De ni�o, por la fuerte formaci�n cat�lica recibida en mi hogar y escuela, aprend� que, entre los varios centenares de d�as que componen el a�o, hab�a unos denominados “de guardar” o, lo que es lo mismo, d�as de precepto, pues por mandato eclesi�stico no se debe trabajar y hay que asistir a misa.
Pienso que, por analog�a, hay d�as de tan profundo significado y valor en la historia patria en los que, siendo de asueto, uno debe, en serena reflexi�n e �ntima cavilaci�n con la propia conciencia, de manera laica, confesarse y comulgar con la patria: en sus actitudes ante sus familiares, amigos, vecinos, alumnos y conciudadanos con quienes conformamos una colectividad, compartiendo ra�ces, traves�as vitales, anhelos de construcci�n de un mejor mundo de convivencia, tanto en relaci�n con todos estos semejantes, como en el afecto y respeto por la maravillosa naturaleza que nos circunda.
Y, entonces, �qu� mejores d�as para hacer esto que esas tres fechas esplendorosas que fueran signadas por aquel peque�o pero corajudo ej�rcito que, quiz�s sin prever del todo las poderosas y perdurables consecuencias de sus valientes acciones, supo librarnos a tiempo del yugo imperial y esclavista? S�, verdaderos d�as de guardar: 20 DE MARZO, 11 DE ABRIL y 1� DE MAYO, escritos todos as�, en may�sculas completas, porque tambi�n may�scula fue su haza�a.
Pero lo cierto es que a algunos -de manera inconfesa-, esas fechas no les agradan y les incomodan. �Qui�nes son? Pues los leg�timos herederos ideol�gicos de quienes se opusieron desde siempre a enfrentarse al invasor William Walker. Primero, tratando de proteger sus bienes econ�micos, e incluso previendo articularse con otras oligarqu�as vecinas y con poderosos intereses en los EE.UU. en sus negocios cafetaleros -en un notorio paralelismo con el actual tratado de libre comercio (TLC), como lo han explicitado algunos historiadores-, recomendaron pactar con Walker.
Pero don Juanito, siendo uno de los dos hombres m�s ricos del pa�s -exportador de caf� y comerciante de telas y otros bienes-, por lo que se beneficiar�a de dicho pacto, antepuso su esp�ritu de genuino patriota, previendo que ese era el inicio de la venta del alma al diablo. Sin duda que habr�a abundancia para �l y otros cafetaleros, pero a la vez se compromet�a el destino de esa colectividad humana que ten�a apenas 35 a�os de saber lo que era la independencia pol�tica y econ�mica, y avanzaba pujante en su desarrollo, gracias al caf�. Y, para ni siquiera dejar asomo de duda, cuando en febrero de 1856 Louis Schlessinger -emisario de Walker- lleg� a Puntarenas, don Juanito pidi� al gobernador Rudecindo Guardia sacarlo de inmediato del pa�s. �Qu� mal ejemplo para los gobernantes acostumbrados a doblar la cerviz o agacharse!
Y, peor a�n, �ese desatino de llamar a las armas para defender la Am�rica Central invadida! �Qu� imprudencia y falta de tacto! Temerosos por sus cuentas, interrogaron: “�Con qu� plata?”. Y don Juanito responder�a de inmediato: “Con la de todos”, y estableci� un empr�stito o pr�stamo obligatorio para quienes m�s dinero pose�an. Lo aceptaron a rega�adientes pero, una vez iniciada la guerra libertaria, no desistieron de desestabilizar a don Juanito -a�n cuando �l estaba jefeando nuestras tropas en el propio frente de batalla-, sentados en sus c�modos sillones, desde la capital.
Despu�s, el tr�gico saldo de 500 muertos y 300 heridos del 11 de abril en Rivas -causante de tremendo dolor en sus familias que anhelaban el regreso a sus hogares-, a lo cual se sumar�a el p�nico causado por el devastador c�lera, fueron el caldo de cultivo para, gracias al descontento popular, darle un golpe de estado, lo cual pudo ser detectado y abortado oportunamente.
Tendr�an que esperar, pero lo hicieron y, nom�s reelecto por tercera vez, por fin le dieron el ansiado golpe el 14 de agosto de 1859 y deportaron a don Juanito. Y, un a�o despu�s, el 30 de setiembre, lo matar�an, incluso faltando a la promesa de que, si �l se entregaba y aceptaba ser fusilado, no matar�an a nadie m�s.
