Por Jos� Luis Callaci
Se ha escrito y dicho tanto, sobre lo negativo del Tratado de Libre Comercio que, para los que creemos tener claro la cat�strofe social que se avecina y los efectos perniciosos que este tendr�a para nuestra soberan�a en caso de ser aprobado, nos resulta un tanto dif�cil seguir opinando sin caer en odiosas repeticiones.
Sin embargo de todo lo le�do, actuado y aprendido surgen nuevas conclusiones. Se arriba a s�ntesis de argumentos que ayudan a discernir sobre lo que es mejor para Costa Rica: aprobar un mal llamado Tratado de Libre Comercio con los Estados Unidos, en que la contraparte de la gran potencia extranjera lo condiciona a la realizaci�n de profundos cambios estructurales en nuestro orden jur�dico institucional, o rechazarlo.
Independientemente de las diferentes valoraciones e interpretaciones que se le dan a los contenidos de los voluminosos y enciclop�dicos tomos que lo conforman, llama poderosamente la atenci�n la conducta asumida por sus negociadores y defensores a ultranza, la cual se limita al uso de millonarios recursos – �salidos de donde? – para explicar su conveniencia. Por medio de campa�as medi�ticas y alienantes, plagadas de superficialidades y gruesas mentiras se insiste en la urgencia de su aprobaci�n.
Quienes a rajatabla defienden el Tratado han venido eludiendo la confrontaci�n de ideas y el di�logo democr�tico. Se impide, al igual que en las dictaduras, la discusi�n, serena y reposada, a la manera costarricense, sobre algo que alterar�, de manera significativa nuestro Estado Social de Derecho. Da la impresi�n que no se dispone de argumentos para demostrarle a un pueblo educado que las imposiciones desde afuera, son buenas y necesarias.
Los ap�stoles del TLC, inclinados m�s a vencer con la aritm�tica circunstancial usando patra�as y manipulaciones, que a convencer, omiten referirse a ese gran salto, que tendr� que dar el pa�s en el corto tiempo para eliminar las asimetr�as y poder competir con las abismales diferencias econ�micas, tecnol�gicas y los proteccionismos de un poder imperial que exige reformas pol�ticas e institucionales profundas sin ofrecer nada similar a cambio.
El aceptar que elevar nuestras capacidades es una condici�n sine qua non para enfrentar con �xito las duras reglas de un mercado, cada vez m�s globalizado y competitivo, �significa tambi�n que tengamos que desnaturalizar a las instituciones p�blicas, que brindan servicios estrat�gicos, y que son pilares de un sistema social, solidario y democr�tico, construido con sangre y sacrificios por varias generaciones de costarricenses? �Qu� tengamos que abrirle las puertas de par en par a modernos Ulises con sus caballos de Troya, las transnacionales?
�Acaso nuestras instituciones, que son parte de un proyecto pol�tico y social para beneficio de las grandes mayor�as, fueron concebidas para competir con la empresa privada? Hoy algunos de los defensores del TLC se rasgan las vestiduras hablando sobre la necesidad de crear una banca de desarrollo. �Que iron�a! Son los mismos que ayer aplaudieron la apertura para que la banca nacional de desarrollo se desnaturalizara al ponerla a competir con la banca lucrativa privada. Ahora resulta que nos hace falta una banca de desarrollo. �Hip�critas!
No nos imaginamos a un Instituto Costarricense de Electricidad compitiendo exitosamente con las transnacionales manteniendo a la vez los subsidios de solidaridad para que todos los habitantes tengan acceso a los servicios que la instituci�n brinda. Ni a un Instituto Nacional de Seguros sosteniendo su amplia cobertura, el mejor cuerpo de bomberos de Am�rica Latina, uno, si no el �nico, de los m�s modernos centros de rehabilitaci�n que existe en el mundo y otros servicios sociales que hoy tratan de eliminar para allanarle el paso a la privatizaci�n. O la pervivencia de unos servicios de salud y educaci�n, sin parang�n en toda la Am�rica Latina salvo en Cuba, si pasara este TLC.
Los d�biles argumentos pro TLC rayan en el rid�culo, ofenden la inteligencia y hieren la sensibilidad de un pueblo que ha sabido construir, un modelo de sociedad emblem�tica, ejemplo para otras naciones de una Am�rica Latina sufrida que hoy decide transitar caminos abiertos por sabios conductores costarricenses que interpretando los signos de los tiempos supieron responder a los anhelos de su pueblo; que reacciona siempre a tiempo y sale airoso, cuando sus conquistas se han visto amenazadas en encrucijadas hist�ricas similares a la actual. Si se cometiera el error de aprobar este TLC Costa Rica se convertir� en algo diferente, para mal, y no para bien.
Nos alienta saber que el grito que surge desde alma adentro de la Patria herida se oye, cada vez con mayor fuerza, desde el sur del R�o Bravo hasta la Patagonia. Un grito costarricense que dejar� atr�s la ef�mera historia de codicia y felon�a de unos pocos. Mientras tanto, entre tanta preocupaci�n e incertidumbre hay buenas noticias. Los medios informativos acaban de anunciar que el se�or Ministro de la Presidencia, despu�s de una intervenci�n quir�rgica, desayun� bien. �Albricias!
Columnista huésped | 17 de Marzo 2007
1 Comentarios
Profundamente impresionada por la falta de debate acerca de algo tan trascendental como la aprobaci�n de un TLC en una naci�n como Costa Rica, ejemplo de respeto a las libertades y a la democracia, es que deseo sumar mi voz para recordarles que en mi pa�s, Argentina, sufrimos en los 90’s la aplicaci�n de pol�ticas que dejaron al pa�s literalmente “en llamas” (diciembre de 2001).
Si bien no se trat� declaradamente de un TLC, la apertura indiscriminada de la econom�a (en un solo sentido) produjo las ya archiconocidas consecuencias de desocupaci�n, extinci�n de las industrias nacionales y con ello mucho dolor para la mayor�a de los ciudadanos.
Quiera Dios que se imponga la cordura y que los costarricenses puedan evitar que se les imponga un modo de vida contrario a su idiosincrasia.