Por Gabriel Vargas Acu�a, catedr�tico ITCR - [email protected]
� La cultura, la tecno-ciencia y la educaci�n no pueden ser tratadas como los tractores, las salchichas o los preservativos. Rigoberto Lanz
Los tratados de libre comercio son manifestaciones caracter�sticas del actual proceso de globalizaci�n. Son la herramienta de trabajo de los globalizadores y el est�ndar para los globalizados. Tienen implicaciones en el campo del comercio internacional, del desarrollo cient�fico y tecnol�gico, en la problem�tica de empleo y de derechos laborales, en el derecho internacional y en la administraci�n p�blica, etc. En las siguientes notas, me limito a un an�lisis somero de estos instrumentos en el campo de la identidad cultural.
Un concepto de identidad cultural
Identidad es la semejanza que tenemos con alguien que comparte nuestro mismo destino. En las ciencias sociales se define la identidad cultural como el sentimiento de pertenencia de los individuos a un grupo. Este sentimiento se concreta en la adherencia de estos a un conjunto concreto de valores �ticos y morales.
Pero la identidad no est� dada de antemano. La identidad se construye, se aprende, evoluciona. No es algo que nace de una vez y para siempre. La identidad es una b�squeda: nuestros valores, nuestros medios de alcanzarlos.
Reivindicar la identidad cultural de una comunidad o de una naci�n busca mantener la distinci�n con la identidad de los otros, de no ser confundidos, de no ser absorbidos por ellos.
En s�ntesis, el papel de la identidad cultural es integrarnos alrededor de un proyecto nacional o comunitario, lo cual no significa exclusi�n de la cultura universal. Jos� Mart�, a finales del siglo antepasado, dijo: �Inj�rtese en nuestras rep�blicas el mundo, pero el tronco debe ser el de nuestras rep�blicas�. Un tropiezo en la b�squeda de identidad, el escepticismo posmoderno Los medios de comunicaci�n, la din�mica de nuestros tiempos, las fracasadas gestiones pol�ticas, nuestra poca fe, nuestro orgullo, nuestra insolente autosuficiencia, nos pueden cegar y hacernos creer que somos pueblos insignificantes, que no tenemos una identidad que reivindicar. Si hay desaliento en nuestras bases, mayor lo hay en nuestras c�pulas. Muchos l�deres consideran que s�lo por la v�a de la autorrealizaci�n individual puede haber �xito y que la �nica funci�n del Estado es dar las condiciones b�sicas para ese efecto. Tales enfoques, a veces denominados posmodernidad o postmateralismo, impulsan principios como los siguientes:
� No existe una conciencia transindividual. La sociedad es simplemente una suma de individualidades. � No tienen sentido las grandes concepciones pol�ticas. Basta con un enfoque pragm�tico en la soluci�n de problemas. � No hay motivo para la ilusi�n y es in�til la b�squeda de reconciliaci�n. � Lo que importa es el instante. Ni hay memoria ni hay proyecto. � Todo vale para todos. S�lo hay una cultura con verdadero futuro: la occidental.
http://www.monografias.com/trabajos14/cambcult/cambcult.shtml
Ante posiciones tan pesimistas, es imposible o in�til entendernos como una naci�n y aceptamos ser una suma de individuos que s�lo tienen que armonizarse lo necesario para subsistir. Tampoco tienen ning�n papel las ideolog�as pol�ticas ni los tratados cient�ficos sobre la sociedad porque en ninguno de ellos se reconoce una soluci�n viable. Bastan, para salir adelante, seg�n estos voceros, dos dioses: el mercado y la tecnolog�a. El mercado resuelve la econom�a, y la tecnolog�a proporciona las condiciones concretas de sobrevivencia.
Si as� lleg�ramos a pensar, creer�amos que las diferencias particulares de los pueblos (costumbres, valores, artes, inclusive lenguas) no contribuyen al desarrollo; que es necesario reconocer la supremac�a de la cultura occidental y plegarse a ella con resignaci�n. Sobra decir que, cuando se reconoce una sola fuente de desarrollo como la denominada cultura occidental, las epopeyas, los h�roes, las virtudes propias de pueblos definidos y de �pocas pret�ritas, pierden sentido y son s�lo nostalgia por superar.
