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Antonio Zambrana: m�s all� de la Rep�blica epid�rmica

Columnista huésped | 1 de Enero 2007

Por Pa�l Enrique Benavides V�lchez

A quienes hemos sido lectores del periodista Armando Vargas Araya desde nuestra adolescencia, la nueva y cuidada edici�n de su libro El Doctor Zambrana: Padre y Maestro de la Democracia Republicana Costarricense, 1846-1922, publicado por la Editorial de la Universidad Estatal a Distancia (EUNED, 2006), constituye un enorme gusto y un reto intelectual. Escrita con rigurosidad historiogr�fica, con la prosa elegante y afinada de sus art�culos period�sticos, la obra a lo largo de 500 p�ginas y con un aparato de citas exhaustivo, muestra la presencia y la traves�a intelectual, period�stica y pol�tica de Antonio Zambrana, ilustre cubano trasterrado que vivi� en nuestro pa�s en dos ocasiones, la primera de 1876 a 1882, y la segunda de 1891 a 1911. La obra pone en dimensi�n exacta la afirmaci�n de Don Abelardo Bonilla de que pocos hombres -consideraci�n que inclu�a a nacionales y extranjeros- han ejercido influencia m�s intensa en Costa Rica que este cubano ciertamente excepcional.

Utilizando el g�nero de la biograf�a pol�tica como una forma de comprensi�n de la historia patria, el autor explora y documenta la Costa Rica decimon�nica y patrimonial, con un r�gimen de libertades pol�ticas demeritadas por elecciones de segundo y tercer grado, intervenidas a su antojo por los grupos de poder ligados a la cafetocracia. Una Rep�blica liberal con pocos atributos democr�ticos, serv�a como artificio ret�rico para celebrar los aniversarios de la independencia, pero que carec�a en lo esencial de una cultura c�vica que auspiciara la formaci�n de ciudadanos libres, cultos, capaces de resistirse a la manipulaci�n de la oligarqu�a pol�tica y econ�mica. Poco a poco esta Costa Rica evoluciona de una sociedad anclada en el siglo XIX en su mentalidad y sus h�bitos, a un pa�s que pronto recibir� los aires de las revoluciones y los reformismos de Europa y Am�rica.

En esa etapa de la historia pol�tica, llega a nuestro pa�s el Doctor Zambrana, creyente y auspiciador de la Rep�blica de Cuba, hijo y heredero de la ilustraci�n americana, conocedor al igual que Mart� de la primera Rep�blica espa�ola de 1873; de la Rep�blica Restaurada mexicana (1867-1876) de Benito Ju�rez y Sebasti�n Lerdo de Tejada; y la Republica del �renacimiento americano� que emergiera de la Guerra Civil entre el Sur y el Norte. Lector cuidadoso de los textos republicanos de Bol�var, cuyas referencias inmediatas fueron Rousseau y Montesquieu, ten�a como esencial, al igual que estos, la b�squeda de la virtud c�vica como alma de la Rep�blica. Asumi� los principios republicanos de la igualdad, la libertad, la idea del bien de la comunidad, el concepto del ciudadano activo y participante, ideas que defendi� con altura y vigor period�stico, y que propuso como proyectos de desarrollo nacional.

Su presencia se multiplica como el rico poliedro de una actividad intelectual sin fronteras, capaz de expresarse con soltura y solvencia en la argumentaci�n jur�dica, en la reflexi�n filos�fica y pol�tica, en el Magisterio y en la pedagog�a, en la reflexi�n est�tica en donde fue prominente. Es en el ejercicio period�stico, all� donde su labor es esencial para la vida pol�tica y c�vica de la democracia costarricense. Tuvo clara conciencia de que su aporte a este peque�o pa�s, habr�a sido el ayudar a crear una prensa escrita variada, m�ltiple, democr�tica y s�lida, que tuviera como norte la educaci�n y la conciencia cr�tica de los ciudadanos. Crey� sentidamente en el postulado de Sim�n Rodr�guez, padre espiritual del Libertador: para que hubiese Rep�blica deb�an existir -como condici�n esencial- republicanos que creyeran en ella.

