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Debravo, inmortal

Luko Hilje | 8 de Marzo 2007

S�, ya son cuatro decenios desde aquel infausto 4 de agosto de 1967. Pero, de tan amado que fue y contin�a siendo, Jorge Debravo nunca muri�. Y lo hab�a anunciado con claridad meridiana, al decirnos: “Y le he dicho a la muerte que no puede matarme. Y le he dicho a la vida que no puede vencerme”, verso que hoy resalta como epitafio en la sobria tumba que, desde la abrupta ladera donde se ubica el cementerio local, permite contemplar la magnificencia del siempreverde valle en que se asienta la amada Turrialba.

S�, Jorge nunca muri�. Siempre anda por aqu�. De hecho, lo vi el lunes pasado en la gigantesca marcha que, como una marea humana, inund� la capital para defender lo m�s preciado de nuestras ra�ces (desde la profunda resonancia de esas palabras que, en bribri, brotaban tel�ricas de la garganta de un l�der ind�gena) y nuestra nacionalidad, hoy festinadas por muy dudosos intereses. En su codicia y voraz mercantilismo, al alegre consorcio de mercaderes locales y for�neos no le importa entregar y exponer al pa�s a demandas internacionales -que de seguro vendr�an-, en tanto sus bolsillos y cuentas bancarias crezcan de manera exponencial.

Ese hermoso d�a vi a Jorge vestido con camisa morada, asomado por la ventana de ese infatigable autob�s amarillo llamado “La casadora” (as�, con “s”) y portando una pancarta con su verso “Que todos tengan tierra / como tienen el aire”, junto con el tambi�n poeta Jos� Mart� y otros pr�ceres costarricenses y latinoamericanos, quienes se asomaban por otras ventanas. Porque sus versos nunca fueron neutrales, blandengues ni as�pticos, como lo quisieran algunos.

Lo dijo �l muchas veces en sus propios poemas, pero lo dej� a�n m�s claro al se�alar que “no creo en la poes�a por la poes�a, sino en la poes�a por el hombre”, en un texto in�dito que publicara el amigo poeta Erick Gil Salas en su antolog�a Poes�a turrialbe�a (1960-1999). Porque su poes�a tiene olor a tierra feraz, a surcos empapados por sudores dolientes, palpita de humanidad y dudas existenciales, sabe a mujer y erotismo, ruge como r�o de monta�a, corre como potro desbocado. No es poes�a para pusil�nimes ni adocenados, y menos a�n para quienes una y otra vez han manipulado su imagen y sus poemas para fines propios en sus campa�as pol�ticas, de manera burda y ofensiva.

S�, Jorge nunca muri�. �Jam�s! Tan es as� que no hay noche de tertulia, all� en La Feria, en que no hablemos de �l -y es por eso que le llamo Jorge y no Debravo, pues lo siento amigo entra�able-, y sigamos descubriendo facetas inexploradas en su poes�a y su vida. Sobre todo cuando nos han acompa�ado sus compinches Marco Aguilar y Laureano Alb�n. Y, de seguro que ah� estar�a con nosotros -lo imagino tan peque�o como cuando lo conoc�, el 22 de junio de 1966, en un recital en la Sala Enrique Echandi, pero ahora m�s rechoncho y calvo-, departiendo y compartiendo la vendimia que nunca lleg�, segada por ese chofer ebrio que acab� con su vida, con apenas 29 a�os de edad.

Vida realmente ef�mera y fugaz (“poblado estoy de pueblos y crep�sculos”, escribi� una vez �l), �sta se asemej� en hermosura e intensidad a un crep�sculo. Un d�a su padre don Joaqu�n me dijo, con resignaci�n: “�Viera qu� cosa! Es que Jorgito todo lo quer�a hacer r�pido. Yo creo que �l sab�a que iba a morir joven. �Como que le precisaba todo! Y yo pienso que �l dej� hecho todo lo que ten�a que hacer”. Tal vez. Pero, �es que era tanto y tan bueno lo que faltaba por cosechar!