Identidad y globalizaci�n econ�mica
La globalizaci�n econ�mica es, entre otras cosas, una simplificaci�n del mercado: pa�ses especializados en producir y pa�ses especializados en consumir. Los consumidores pagan su consumo dando su mano de obra barata y facilitando sus territorios para la obtenci�n de materias primas.
No obstante, los pa�ses no se resignan f�cilmente a ser s�lo consumidores. Es necesario que quienes dominan el juego impongan sus reglas. Para ello proponen mecanismos extorsivos como los convenios y los tratados. De manera que la globalizaci�n, m�s que una situaci�n pintoresca en la que las culturas del mundo se integran, es en la base un esquema en el que desde un centro se define el funcionamiento socio-econ�mico del mundo. V�anse algunos efectos espec�ficos de la globalizaci�n econ�mica en la identidad.
� La estandarizaci�n de productos y servicios genera poca o nula variaci�n entre los distintos pa�ses o regiones donde se distribuyen. Lo que aqu� hacemos lo pueden hacer en cualquier otro lugar si se trasladan los est�ndares. � La reducci�n de barreras arancelarias genera el consumo masivo de productos y de las pr�cticas que a estos se encuentran asociadas. Juguetean con los mismos artefactos los adultos y ni�os de todas las etnias. � La calidad de la producci�n se afecta porque hay que hacer los productos m�s competitivos con una estrategia de bajos costos. � La creaci�n de grandes corporaciones y la eliminaci�n de las peque�as empresas reduce la variedad de la oferta. Basta con pocos proveedores eficientes.
Por la v�a de la globalizaci�n econ�mica, muchos pa�ses dejan de producir los bienes a los que est�n adaptados y empiezan a producir lo que se les sugiere-impone. Al abandonar los productos, desaparecen las costumbres, tradiciones, saberes que est�n asociados a estos. Asimismo, al adoptarse otras formas de producci�n, generalmente dise�adas en los pa�ses que dominan las relaciones econ�micas, los pa�ses dominados adoptan nuevas formas de ser, nuevos valores, nueva cultura.
http://www.monografias.com/trabajos6/globa/globa.shtml#cap1a
Una amenaza espec�fica para la identidad cultural costarricense: el TLC
El Tratado de Libre Comercio entre la Rep�blica Dominicana, Centroam�rica y los Estados Unidos, como se sabe, es una propuesta de convenio de integraci�n econ�mica entre los pa�ses mencionados, la cual se encuentra ya aprobada en todos los pa�ses se�alados, excepto en Costa Rica. En Costa Rica se encuentra en discusi�n en la Asamblea Legislativa y, con fecha 12 de diciembre de 2006, fue dictaminado en comisi�n. Para febrero 2007 se espera el primer debate, el cual podr�a rechazarlo o aceptarlo como compromiso nacional.
Una revisi�n somera del inmenso texto de m�s de 3000 p�ginas permite observar los siguientes aspectos de forma:
� Documento s�lo disponible en formato PDF (un texto sin posibilidad de intervenci�n). Con un listado de contenidos generales pero sin indicaci�n de p�ginas. � Muy compleja estructura interna del documento. La numeraci�n no es sucesiva y son abrumadoras las notas y los cuadros. � El texto se lee m�s como un manual t�cnico que como un tratado legal. Es decir, es un texto de consulta, no susceptible de una lectura corrida por su extensi�n y por no poder retenerse su secuencia. Las constantes especificaciones t�cnicas (mediante siglas) hacen que deba recurrirse a un glosario.
Con solo ver los aspectos de forma, se nota que el documento es s�lo para entendidos y, propiamente, para equipos de entendidos que lo estudien sistem�ticamente. Con fecha 12 de diciembre 2006, se da cuenta en La Naci�n de la existencia del ASE-TLC (Asociaci�n para el estudio jur�dico del TLC) formado por 50 abogados. Esto demuestra que es un texto muy especializado y lleno de implicaciones diversas. Mediante ese documento se especifica detalladamente una forma de entender la administraci�n p�blica, la producci�n, el gobierno nacional.
