Por Hilda Chen Apuy Una barca espera de este lado del r�o desde el momento en que nac�. El r�o de la vida fluye a veces tranquilo, y a veces tumultuoso para luego serenarse. Cada persona tiene su propia barca que la espera a lo largo del tiempo. En alg�n momento, cumplida la misi�n para la cual se nos dio esta vida, se nos llamar� para abordar nuestra barca y cruzar a la otra orilla.
En el tiempo que nos toca estar aqu� nos cargamos de tantas cosas que alg�n d�a tendremos que abandonar. Habremos creado lazos afectivos, amores, amistades, y, quiz�s tambi�n animosidades, y en el peor de los casos hasta enemigos. Trabajaremos cada d�a disfrutando o no la labor que realizamos. Tendremos momentos de alegr�a, de felicidad, de des�nimo, y hasta de tristeza. D�a a d�a nos llenaremos las manos con las acciones realizadas en beneficio de los dem�s, y luego dejaremos esos bienes para aligerar nuestro equipaje.
La vida del ser humano fluye como el r�o que habremos de cruzar. Mientras eso sucede, nuestra barca espera.
Muchas veces he pensado en las curiosidades del destino de cada persona. Me pregunto por qu� la misi�n de algunos es m�s f�cil, m�s tranquila, m�s feliz; en cambio hay seres para los cuales el camino a recorrer es duro, lleno de obst�culos, de sufrimientos, de fracasos. Esa inc�gnita de por qu� la injusticia en este mundo, la pobreza o la miseria extrema, azotan a algunas personas y por qu� para otras la vida es f�cil desde su nacimiento, no tiene una respuesta f�cil.
Quiz�s por eso pensadores, religiones y cient�ficos sociales crean diversas teor�as sin que lleguen a dar una respuesta definitiva que sea satisfactoria para todos.
Cuando se han vivido muchos a�os, como es mi caso, las preguntas sobre el sentido del destino humano y sus respuestas pueden ser la explicaci�n a lo que nos inquieta. Llegar al final de la vida permite la reflexi�n serena o produce la angustia existencial. En mi caso, he optado por la primera, y s� que el camino hacia mi barca para cruzar a la otra orilla, deber ser ir desprendi�ndome del lastre que es la atadura hacia cosas materiales o mentales que hacen inc�modo el camino. Cuando todo lo que estorbe al caminante desaparezca, aparecer� la alegr�a de abordar nuestra barca sin pesares y sin amarguras. Entonces habremos encontrado la libertad plena y as� podremos repetir como en la vieja ense�anza de la filosof�a india, los versos que dicen:
“Gu�ame de lo irreal a lo real, de la oscuridad a la luz, de la muerte a la inmortalidad.”
(La Prensa Libre)
Columnista huésped | 12 de Marzo 2007
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