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Una nueva ciencia econ�mica

Columnista huésped | 1 de Enero 2007

Por Rolando Araya Monge

Las cifras econ�micas y sociales representan una forma parcial de ver la realidad. Unos celebran el crecimiento econ�mico y otros los contrastan con resultados sociales, donde se verifica que el provecho es solo para pocos. Uno de los datos que m�s me ha impactado es el porcentaje que representa actualmente la masa salarial en el producto bruto. En los albores de la globalizaci�n, esa cifra rondaba cerca del 50% en Costa Rica. Esto significa que la suma de lo pagado en salarios era la mitad de la producci�n total. En el 2001, esa cantidad hab�a descendido al 28,37% y en el 2005, todav�a m�s, al 27,14%. Esto es sencillamente escandaloso. Puede argumentarse que creci� la informalidad en la econom�a, pero nunca se podr� negar una verdad irrefutable: el crecimiento econ�mico y el aumento de la productividad se los est�n apropiando unos cuantos. Esto describe descarnadamente lo que pasa en el pa�s y en el mundo, pero siguen tratando de impresionar con fr�os n�meros econ�micos.

Confieso que el art�culo de mi amigo, Jaime Ord��ez, �El dinero no vale (casi) nada�, me provoc� estas reflexiones. En �l, revela interesantes resultados de las investigaciones hechas por el economista costarricense Mariano Rojas, en las cuales descubre que el dinero, la acumulaci�n de riqueza material y cosas parecidas cuentan solo en un 5% como factor para alcanzar la felicidad. El amor, el trabajo placentero y la salud cuentan mucho m�s.

Bastantes pensadores de nuestros tiempos sostienen que la econom�a actual, m�s que una ciencia, es una ideolog�a y parte de premisas equivocadas, como la supuesta �racionalidad� de los actos econ�micos, y la propia idea de que el ser humano es una especie de homo oeconomicus cuya vida gira en torno a su mente econ�mica. El ser humano busca felicidad, y satisfechas las necesidades b�sicas, las cuestiones materiales con que pretende alcanzarla son apenas espejismos. No existe una v�a materialista hacia la felicidad y la plenitud humana. Conceptos como progreso, desarrollo y crecimiento son tan relativos como el continuo espacio-tiempo, que se curva en la cercan�a de grandes estrellas. Esos conceptos tambi�n se curvan ante las culturas y la ra�z espiritual de los pueblos.

�Yo no envidio los goces de Europa�, dice la Patri�tica; y yo tampoco ambiciono los de Chile, con los cuales nos quieren matar de envidia a los costarricenses. De nuevo, las cifras econ�micas por lo general no describen bien la realidad. En Chile, el enorme agujero negro de su desigualdad social se traga todo avance y hasta est� acabando con las pensiones y la seguridad social de su pueblo. Son la educaci�n, la paz, la armon�a, la belleza, la igualdad, la alegr�a, el amor y otros, la causa de la prosperidad, pero esos aspectos tan importantes no figuran en ninguna ecuaci�n econ�mica.

S�, ciertamente, hace falta una nueva ciencia econ�mica. Un financista como George Soros, lejos de ser un socialista, advierte que el fundamentalismo de mercado con que nos quieren subyugar entra�a m�s peligro que el totalitarismo comunista. En realidad, en nombre de conceptos supuestamente cient�ficos y de un economicismo consumista y voraz, se impone una enfermedad de la cultura que est� destruyendo al planeta y se tienta a los pueblos con modelos inservibles, con promesas de empleo y hasta la eliminaci�n de la pobreza.

No es cierto que el crecimiento econ�mico sea la �nica v�a para reducir la pobreza. De hecho, este se puede dar con desigualdades y desempleo. No existe una v�a estrictamente econ�mica para acabar con el hambre y la pobreza, ni tampoco estatista o paternalista. El hambre y la pobreza se acabar�n en el mundo cuando los veamos como la inmoralidad que realmente representan. La corrupci�n no se acabar� con la ley, sino con el culto a la verdad. La cola no mueve al perro ni la calidad de la copa determina la excelencia del vino, como pretende la l�gica del reduccionismo econ�mico y pol�tico. La realidad debe verse desde otros �ngulos.

Fernando Araya escribi� otro art�culo que llam� �Confites en el infierno�, hablando de lo lejano de las cifras econ�micas de las realidades sociales. Y con el gran debate sobre el TLC podemos verlo bien. �Pobres pueblos centroamericanos! Sus TLC no son m�s que confites de sacarina en medio de la borrachera capitalista de sus oligarcas y conducen, adem�s, a la capitulaci�n del Estado democr�tico en favor de la corporatocracia que tambi�n denuncia Soros.

Sabio pueblo el de Costa Rica que resiste la imposici�n del TLC, a pesar de un ataque propagand�stico ni siquiera visto en las viejas dictaduras de Latinoam�rica. Como hemos visto, el cielo no est� en Babilonia y la prosperidad tambi�n tiene amplias dimensiones humanas y espirituales, cuya savia estar�a amenazada por la vor�gine monopol�stica que implica el TLC.

(La Naci�n)

Columnista huésped | 1 de Enero 2007

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