Por otra parte, si se pretende analizar algunos aspectos de contenidos, se notan principios como los siguientes:
� Todo puede ser considerado mercanc�a para efectos del tratado: elementos del fondo marino o del espacio extraterrestre, productos convencionales de la industria, desechos o desperdicios, etc. � Los servicios de todo tipo (educaci�n, seguros, comunicaciones, etc.) se plantean como simples productos que pueden ser ofrecidos por cualesquiera de los pa�ses participantes. � Materias primas son, por tanto, las convencionales como metales, telas, cueros, vegetales, etc., y los medios con los que est�n asociados: agua, atm�sfera, espectro electromagn�tico, etc. � La protecci�n de los bienes y servicios producidos y trasegados se concentra especialmente en la propiedad intelectual. Se se�ala un compromiso tan grave con respecto a la propiedad intelectual de las canciones como en lo que tiene que ver con las f�rmulas industriales.
Puede verse con lo se�alado que el tratado es sumamente abarcador y que faculta a los pa�ses participantes para intervenir, por supuesto de acuerdo con su capital y dominio tecnol�gico, en todas las dimensiones de la producci�n y la administraci�n, en el cielo y en la tierra, en los recursos naturales y en la infraestructura, en el gobierno y en la industria, en la investigaci�n y en la producci�n intelectual, de los distintos pa�ses.
Algo sobre otros convenios semejantes e identidad cultural
El proceso de globalizaci�n se ha caracterizado por el planteamiento de mecanismos de integraci�n comercial entre pa�ses. Los ha habido entre pa�ses equivalentes como los europeos, los del Cono Sur, los de Centroam�rica, pero tambi�n entre pa�ses incongruentes como el NAFTA (North American Free Trade Agreement) y el CAFTA (Central America Free Trade Agreement) o TLC y los bilaterales Estados Unidos-Per�, Estados Unidos-Colombia, etc.
En el Foro “Identidad cultural, educaci�n y tratados de libre comercio” se dio la declaraci�n de Cartagena de Indias (mayo 2006).
http://www.voltairenet.org/article121320.html
Consideraron los ministros de educaci�n all� convocados que los tratados que se discuten en Am�rica Latina implican decisiones fundamentales relacionadas con la educaci�n, la cultura, la ciencia y la tecnolog�a en nuestros pa�ses. Se�alan que, aunque esos aspectos no tienen un trato espec�fico dentro de los documentos en an�lisis, se hallan implicados en disposiciones sobre mercados, servicios, inversi�n, compras p�blicas y propiedad intelectual, entre otras.
Expresaron que, al enfocarse la cultura y la educaci�n desde la perspectiva comercial, se produce la p�rdida de su sentido como bienes p�blicos y derechos humanos, se dan condiciones para el despojo de nuestra biodiversidad, el uso indebido del conocimiento tradicional, el distanciamiento de las posibilidades de acceso al conocimiento, el ahondamiento de la brecha digital y la p�rdida irreparable de identidad y diversidad cultural.
Aunque aceptan los ministros de educaci�n que la globalizaci�n es una realidad irreversible en el mundo contempor�neo, estiman fundamental promover la diversidad de las culturas y el di�logo entre ellas, la expresi�n de la propia creatividad frente a la homogenizaci�n, el acceso democr�tico al conocimiento frente a su monopolio, la movilidad de las personas frente a las barreras que excluyen o que estigmatizan.
En s�ntesis, consideran los delegados que la integraci�n de los pa�ses de Am�rica Latina va m�s all� de los acuerdos econ�micos.
Por tanto proponen aquellos otros se�ores ministros:
� Fortalecer mecanismos de integraci�n en las esferas de la educaci�n, la cultura y la ciencia entre nuestros pa�ses como una v�a para defender nuestra identidad cultural.
� Darles la mayor importancia a los temas referidos a la educaci�n, la cultura, la ciencia y la tecnolog�a, dentro de los procesos de negociaci�n.
� Promover las condiciones de excepcionalidad cultural como un mecanismo id�neo para promover el respeto y el desarrollo de la identidad y la diversidad cultural, apoyar la creatividad, fortalecer los lazos de cooperaci�n y financiaci�n, fomentar el desarrollo de las industrias culturales nacionales y atender preferentemente a las poblaciones econ�micamente en desventaja y a las minor�as �tnicas.
� Buscar un equilibrio justo entre el respeto a la titularidad de los derechos de autor y el derecho a acceder a la informaci�n.
� Comprometer a nuestros estados y sociedades en el apoyo a la generaci�n de una Convenci�n Mundial sobre la Diversidad Cultural.