Con su fusilamiento, m�s la vulgar intenci�n de lanzar los restos de don Juanito al mar, para que los tiburones los consumieran, el gobierno del torvo Jos� Mar�a Montealegre acentu� la persecuci�n de los colaboradores y familiares inmediatos de don Juanito y procedi� a cumplir lo anhelado: borrar para siempre de la memoria colectiva su ejemplo, as� como de todo lo que represent� la Campa�a Nacional. Y, s�, los relegaron al olvido.
Pero, como las verdades y el alma popular son inmortales e inocultables, encarnando todos nuestros h�roes y hero�nas de la Campa�a unos 30 a�os despu�s emerger�an desde los mohosos s�tanos del olvido oficial, Juan Santamar�a, don Juanito, Jos� Mar�a Ca�as y Pancha Carrasco. Ser�an los pol�ticos liberales de entonces los que, sabiendo justipreciar su ejemplo, en 1891 colocaron al ignorado erizo Santamar�a en su estatua, y en 1895 a todas las rep�blicas centroamericanas -representadas por mujeres- en el majestuoso Monumento Nacional; la peque�a imagen de la plaza Mora y Ca�as, en Puntarenas, as� como la estatua de don Juanito, debieron esperar un tiempo m�s. Pero, m�s que su iconograf�a, lo m�s importante es que nuestra Campa�a fue revivida con el establecimiento del 11 de Abril como d�a feriado y su celebraci�n en nuestros centros educativos.
No obstante, tristemente, dicha celebraci�n ha menguado con los a�os o se le ha manipulado o desnaturalizado, como lo demuestra en detalle el reciente y valioso libro Historia del 11 de abril: Juan Santamar�a, entre el pasado y el presente (1915-2006), del historiador David D�az. En particular, me llam� la atenci�n el contexto de la fecha del centenario de la Campa�a, pues coincidi� con tiempos aciagos para la patria, cuando estaban abiertas y dolientes las heridas derivadas de la guerra civil de 1948, sumadas a las de la invasi�n de 1955. Como irrefutable testimonio, el 10 de abril de 1955 se devel� una placa que, con las palabras “El que con aviesa intenci�n invade Costa Rica, de Santa Rosa no pasa”, de Francisco Orlich, en ese sitio de batallas recurrentes.
Despu�s de tan tirante coyuntura, la celebraci�n del 11 de Abril (pues la de la batalla de Santa Rosa el 20 de marzo y la rendici�n de Walker el 1� de mayo por lo general pasan totalmente inadvertidas, a pesar de su inmenso y singular contenido) cay� en el marasmo, la amnesia y la indolencia, sobre todo de parte de las autoridades gubernamentales. Y as�, tanto el a�o pasado -cuando celebramos el inicio del 150 aniversario de la Campa�a, que culminar�a un a�o despu�s con la rendici�n de Walker- como ahora, los gobiernos de Pacheco y Arias han tenido una actitud deste�ida y sospechosamente olvidadiza, apuntalada por el Movimiento Libertario, oficioso aliado de ayer y de hoy, que por cierto debiera llamarse libertino y no libertario, pues esta �ltima es una palabra pre�ada de hondura patri�tica, lo cual su ideolog�a mercantilista le impedir�a comprender a sus miembros.
Y, en ese contexto, el cl�max fue su propuesta de promover fines de semana largos y as�, fomentar el turismo local (La Naci�n, 31-III-05), que desplaz� al 11 de Abril junto con otros tres feriados para lunes absurdos. Ahora, si dentro de medio siglo alguien realizara un estudio como el de D�az, se tendr� que consignar que en los a�os 2006 y 2007, gracias a la burda iniciativa de los libertinos, y - l�ase bien- con el apoyo de diputados de todos los dem�s partidos, se convirti� al 11 de Abril en un d�a para archivar y no para guardar, como deber�a ser.
�Una verg�enza y un insulto para la memoria de nuestros valientes h�roes y hero�nas! As� consta en nuestros anales hist�ricos, y eso ya no lo puede borrar nadie.
Luko Hilje | 19 de Abril 2007
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