Por Francisco Rojas Aravena, doctor en Ciencias Pol�ticas y especialista en Relaciones Internacionales. Actualmente es secretario general de la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (Flacso).
En Am�rica Latina, los �ltimos resultados electorales evidencian las dificultades para construir mayor�as pol�ticas, una tarea compleja y dif�cil. La regi�n requiere reconstituir pactos sociales nacionales que le garanticen estabilidad y le permitan mejorar las oportunidades para la gobernabilidad democr�tica. Sin embargo, las fracturas y las polarizaciones presentes en la mayor�a de los pa�ses de la regi�n dificultan la labor gubernamental y la posibilidad de generar las condiciones para ejercer los derechos ciudadanos y efectivizar una ciudadan�a, tanto pol�tica como econ�mica y social. En este marco, los resultados electorales muestran las grandes divisiones dentro de cada pa�s, entre el norte y el sur, entre la capital y la periferia, entre la meseta y el llano, entre la costa y la sierra. Pr�cticamente en todas partes el descontento de los ciudadanos con las pol�ticas gubernamentales ejecutadas en la d�cada anterior se manifiesta con fuerza, ya sea que se exprese como voto de repudio o como un voto con expectativas diferentes pero que otorga cierta continuidad.
Los congresos se encuentran divididos y sin mayor�as claras. Esto obliga a una negociaci�n constante que muchas veces no da resultados y empantana el sistema pol�tico. As�, los gobernantes mandan por decreto, lo que genera un mayor desapego ciudadano hacia las instituciones democr�ticas. Adem�s, encuentran crecientes dificultades para implementar sus propuestas. Todo esto muchas veces estimula la corrupci�n, percibida como un �camino f�cil� para intentar resolver estas dificultades, lo cual solo contribuye a agravar la situaci�n. Es necesario, entonces, dise�ar mecanismos para la construcci�n de acuerdos nacionales efectivos, capaces de reflejar la pluralidad de la sociedad en el marco de una democracia guiada por las mayor�as, pero que respete a las minor�as.
En este escenario, algunos han se�alado que en Am�rica Latina se viene consolidando una nueva tendencia de izquierda. Pero lo que est� sucediendo en la regi�n es en realidad la b�squeda de opciones, de caminos que se abran a nuevos esfuerzos que ofrezcan respuestas diferentes, capaces de superar la exclusi�n social y pol�tica de una gran mayor�a de personas. Superar y mitigar los efectos de las reformas estructurales efectuadas hace m�s de una d�cada es el reto de los nuevos gobiernos. Los liderazgos emergentes son de diferente tipo, y no parece factible establecer una sola identidad, de izquierda, para englobarlos a todos.
Democracias erosionadas
Los estudios sobre Am�rica Latina concluyen que en la actualidad existe un fuerte apoyo a la democracia en la regi�n. A pesar de ello, registran tambi�n un nivel casi equivalente de insatisfacci�n con los resultados de los gobiernos democr�ticos, que no han logrado resolver las demandas de la ciudadan�a. Se ha perdido la esperanza en los gobiernos, en los partidos pol�ticos y en los congresos, lo cual naturalmente afecta la legitimidad de las instituciones democr�ticas.
En ese sentido, es importante destacar que la democracia por s� misma no es capaz de garantizar el buen gobierno, aunque permite reemplazar a los malos gobernantes por medios leg�timos, elecciones democr�ticas que posibilitan que la ciudadan�a se exprese en nuevas tendencias y construya nuevas mayor�as.
Sin embargo, muchos presidentes latinoamericanos han sido reemplazados fuera de los marcos electorales, lo cual revela un cuadro complejo de gobernabilidad. Esto no es nuevo. Se trata de una realidad que se ha prolongado durante a�os. Solo en la �ltima d�cada encontramos nueve presidentes que han renunciado antes de concluir su mandato. En el caso de Bolivia, dos de ellos no terminaron su gobierno; en Ecuador fueron tres; y en Per�, uno. A ello debemos agregar el golpe fallido en Venezuela. Se trata, en suma, de siete casos de inestabilidad en el �rea andina. Los restantes ocurrieron en Paraguay en 1999 y en Argentina en 2001. En todos los casos, los reemplazos se efectuaron manteniendo un cierto apego a las normas constitucionales, evitando, de esta manera, las sanciones por parte de la comunidad internacional.
Si queremos entender estas inestabilidades, es preciso mirar los sistemas pol�ticos. En general, en Am�rica Latina �a diferencia del Caribe angl�fono� prevalecen los reg�menes presidenciales, es decir, sistemas en los cuales la figura del jefe de Estado es crucial. Las constituciones nacionales ubicaron al presidente en el centro del poder, con facultades muy amplias.
Sin embargo, en muchos pa�ses ocurre que el presidente no cuenta con mayor�a en el Congreso. A lo largo de la historia latinoamericana, esta situaci�n gener� tensiones pol�ticas que fueron resueltas por la intervenci�n, abierta o encubierta, de diversos poderes f�cticos, principalmente las Fuerzas Armadas. Hoy esto no es posible. El consenso democr�tico en la regi�n es fuerte, por lo que romper el marco constitucional lleva al aislamiento pol�tico-diplom�tico y puede generar fuertes sanciones econ�micas.
La Carta Democr�tica de las Am�ricas y las cl�usulas democr�ticas incluidas en los pactos subregionales han contribuido de manera fundamental a evitar los reg�menes autoritarios. Aunque por si mismos estos acuerdos no logran otorgar estabilidad y gobernabilidad democr�tica, hay que reconocer que poseen una importante funci�n de reaseguro democr�tico, al proyectar incentivos positivos para superar tensiones y evitar rupturas constitucionales.
