Por Rolando Araya Monge
Ante el impacto que le produjo el informe del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Clim�tico, con m�s de 2.500 cient�ficos de 130 pa�ses, Jacques Chirac, presidente de Francia, de probada alcurnia conservadora, dijo: “Ha llegado el momento de que se produzca una revoluci�n, la revoluci�n de la conciencia, la revoluci�n de la econom�a, la revoluci�n de la actuaci�n pol�tica”. El informe Stern, el documental de Al Gore y la publicaci�n de The Observer, de Londres, sobre una investigaci�n ordenada por el Pent�gono, precedieron este �ltimo anuncio, todos con proyecciones alarmantes sobre el calentamiento global, cuyos efectos ya hemos empezado a ver.
Incapaces de so�ar con algo mejor, y habiendo puesto a las ideolog�as progresistas en la hoguera del fundamentalismo de mercado, y acabar de incinerar as� los restos de la izquierda revolucionaria, en lugar de construir altares para nuevas vocaciones ut�picas, nos aprestamos a encarar la posibilidad de una cat�strofe ambiental. Casi no hubo ascensos en las condiciones de vida en 8.000 a�os, desde el inicio de la era agr�cola. Y no habr�a sido la industrializaci�n ni el capitalismo ni la globalizaci�n reciente, montada sobre una relampagueante revoluci�n tecnol�gica, la raz�n de semejante aumento de la poblaci�n mundial y del consumo, como ha ocurrido en los �ltimos dos siglos, sino por haber contado con los combustibles f�siles como fuente energ�tica, y multiplicar as� la capacidad del ser humano para extraer riqueza y saquear la naturaleza. El petr�leo, m�s que la ideolog�a, explica la expansi�n reciente.
La historia conocida es el recuento de nuestras luchas por el poder y, seg�n Nietzsche, el eje de la cultura ha sido, justamente, la voluntad de poder. El escenario de combate de los �ltimos tiempos ha sido el economicismo, la econom�a como centro del quehacer humano jugando un nuevo evento de nuestras luchas por poder. Con los grandes avances desde los albores de la modernidad, la tecnolog�a le disputa el trono de la civilizaci�n a la religi�n y un materialismo rampante domina la mente moderna. Pero la seducci�n por la materia se ha convertido en el mayor espejismo. Cuanto m�s se tiene, m�s se desea. En una dance macabre, bajo los efectos de un adictivo hedonismo consumista, guiados por la codicia como el valor fundamental, avanzamos hacia uno de los mayores peligros de todos los tiempos. Pronto, no contar�n tanto el progreso, el crecimiento o el desarrollo, ni siquiera las moment�neas discusiones sobre los efectos del libre comercio, pues las circunstancias nos abocar�n a salvar la Tierra y a la humanidad de amenazantes cataclismos.
El cambio clim�tico y el fin de la era de los combustibles f�siles se impondr�n en la agenda mundial. Al Gore se�al� que estamos ante una emergencia planetaria. �Y cu�l ser� la alternativa? �Una nueva ideolog�a? M�s que eso. Ser� un cambio de cosmovisi�n, de paradigma, una nueva econom�a y una nueva pol�tica. Como ya hemos dicho, no se trata de cambiar de barco, es cuesti�n de cambiar de oc�ano.
Despu�s de haber pasado por etapas m�s primitivas, la mente humana evolucion� hasta la era de la raz�n. Parad�jicamente, en el cenit del conocimiento, el homo demens se impone al homo sapiens. La destrucci�n de los recursos naturales, la guerra, la miseria y la desigualdad nos muestran ya sus secuelas. Sin embargo, como dec�a Teilhard de Chardin, el siguiente paso evolutivo se dar� en la conciencia humana, pues m�s all� de la era de la raz�n, hay otros estadios mentales. Millones de seres humanos, seg�n estudios, han empezado a vivir una especie de era ecol�gica, con abundancia s�, pero m�s frugal, m�s amorosa, menos jerarquizada y –obvio–, m�s ligada a la naturaleza.
Esto abre grandes horizontes para Costa Rica, que rinde culto a su riqueza natural, con sus pol�ticas de conservaci�n. El pa�s podr�a encontrarse en el umbral de una conciencia ecol�gica. El Minae ha puesto la meta de convertirnos en un pa�s neutro en producci�n de carbono. �Gran ejemplo! Peque�a en territorio y poblaci�n, Costa Rica podr�a alcanzar m�s prosperidad, equidad y libertad si decide ofrecerse como modelo del paradigma ecol�gico, como una nueva gran Arca de No�, como la primera Rep�blica Verde del mundo, y dise�ar otra estrategia para acometer los problemas de hoy. Biodiversidad, energ�a renovable, excelencia educativa, culto reverente a la verdad y la profundizaci�n de la democracia, podr�an ser algunos componentes de esa estrategia, y tambi�n la contribuci�n costarricense a la revoluci�n de la conciencia propuesta por Chirac, la cual pareciera ser el ineludible salto cu�ntico de la civilizaci�n. Costa Rica no necesita entregar su c�dula de identidad como naci�n para subsistir en el �mbito global. Tenemos de sobra de qu� vivir y c�mo dar nuestro solidario aporte a la humanidad.
(La Naci�n)
Columnista huésped | 28 de Abril 2007
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