Por Juan Rafael Quesada Camacho, historiador
�Si nos vemos obligados a usar la fuerza es porque somos Am�rica. Somos una naci�n indispensable�. Madeleine Albright, Ex-Secretaria de Estado, USA.
Hace ciento cincuenta a�os, centenares, miles de compatriotas protagonizaban la segunda etapa de la Campa�a Nacional. El objetivo fundamental de esta etapa (noviembre de 1856 - mayo de 1857), como es sabido, fue la toma de la V�a del Tr�nsito. Consideramos imperativo recordar que la guerra contra los filibusteros, genuinos representantes del Destino Manifiesto, ha sido la experiencia hist�rica m�s significativa y trascendente vivida por el pueblo costarricense. Contradictoriamente, esta epopeya ha recibido un tratamiento muy poco entusiasta por parte de los medios oficiales y de la sociedad en general. Incluso el Presidente de la Rep�blica, que tanto empe�o puso en la celebraci�n del �centenario de la democracia� en 1989, y que, es tan proclive a hacer bonitas citaciones, no ha hecho hasta el momento una sola referencia de fondo a la guerra de 1856-1857. �Cu�l ser� la raz�n de ese desgano? �Ser� porque el ep�grafe que encabeza este art�culo demuestra que la creencia de William Walker de ser un �predestinado� y las racionalizaciones del hegemonismo imperial de hoy son diversos cap�tulos de una misma historia de dominaci�n? �Ser� que recordar el pasado compromete en el presente tan particular que vivimos los latinoamericanos?
Una lucha de car�cter continental
En junio de 1856, Francisco Bilbao, uno de los m�s grandes luchadores del ideal bolivariano de uni�n latinoamericana sentenciaba: �Walker es la invasi�n, Walker es la conquista, Walker son los Estados Unidos�. Efectivamente, nuestros ancestros, aquellos que en 1856 y 1857 se enfrentaron a las huestes filibusteras dirigidas por William Walter, sab�an perfectamente que �l no era un simple aventurero. Ellos eran conscientes de que este personaje encarnaba las ideas pol�ticas dominantes en Estados Unidos, ya fuera entre los ide�logos esclavistas y los no esclavistas. Sab�an que �l representaba al pa�s que dec�a haber recibido �el privilegio y el encargo de la Providencia para guiar y gobernar el destino del mundo�. En consecuencia, antes de que empezara la guerra contra los filibusteros, en Am�rica Latina se ten�a claro que el filibusterismo era el corolario de esas ideas mesi�nicas y hegem�nicas. Adem�s, se conoc�a como Estados Unidos, utilizando diversas estrategias, se hab�a apoderado de enormes territorios que hab�an pertenecido a Espa�a, Francia y M�xico.
As�, ya el 31 de marzo de 1855, el Bolet�n Oficial (�rgano oficial del gobierno costarricense) denunciaba la �hipocres�a del gobierno de Estados Unidos�, el cual �verbalmente condenaba las actividades de los filibusteros pero, por otro lado, les favorec�a decididamente�. Y el 9 de marzo de 1856, esa misma fuente informativa afirmaba que M�xico hab�a perdido entre 1835 y 1854, ochocientas siete mil millas cuadradas, �que ahora pertenecen a la insaciable actividad absorvedora de los hijos del norte, por el derecho de anexi�n, de conquista y de compra en p�blica almoneda�.
Pues bien, fue frente al expansionismo estadounidense justificado por m�ltiples y hasta contradictorios argumentos que se enfrentaron los costarricenses hace 150 a�os. Fue tan trascendental ese episodio que posteriormente el reputado ge�grafo franc�s Eliseo Recl�s afirmar�a: ��Por qu� el nombre de Rivas no toma sitio en la historia de los hombres, al lado del de Marat�n?�.
