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Ignominia patria

Columnista huésped | 11 de Abril 2007

• Don Juanito decidi� entregarse para salvar a sus correligionarios del cadalso

Por Tom�s F. Arias Castro, abogado ([email protected])

Al conmemorar hoy una de nuestras efem�rides m�s gloriosas, como lo fue la jornada �pica del 11 de abril en la ciudad de Rivas, en la que con la tea de un tamborcillo alajuelense conquistaron tus hijos, labriegos sencillos, eterno prestigio, estima y honor, debemos reflexionar acerca del destino tr�gico de las dos principales figuras que dirigieron a nuestras huestes, tanto en esta batalla aprilia en particular como en la Campa�a Nacional en general: el presidente don Juan Rafael Mora Porras y el general Jos� Mar�a Ca�as Escamilla.

As�, como si de las elucubraciones tr�gicas de Esquilo surgiese, y despu�s de dar a Costa Rica su p�gina m�s brillante , don Juanito fue arrestado a las 3:30 a. m. del 14 de agosto de 1859, cuando el militar Sotero Rodr�guez lo detuvo por �rdenes del coronel Lorenzo Salazar (comandante del Cuartel de Artiller�a) y el mayor M�ximo Blanco (comandante del Cuartel Principal), los cuales decretaron el t�rmino de su mandato, el nombramiento del Dr. Jos� M. Montealegre F. como presidente provisorio y el extra�amiento de Mora del territorio nacional junto al general Ca�as E. y su hermano el general Jos� J. Mora Porras (estos �ltimos, �mulos en 1856 y 1857 de Milc�ades en Marat�n, Le�nidas en Term�pilas y An�bal en Cannas), decreto infausto que se cumpli� el 19 de agosto, cuando partieron a El Salvador, a bordo del barco “Guatemala”.

En septiembre de 1860 y ante el clamor de cientos de ciudadanos, don Juanito, su hermano y Ca�as prepararon una revuelta para recuperar el poder, pero sus detalles fueron revelados, por un acto de traici�n, a don Vicente Aguilar C. (enemigo ac�rrimo de Mora y secretario de Hacienda y Guerra), quien orden� el env�o de un contingente militar a Puntarenas (lugar de inicio de la revuelta), comandado por el general M�ximo Blanco, don Francisco Montealegre (primer designado del gobierno) y don Francisco M. Iglesias (secretario de Relaciones Exteriores).

En nuestra perla del Pac�fico y ante la superioridad de las tropas de Gobierno, casi todos los hombres de Mora fueron masacrados, teniendo don Juanito que refugiarse en la casa del c�nsul ingl�s Richard Farrer y el general Ca�as en el consulado de Colombia. Ello hizo que el ministro Iglesias enviase una misiva a Mora, en la que le promet�a:La vida de U. salva de la muerte a muchos de los suyos (…) si U. se presenta (…) ser� ejecutado tres horas despu�s, los dem�s se salvar�n y tendr�n gracia”.

Ante ello, don Juanito , en un acto que termin� de revestirlo de gloria, decidi� entregarse para salvar a sus pocos correligionarios del cadalso, siendo condenado por un Consejo de Guerra integrado por el general Blanco, el general Florentino Alfaro, el coronel Pedro Garc�a y los ya mencionados Montealegre e Iglesias (estos �ltimos tres designados como generales ad hoc). As�, el domingo 30 de septiembre de 1860, a las 3:00 p. m. y en un sitio del estero conocido como Los Jobos, don Juanito fue fusilado por un pelot�n, cuyos integrantes, seg�n los testimonios, lloraban amargamente al disparar sus armas.

Pero como las palabras suelen ser tan ef�meras como las intenciones, la promesa hecha a Mora fue incumplida, pues un consejo de Gobierno, encabezado por el presidente Montealegre y el secretario Aguilar, decidi� la ejecuci�n del general Ca�as, siendo que a las 9 a. m. del 2 de octubre de 1860 y en el mismo lugar de la execrable muerte de Mora, se rindi� “tributo y agradecimiento” al glorioso militar, fusil�ndosele de la manera m�s vergonzosa.

Hoy, se yergue en el sitio del cuasimagnicidio un monumento (erigido en la administraci�n Tinoco Granados, el 8 de diciembre de 1918) en la esquina sur-oeste de la llamadaPlaza Mora y Ca�as, que, a pesar de su abandonado y lamentable estado, invita a reflexionar acerca de la impronta indeleble de estos dos pr�ceres, a los cuales Costa Rica debe y deber� tanto y cuyos decesos ocupan la p�gina m�s ignominiosa de nuestra historia patria.

(La Naci�n)

Columnista huésped | 11 de Abril 2007

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