Hace varios minutos le� en Tribuna Democr�tica el magn�fico art�culo de Luis Guillermo Sol�s, en repudio al soez y artero ataque lanzado por los chacales del TLC, en contra de dos costarricenses probos y dignos: Mauricio Castro y Juliana Mart�nez. Los acusan de ser �quintacolumnistas� al servicio del presidente venezolano Hugo Ch�vez.
El ataque es an�nimo, como todos los que surgen del alba�al. Y pretende, en el fondo, inducir a los incautos a creer que la oposici�n creciente y ya abiertamente mayoritaria del pueblo costarricense al Acuerdo Zoellick-Trejos, tiene su origen en la intervenci�n del presidente venezolano, a trav�s de agentes seguramente pagados.
En primer lugar, tengo que coincidir con Luis Guillermo en su art�culo reciente: por ning�n lado he encontrado esa influencia venezolana, como s� he encontrado los rastros de un constante aporte financiero de los defensores interesados y de los beneficiarios directos de la contrataci�n que nos quieren imponer a rajatabla. Esa influencia aparece por todo lado: desde las cuestionadas donaciones de los �crusados� denunciadas hace tiempo, hasta el papel financiero y log�stico que -seg�n se dice en los corrillos legislativos y en los corredores de palacio- est� jugando el grupo denominado �Los cien del TLC�. Seg�n algunos, ese grupo ni siquiera existe, pero otros aseguran en voz baja que es el �n�cleo duro financiero� de la campa�a millonaria a favor del TLC, y que est� integrado por empresarios locales y representantes de grandes inversionistas extranjeros, dispuestos a aportar todo lo que sea necesario para imponerle al pa�s el funesto acuerdo comercial.
La lucha contra esta contrataci�n contraria al inter�s nacional ha sido muy dura para los diversos sectores que han coincidido en la necesidad de rechazarla, por imperativo patri�tico. La manipulaci�n de la informaci�n p�blica ha sido constante, y el bombardeo publicitario, ha sido sistem�tico y orquestado. Pero tambi�n ha estado esa lucha plagada de amenazas, coacciones, insultos y presiones.
El ataque a Mauricio y Juliana forma parte de esa estrategia infame, y por eso debe ser rechazado de pie, sin cortapisas y de una vez, por todos los que creemos que el debate democr�tico no est� muerto y enterrado en Costa Rica. Les cobran a ambos, muy especialmente que, con su ampl�simo conocimiento acad�mico y su enorme capacidad profesional, hayan dado un extraordinario aporte, con datos irrefutables y con un an�lisis impecable, para dejar convertido en humo de pajas el mito del TLC como generador de empleo. Despu�s del magn�fico trabajo de investigaci�n de Mauricio y Juliana, la millonaria campa�a de que el tal tratado generar�a �trabajo para los costarricenses� qued� convertida en material de basurero. Ellos se encargaron de demostrar, irrefutablemente, que el TLC no solo no generar� mayores niveles de empleo, sino que amenazar� ferozmente el nivel de empleo existente, y provocar� seguramente en el futuro un aumento grav�simo del desempleo, como ocurri� por ejemplo en M�xico, en los �ltimos diez a�os. En ese logro significativo de ambos est� la ra�z de la infamia lanzada contra ellos. Los grandes intereses internacionales que conspiran a favor del Tratado y las tropas de cipayos que los respaldan, no pod�an perdonarlo.
Mauricio Castro no necesita defensa. Su larga trayectoria de asesor sindical honesto, de abogado laboralista competente y l�cido, de investigador serio y de luchador incansable por el fortalecimiento de la democracia y por la defensa de los derechos esenciales de quienes no tienen quien los defienda, es bien conocida en los medios pol�ticos, sindicales y acad�micos del pa�s.
Juliana Mart�nez Franzoni tampoco necesita defensa. Tambi�n es harto conocida su larga trayectoria profesional y acad�mica, su honestidad intelectual, su compromiso con la democracia, y sobre todo su amor por Costa Rica. Por voluntad propia, Juliana Mart�nez se ha sumado a nuestra aspiraci�n de que nuestros hijos, y de que los hijos de nuestros hijos, puedan heredar una patria libre, suya, propia. Una patria nuestra.
Por eso, los carro�eros del TLC deben saber con claridad que, sin duda alguna, y con s�lida urdimbre tricolor, est� tejido sobre el pecho de la compa�era Juliana Mart�nez un escudo al coraz�n.
Marcelo Prieto | 18 de Noviembre 2006
4 Comentarios
Yo hasta ahora s� de los t�tulos de Juliana y Mauricio,para mi todo eso es sorpresa… y los he visto poco, pero de s�lo verlos: para qu� m�s.
Son gente buena, se les ve en los ojos.
Un comentario firme y oportuno. Veo en la trayectoria de Mauricio Castro a un dirigente sindical serio y hombre de s�lidos principios; y en Juliana una mujer de extraordinario valor y entrega. Me consta que el cargo que se les hizo es falso y producto de mala fe. Es hora de que m�s costarricenses defendamos p�blicamente a los compatriotas de val�a.
Tuve el gusto y la suerte de conocer a Mauricio Castro en una actividad en el Colegio de Abogados y me dej� la imagen de un intelectual serio, de los buenos j�venes laboralistas comprometidos con la justicia social. Indudablemente que el ataque que se le ha hecho es vilmente cobarde.
No he visto ni me interesa conocer el libelo contra Juliana y Mauricio, lo que s� he palpado y me encanta, es que a los autores del an�nimo les revent� la jarana en la cara.
Si quisieron da�ar el prestigio y la reputaci�n de dos magn�ficas personas, que incluso pasaban inadvertidas, hoy los convirtieron en dos h�roes nacionales.
Bravo por Marcelo y Luis Guillermo por sendos comentarios.