Pues s�, Jorge no ha muerto. �C�mo va a ser! Si ahorita, mientras escribo estas palabras, al fondo escucho sus poderosos y vibrantes versos, declamados por la limpia y envolvente voz de Alvaro Quir�s sobre m�sica cuidadosamente seleccionada por este sensible locutor de m�sica cl�sica en la Radio Universitaria, quien un d�a me llamara a Turrialba para obsequiarme esta joya. Y, adem�s, sus versos nos hab�an acompa�ado hace ya casi 20 a�os, en la ceremonia matrimonial que realiz�ramos bajo un cipr�s, subiendo hacia el Monte de La Cruz, en Heredia, cuando con los acordes de mi sobrina Paula, con Elsa recitamos esos Di�logos de la siembra, plet�ricos de tierra, amor y erotismo.

As� que -perm�tanme decirlo una vez m�s- Jorge no ha muerto, no solo por la contagiante fuerza de su ejemplo y su palabra, sino porque tampoco dejaremos que muera nunca en la memoria de nuestro pueblo, tan suyo. Y cuando digo “dejaremos”, por supuesto que no me refiero solamente a m�, sino a tantas personas que lo admiran y quieren, que me resultar�a imposible citar aqu�.

Como Marco y Erick, as� como don Hern�n Garc�a, quienes con gran afecto no han cesado de divulgar su obra y aportes. Como los hermanos Roberto y Manuel Barahona, que han hecho de La Feria un c�lido espacio para la poes�a y la cultura. Como Rafa Vel�squez y Ramiro Rodr�guez, con su prolija actividad period�stica -incluyendo la cultura, por supuesto- sobre Turrialba. Como Gerardo Fumero y otros empresarios, quienes en un ins�lito y encomiable esfuerzo lograron erigir la grande y hermosa escultura de Jorge -del laureado Edgar Z��iga- en la nueva terminal de autobuses. Como Marvin Oroc� -anterior alcalde-, el promotor cultural Jos� G�mez y tantos colaboradores an�nimos, quienes encontraron el respaldo del amigo Helio Fallas -como ministro de Vivienda en la anterior administraci�n- y de entusiastas funcionarios del IMAS, para dotar de vivienda digna a don Joaqu�n Bravo y do�a Mar�a Cristina Brenes -fallecida el a�o pasado-, padres ejemplares y nobles.

Y, para rematar, estoy seguro de que este del 40 aniversario de su partida ser� un a�o de numerosas actividades conmemorativas, que ya han empezado a perfilarse.

Una, indirecta pero certera, fue el otorgamiento del Premio Mag�n, m�ximo galard�n de nuestra cultura, a Laureano. Y lo es, pues fue Jorge quien, incansable organizador y promotor -con su apoyo y el de Marco- fundar�a el Grupo de Turrialba y despu�s el C�rculo de Poetas Costarricenses, que revolucionar�a el ambiente po�tico nacional.

Otra, de nuestra parte, ser� la publicaci�n de un n�mero monogr�fico de la revista Comunicaci�n, en el cual estamos avanzando junto con Erick, gracias a la gentileza del Instituto Tecnol�gico de Costa Rica. En �l esperamos incluir una amplia entrevista con Marco -que publicamos en forma resumida hace dos a�os-, nuevos an�lisis de la obra de Jorge, testimonios in�ditos de su periplo por P�rez Zeled�n y Naranjo, y otros materiales novedosos.

Asimismo, como grata sorpresa, el amigo Guillermo Chaves Pochet, sacerdote dominico, nos ha informado que, como parte de la inauguraci�n oficial del Centro Cultural Fra. Ang�lico, dedicado a este inusitado fraile y pintor dominico, el s�bado 17 de marzo se rendir� un tributo a Jorge con lectura de poes�a y m�sica -en Calle Fallas, Desamparados-, que culminar� al d�a siguiente con una visita a su tumba, para celebrar su pascua con flores, cantos y poes�a.

Espero estar ah� -como varias veces lo he hecho en silencio- para, entre tanta expresi�n de alegr�a, constatar la certeza del contenido de su epitafio. Y, a la vez, entender a�n mejor aquellos versos de su Balada a la tierra, que dicen “Amo la tierra porque en ella / seremos eternos. / Convertidos en planta, en humus o en dolor, / seguiremos la vida”.

Luko Hilje | 8 de Marzo 2007

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