Crisol de la nacionalidad
En el libro Clar�n Patri�tico: la guerra contra los filibusteros y la nacionalidad costarricense postulamos que antes de 1856 la nacionalidad, en tanto que sentimiento de identificaci�n colectiva, ya hab�a adquirido un arraigo importante en el imaginario costarricense. La guerra, haza�a colectiva por antonomasia, constituy� una coyuntura especial en la que se tejieron lazos de uni�n y solidaridad, de manera que el empleo reiterado del t�rmino hermano no fue el invento de un iluminado, sino la expresi�n de que la guerra fue la culminaci�n de un proceso de construcci�n colectiva de nuestra nacionalidad. �C�mo se dio ese proceso?
La nacionalidad si bien tiene una dimensi�n jur�dica, pues implica la relaci�n entre un grupo de habitantes de un territorio determinado y el Estado, es esencialmente un sentimiento de identificaci�n y auto-representaci�n de las personas que constituyen una naci�n particular. La naci�n y la nacionalidad no son producto del �ingenio� de ning�n s�per-h�roe o actor individual. Por el contrario, son el resultado del entrelazamiento de v�nculos afectivos que se manifiestan en la conciencia de pertenencia a una comunidad con identidad propia y frente a la cual se expresa lealtad.
En Costa Rica, los or�genes o antecedentes de ese tipo de v�nculos se ubican en la �poca colonial. En ese per�odo, en un marco territorial peque�o y con una reducida poblaci�n, varios factores crearon sentido de comunidad, de pertenencia. La cultura de la alimentaci�n similar, el compartir una serie de creencias religiosas que ocupaban un lugar determinante en la vida de los colonos, el empleo de un idioma ampliamente mayoritario (el espa�ol tico), los peligros provenientes del exterior y el asumirse como vasallos de la monarqu�a ib�rica, todos esos fueron elementos que, a pesar de la existencia de pr�cticas de exclusi�n, produjeron solidaridad, cohesi�n.
Todos esos factores integradores se reforzaron significativamente con la transformaci�n provocada por la obra legislativa y hasta cierto punto revolucionaria de las Cortes de C�diz, lo que permiti� el ingreso de la Am�rica hisp�nica a la modernidad pol�tica, o sea, un nuevo orden de cosas basado en los principios de soberan�a popular, representatividad, divisi�n de poderes, republicanismo y constitucionalismo.
Con la independencia, Costa Rica se convierte en una naci�n moderna (t�rmino empleado desde 1811 por los diputados liberales de las Cortes de C�liz), es decir, un cuerpo pol�tico colectivo superior a la aristocracia y a la monarqu�a. La naci�n, concebida como una comunidad pol�tica (conjunto de ciudadanos) pasa a ser la fuente de la soberan�a y el ciudadano emerge como el nuevo soberano. Lo nacional es, entonces, un nuevo apelativo que denomina, justamente, aquellas instituciones o instancias que representan a la naci�n como un todo. Se habla as�, de soberan�a nacional, de congreso nacional, de ej�rcito nacional, de s�mbolos nacionales, etc. Por esa raz�n, la guerra contra los filibusteros fue llamada desde el principio Campa�a Nacional.
Una guerra de todos
La guerra contra los que desde el siglo XVIII se auto-proclamaban la �Israel americana� y equiparaban sus intereses con los de la �humanidad� (John Adams, 1787), requiri� de los esfuerzos de toda la poblaci�n. El ap�stol cubano Jos� Mart� dec�a en 1891 que la patria se defiende en las �trincheras de piedra� y en las �trincheras de ideas�. La guerra, librada por miles de compatriotas en 1856 y 1857, proporcion� un magn�fico ejemplo del pensamiento martiano. En efecto, en esa ocasi�n, en las trincheras de piedra lucharon los soldados profesionales (pero sin experiencia alguna en guerras anteriores) y los voluntarios, entre los que se contaban incluso extranjeros radicados en el pa�s. Pero como lo puntualizaban las autoridades de la �poca, �el amor patrio no se limita a empu�ar las armas�: patria es tambi�n �contribuir con recursos y esfuerzos a aminorar los desastres de la guerra�. En este sentido, cabe resaltar que los diversos sectores del pa�s colaboraron con los gastos provocados por la guerra, de forma obligatoria, pero tambi�n, voluntariamente. Aunque este es un asunto que debe ser estudiado con m�s profundidad, es significativo constatar que las localidades, organizadas en cabildo abierto, acordaban aportar dinero, ganado, caf�, frijoles, ma�z, (totoposte) o bien, servicios personales. Enfatizaban que de esa manera respond�an al �sagrado deber que la naturaleza, la religi�n y la sociedad nos imponen para el sost�n de la patria, familia y principios consiguientes�.
