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Chisporroteos

Alberto F. Cañas | 18 de Abril 2007

En estas �ltimas semanas, en que se ha conmemorado el centenario del nacimiento de don Chico Orlich, fue frecuente escuchar el nombre de Guillermo Castro Echeverr�a.

No era un pol�tico, aunque participaba activamente en hechos pol�ticos, en campa�as electorales y en general en las actividades iniciales del Partido Liberaci�n Nacional. Pero don Chico Orlich sab�a conocer a la gente y ten�a una intuici�n brutal para encontrar a las personas que en cada caso se necesitaban.

As� fue como, cuando el 19 de marzo de 1963 erupt� en ceniza el volc�n Iraz� y empez� una verdadera emergencia nacional, el Presidente Orlich llam� a Guillermo Castro y puso en sus manos, en calidad de Gobernador, la ciudad de San Jos�, o sea la labor �mproba de cuidarla, de mantenerla limpia, transitable y habitable. Se convirti� as� en lo que hasta la prensa llam� “el Gobernador de la Ceniza”.

La colaboraci�n entre Castro y Jorge Manuel Dengo, que tuvo a su cargo otros aspectos de la emergencia como la inundaci�n de Taras (escribo basado en mi memoria), fue uno de los momentos m�s notables de la funci�n p�blica en Costa Rica, y una de las decisiones m�s significativas y aplaudidas de don Chico. El propio Guillermo Castro recogi� sus experiencias en un peque�o y valioso libro titulado Ceniza, que public� en 1977.

Y esto me lleva a una faceta de Guillermo Castro Echeverr�a que mucha gente ignora, y es su condici�n de escritor. Pocos saben que se incorpor� al ej�rcito norteamericano como voluntario durante la Segunda Guerra Mundial, y que le toc� participar en la espantosa y sangrienta batalla de Iwo Jima; de todo ello sali� con un trauma que le tom� a�os superar pero tambi�n con un libro de relatos que titul� Al Final del Arco Iris, que tuvo excelente acogida y luego fue re-editado por la Euned en su colecci�n de Vieja y Nueva Narrativa Costarricense.

Posteriormente public� otro libro de cr�nicas josefinas: Soda Palace, para dedicarse luego a la genealog�a (Ancestros), a la historia (Cartago, G�nesis de una Naci�n), y a una especie de autobiograf�a concentrada sobre momentos dif�ciles de su juventud (Su Norte es el Sur), que conforman as� la obra de un verdadero escritor.

Fui su amigo desde que al salir de la adolescencia nos conocimos en Cartago, ciudad donde �l viv�a y que yo sol�a visitar. Esa amistad fue fomentada por nuestras madres ya que la suya hab�a sido disc�pula de la m�a en lo que es hoy la Escuela Per�, y manten�an una relaci�n cordial�sima. Fuimos, as�, camaradas de fiestas, de parrandas, de noches sabadiles, durante mucho tiempo, puesto que �l se instal� en San Jos� (en la tertulia, barra o huelga del Petit Trianon) poco tiempo despu�s, y, por si fuera poco, entabl� una linda relaci�n de amistad con la que fue mi esposa. Seguimos as�, amigos de toda la vida, hasta que la semana pasada, una enfermedad cruel por larga termin� por llev�rselo, y por disminuir as�, como viene ocurriendo continuamente, el �mbito de la m�a. A todo esto hay que agregar su hombr�a de bien, su cordialidad, su amor por Costa Rica… y muchas otras cosas m�s.

(La Rep�blica)

Alberto F. Cañas | 18 de Abril 2007

1 Comentarios

* #1679 el 19 de Abril 2007 a las 10:59 AM Ana Laura Egloff dijo:

Muchas gracias a Don Alberto por escribir tan bien de mi abuelo. Mi abuelo era un persona muy querida, durante la semana pasada centenares de gente se han hecho presentes en nuestras vidas, demostrandonos cari�o y apoyo. De todo corazon y de parte de mi familia les agradezco por las muestras de carino hacia nosotros.

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