la l�gica de Washington, como toda l�gica imperial, obedece a criterios predominantemente geopol�ticos. Por el contrario, los gobiernos de la regi�n y las oligarqu�as que por m�todos nada democr�ticos los han impuesto, buscan consolidar su tradicional alianza estrat�gica con la potencia del Norte, sin la cual su obsoleta hegemon�a se derrumbar� m�s temprano que tarde de manera inexorable.
Pero ambas estrategias est�n condenadas al fracaso. En cuanto a Bush, es evidente que est� en el ocaso de su poder. Hoy los dem�cratas e, incluso, algunos sectores republicanos, haci�ndose eco de un creciente y beligerante clamor popular, son los que llevan la voz cantante. Bush est� perdiendo para el Imperio el Sur de Am�rica; m�s a�n, est� a punto de perder lo que Teddy Roosevelt hace ya m�s de un siglo hab�a conquistado, el Caribe. Desafiantes, el bolivariano Ch�vez y un Fidel que con los a�os ha logrado acrecentar su influencia en la escena regional y mundial, est�n demostrando que el Caribe ya no es m�s un lago americano.
Para la real vigencia del Plan Puebla-Panam�, era fundamental saber la posici�n que asumiera el nuevo gobernante de M�xico, el pa�s latino m�s influyente de la regi�n. Pero, �qu� hizo Calder�n en Campeche? Desair� a Bush por haber construido un gigantesco y odioso muro en la frontera Norte a fin de acercarse a su fuerte oposici�n interna, con lo que, de paso, les gui�� un ojo a Cuba y a Venezuela, mientras que a los presidencillos de la regi�n les hizo… �la se�al de Aquileo!
(La Rep�blica)
Columnista huésped | 18 de Abril 2007
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