En el �mbito de las �trincheras de ideas� sobresalen los discursos de las autoridades civiles, militares y eclesi�sticas, la redacci�n de art�culos de peri�dicos y de revistas, en particular la extraordinaria labor desplegada por Adolphe Marie y Emilio Segura. Igualmente, este tipo de combates se dio por medio de la poes�a y la m�sica; un caso ejemplar, aunque no el �nico, fue el Clar�n Patri�tico, en el que destacaron Tadeo Nadeo G�mez y Alejandro Cardona y Llorens. Y, �qu� decir de los poemas hechos por las hermanas Herrera en honor del general Ca�as?
La fuerza del s�mbolo
Ya se ha dicho que con la aparici�n de la naci�n moderna surgen las instituciones u organismos que llevan el adjetivo de nacional. As�, vemos como durante la guerra contra los filibusteros, la bandera de Costa Rica, concebida como espacio de memoria simb�lica por excelencia, desempe�� un papel destacad�simo como fuerza movilizadora. Son innumerables los casos en que el �pend�n� o bandera nacional fue usado como talism�n para evocar glorias y triunfos del ej�rcito nacional. Por ejemplo, seg�n las fuentes documentales, el 14 de julio de 1857, cuando entr� a San Jos� la �ltima columna que quedaba en el r�o San Juan, �la bandera nacional ennegrecida por la p�lvora, horadada por las balas, desgarrada en repetidos combates, ondeaba delante de ellos [los soldados] como un trofeo de gloria sostenido por su abnegaci�n y valor a trav�s de mil peligros�.
Ese d�a, el redactor de la Cr�nica de Costa Rica supo sintetizar magistralmente el impacto que tuvo sobre la nacionalidad costarricense la guerra contra los �agentes del Destino Manifiesto� al escribir: �Costa Rica, �Oh patria de honrados y valientes labradores, ahora te queremos m�s porque hemos padecido el hambre y la intemperie, las fr�as lluvias y los ardientes soles, y todo linaje de peligros entre las epidemias y la metralla, por defenderte: s�, te queremos m�s y pronunciamos tu nombre con orgullo. Esa bandera no es un pedazo de trapo, no: es el l�baro que nos ha guiado siempre a la victoria al grito de ��viva Costa Rica y Centroam�rica!�, y con esa desgarrada ense�a y ese grito volveremos al combate contra cualquier que ose atentar contra nuestra libertad, y bajo ella venceremos o moriremos por Costa Rica…!�
Columnista huésped | 29 de Noviembre 2006
3 Comentarios
Bell�simo documento que inspira e infunde amor por la Patria, la bandera y los h�roes que defendieron la soberan�a. Hoy algunos regalan el pa�s que nada les cost�.
Hermoso, vibrante y -sobre todo- esclarecedor art�culo, Juan Rafael! Con aprecio, Luko
2006, 150 a�os de la Campa�a Nacional. Esto deber�a estarse celebrando en todas las escuelas, los colegios, los institutos culturales, es decir, a todo nivel. Si no hay celebraci�n oficial, l�gicamente porque los nuevos filibusteros que est�n en el gobierno no est�n interesados, deber�a haber una amplia gama de celebraciones alternativas. A�n estamos a tiempo, son los 150 a�os de la Campa�a 1856 - 1857, y debe celebrarse en el marco de la lucha actual, contra los nuevos filibustero. En esto tienen la palabra los Historiadores, los gremios de educadores, las organizaciones populares. Gracias, Juanra, por tu art�culo.