Maestro y forjador de la civilidad, tuvo claro que sin cultura y valores c�vicos no puede haber democracia. Bajo esta ense�a, se dedic� a escribir art�culos y a crear peri�dicos en Nueva York y La Habana. En nuestro pa�s escribi� textos period�sticos en el Heraldo de Costa Rica, de su amigo P�o V�quez, en el Diario del Comercio, en La Patria, y en La Rep�blica. Cre� el peri�dico La Opini�n y dirigi� posteriormente La Prensa Libre. Promotor y forjador de la Academia de Ciencias Sociales, inaugurada en 1876 en San Jos�, a los quince d�as de haber llegado al pa�s, verdadera �gora de formaci�n ciudadana, centro inspirador del esp�ritu cr�tico y la inteligencia consciente de sus alumnos.

Catedr�tico Republicano, r�pidamente cay� en la cuenta de que el liberalismo pol�tico se hab�a quedado en mera entelequia y discursos de plaza p�blica, para delinear en sus aspectos esenciales una democracia social y econ�mica que le diera fundamento: la creaci�n de un banco popular, una federaci�n de municipios, la organizaci�n de los obreros como v�a para garantizar la igualdad jur�dica en la ciudad democr�tica.

Su obra pol�tica y period�stica, por rese�ar solo una veta de su enorme talento, le vino a dar sustancia a la precaria democracia de aquella �poca. Su implacable pluma se dio cuando fue necesario, en la prensa escrita, en sus conferencias y en sus charlas improvisadas en el lugar donde le cogiera la pol�mica o demandaran sus ideas. Poseedor de una capacidad oratoria innata y de una elocuencia de ra�z cubana, eleva la ret�rica en nuestro pa�s a la categor�a de g�nero pol�tico y literario. Con su credo republicano y su lenguaje democr�tico, intent� proveer al liberalismo decimon�nico de uno de sus modos de autocr�tica y duda, creando espacios para la deliberaci�n, el debate y la confrontaci�n p�blica, inusual en un medio dado a la intriga y al lanzamiento de dardos envenenados desde el anonimato. Promueve la dignificaci�n de los desheredados y de los marginados, reivindica los derechos sociales y econ�micos de las clases despose�das, visionario y cultor de lo que luego se llamar�a muchos a�os despu�s, el Estado Social de Derecho.

Da con su palabra y su ejemplo de luchador estoico a la Rep�blica epid�rmica, liberal y burguesa de fines del siglo XIX y de principios del XX, las claves intelectuales y filos�ficas que sirvieran de base a una posible democracia moral por la que siempre luch�. Como se sabe sus esfuerzos no fueron en vano, su legado floreci� en la obra e ideas de muchos patriotas que vinieron luego: Alfredo Gonz�lez Flores, Mario Sancho, Omar Dengo y Brenes Mes�n, por citar s�lo algunas figuras excepcionales como �l.

La obra El Doctor Zambrana del periodista y escritor Armando Vargas Araya, es un texto poli�drico, erudito y singular, necesario para comprender el peso de la ideas y del pensamiento pol�tico en la configuraci�n la democracia costarricense. Con su lectura queda claro que autor es uno de los mayores conocedores costarricenses de las relaciones hist�ricas entre Costa Rica y Cuba. Uno de sus m�ritos entre otros, lo es que la informaci�n contenida en el texto trasciende la cita o el dato historiogr�fico, e indaga con esp�ritu intuitivo la influencia de la �cuban�a� en nuestra historia, esa presencia espiritual, identitaria, cultural, filos�fica y l�dica de Cuba en la cultura costarricense. El libro El Doctor Zambrana es una investigaci�n que permite comprender con mayor claridad este v�nculo esencial.

Un reto intelectual y un enorme gusto para quienes somos sus lectores, nos propone el periodista y escritor Armando Vargas Araya.

Columnista huésped | 1 de Enero 2007

1 Comentarios

* #1155 el 1 de Enero 2007 a las 07:22 PM Ra�l Mar�n dijo:

Las atinadas y muy bien puestas obervaciones del se�or Benavide V�quez hacen, a nuestro juicio, una correcta lectura de la densa, informada y reflexiva obra de don Armando sobre la influencia del Doctor Zambrana en nuestro pa�s; personaje que, yo, abogado e hijo de abogado, lo confieso, apenas alguna vez supe de su existencia, y que hoy me parece imprescindible para entender los caminos de nuestra intelectualidad y de nuestra juricidad como firmes bastiones de la identidad nacional -espejo del ideario latinoamericano que se afianza, como el vino, con el paso del tiempo-.

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