� Resguardar con celo y firmeza, la riqueza diversa de nuestras culturas, el derecho de todos y todas a la educaci�n de calidad y el crecimiento de las oportunidades para una producci�n creativa de conocimiento.
Por otra parte, Rigoberto Lanz, analista de los tratados se�alados en relaci�n con la identidad, plantea:
� La cultura, la tecno-ciencia y la educaci�n no pueden ser tratadas como los tractores, las salchichas o los preservativos. � Una experiencia cultural (desde el lenguaje hasta las “bellas artes”) no puede estar sujeta a la pertinencia que dicta la compra-venta en el mercado. Ocurrir� lo mismo que a las miles de especies que desaparecen por la implacable marcha del “progreso”. � Si la bio-diversidad est� en la m�dula de los procesos ecol�gicos m�s sensibles del globo terr�queo, la multiculturalidad es igualmente vital para la sostenibilidad de la comunidad humana. � Una vez m�s nos encontramos con la tensi�n entre los imperativos comerciales que est�n detr�s de bienes y servicios y los intereses p�blicos que van en otra direcci�n � No es el mercado quien dicta lo que se hace y deja de hacer en estos campos. Si esto no est� claramente asumido por el Estado y sus pol�ticas p�blicas, asistiremos irremediablemente a una barrida homogeneizadora y hegem�nica de los modelos corporativos de las grandes potencias.
http://www.voltairenet.org/article121320.html
Algunas conclusiones
Hemos visto que la identidad es la semejanza que tenemos con alguien que comparte nuestro mismo destino.
Fen�menos externos como la globalizaci�n, amenazan la identidad porque la b�squeda de nuevos mercados por parte de las potencias, los agresivos juegos de la pol�tica internacional, nos relativizan y subordinan para que encajemos forzosamente en los nuevos esquemas.
Entonces, el papel de la identidad cultural es integrarnos alrededor de un proyecto nacional, lo cual no significa exclusi�n de la cultura universal.
No nos conviene adherirnos ciegamente a los dogmas de globalizaci�n que dividen el mundo en pa�ses especializados en producir y pa�ses especializados en consumir. Esto nos obligar�a a ser s�lo consumidores que pagamos nuestro consumo con mano de obra barata y cesi�n de nuestros territorios patrimoniales para la obtenci�n de materias primas.
El documento m�s caracter�stico mediante el cual se nos intenta acomodar en el mundo globalizado de hoy es el TLC. Se trata de un cuidadoso recetario, en el cual ingredientes y procedimientos no son susceptibles de modificaci�n y se deben aceptar completos o rechazarse.
Los platos de ese recetario derivados son para toda ocasi�n. Se cocinan estas viandas con elementos del cielo y de la tierra, del fondo marino y del espectro electromagn�tico. De ellos, si suscribimos el tratado, comeremos por largo tiempo en el gobierno y en la industria, en la investigaci�n y en la producci�n intelectual, en el campo y en las ciudades.
Muchos sectores se han pronunciado sobre las implicaciones que para ellos tiene el tratado. En m�ltiples publicaciones y en inn�meras manifestaciones se han expresado los efectos. Por la naturaleza de esta intervenci�n, me he limitado a mencionar algunos efectos en el campo de la identidad cultural. La principal inquietud es que si se subordinan las actividades educativas y de investigaci�n cient�fica, cuyos productos aparecen tratados como simples mercanc�as, la expresi�n art�stica, las manifestaciones aut�ctonas, la diversidad cultural, los aspectos idiosincr�sicos y los rasgos que constituyen la identidad de los pueblos, son factores que no tienen siquiera cabida y que tal vez se ven como �ruido� en el nuevo papel de rep�blicas consumidoras que nos est�n adjudicando en la �ltima repartici�n del mundo.
Columnista huésped | 16 de Diciembre 2006
1 Comentarios
En toda la intrincada mara�a de argumentos y documentos que he leido, escuchado y visto, este art�culo es el m�s l�cido y brilante. Felicito a su autor por su creaci�n. De ahora en adelante, debe ser un referente de enorme peso y de obligado conocimiento, para fortalecer los �nimos de los que creemos que no hay simetr�a entre las partes que firmaron el tratado. S�lo los negociadores malinches encontraron esa simetr�a. Le doy las gracias a su autor por la luz que introducido en esa oscura caverna.