Los sistemas presidenciales latinoamericanos tienen su soporte o bien en una coalici�n, o bien en un �nico partido. Aunque podr�a suponerse que las coaliciones tienen m�s fuerza y m�s capacidad que los partidos para articular un proyecto s�lido, esto no necesariamente es as�. En la regi�n, encontramos gobiernos fuertes tanto de coaliciones como de partidos. Por ejemplo, en Argentina el peronismo, cuyo principal l�der es hoy el presidente N�stor Kirchner, es el eje de un sistema presidencial de partido �nico muy fuerte, en el que el radicalismo, la principal fuerza opositora, no ha tenido capacidad para articular una propuesta alternativa. En Chile, en cambio, gobierna una coalici�n fuerte que le ha dado una gran estabilidad al pa�s desde 1990. Pero, como ya se se�al�, las coaliciones no aseguran cohesi�n ni fortaleza. En Bolivia, Ecuador y Guatemala se han formado coaliciones d�biles que no tienen un soporte social y parlamentario significativo.
No es posible, entonces, elaborar una conclusi�n general sobre este tema. Pueden ser las coaliciones las que fortalecen a los sistemas pol�ticos democr�ticos y su capacidad de gobernabilidad, o pueden ser los sistemas de partido �nico los que otorgan consistencia democr�tica y estabilidad. No hay un patr�n de comportamiento generalizado. En Am�rica Latina hay hoy cinco coaliciones fuertes y tres d�biles, mientras que hay tres sistemas de partido �nico en el poder muy fuertes y seis d�biles; en el caso de El Salvador, se da un empate de fuerzas. La �nica conclusi�n que se puede establecer son las dificultades para construir mayor�as que den sustento y refuercen las capacidades de gobernabilidad, sobre todo en el contexto de pa�ses fragmentados social y pol�ticamente.
Los sistemas pol�ticos latinoamericanos han demostrado su incapacidad para establecer pol�ticas de Estado y construir mayor�as estables que les den sustento. Es decir, fijar pol�ticas que puedan proyectarse m�s all� de una gesti�n y que sean m�s incluyentes que las opciones del partido o la coalici�n que se encuentra en el gobierno. Hablamos de pol�ticas permanentes, a las que se les destinen los recursos humanos y financieros necesarios para su ejecuci�n, y que sean dise�adas y ejecutadas con una participaci�n amplia de la ciudadan�a.
Como resultado de estas situaciones, muchas de las principales demandas y los principales problemas de car�cter pol�tico, econ�mico y social no se resuelven, y se incrementan la exclusi�n y la desigualdad. Asimismo, en muchos pa�ses no se han resuelto los d�ficits de institucionalidad pol�tica, lo que favorece la polarizaci�n y la desafecci�n. En el campo econ�mico, no hay consensos b�sicos sobre la agenda de crecimiento y desarrollo.
Un gran d�ficit de los sistemas pol�ticos latinoamericanos es la incapacidad para establecer normas que faciliten los procesos para concertaci�n de pol�ticas. Esto permitir�a construir visiones y misiones que sean desarrolladas por los diversos actores; despu�s, los partidos pol�ticos, los movimientos y otras formas de organizaci�n que buscan ejercer el poder podr�an proyectar estos acuerdos en programas de gobierno que reflejen de manera amplia los intereses nacionales en el contexto de la globalizaci�n.
La pobreza y la inequidad: un desaf�o crucial
Los principales problemas de Am�rica Latina siguen siendo la pobreza y la inequidad. En 1990, el porcentaje de poblaci�n que viv�a en la pobreza se ubicaba entre 45% y 47%. En 2006, m�s de 40% de los latinoamericanos son pobres.
Si bien ha disminuido algunos puntos porcentuales en algunos pa�ses, y aunque se ha mejorado la relaci�n en t�rminos de indigencia y pobreza, la desigualdad sigue siendo dram�tica. Se ha profundizado la fractura social, aumentan las diferencias econ�micas y sociales y la exclusi�n. La pobreza se reduce muy lentamente y la brecha entre ricos y pobres se agranda. Adem�s, no se ha logrado incorporar a los pueblos originarios, que representan a la mayor�a de la poblaci�n en varios pa�ses. Se trata de un hecho estructural que afecta fundamentalmente a sociedades como la guatemalteca, la ecuatoriana, la peruana y la boliviana.
Desde 1995 hasta 2003, muchos pa�ses registraron un crecimiento negativo y un estancamiento de sus econom�as. A partir de 2003, comenz� a recuperarse el crecimiento. Sin embargo, las cifras son bajas para poder siquiera suponer que se puedan superar los problemas de pobreza. Adem�s, hay que tener en cuenta las tasas de desempleo, en particular el urbano, y especialmente el de los j�venes, que es el doble que el de los mayores de 24 a�os. Como dato positivo, la inflaci�n ha logrado ser controlada y existe una mayor responsabilidad econ�mica en esta materia.
La corrupci�n: un mal end�mico
La corrupci�n afecta de manera directa la vida y las instituciones democr�ticas, as� como la salud econ�mica de los pa�ses de la regi�n. En todos los Estados y las sociedades latinoamericanas existen diversos grados de corrupci�n. Cuando es sist�mica, impacta sobre el conjunto del Estado. Por otro lado, la corrupci�n afecta tanto al sector p�blico como al privado. Y est� en la base de los procesos de erosi�n del imperio de la ley y del tratamiento discriminatorio que a menudo sufre el conjunto de los ciudadanos. Todo esto afecta de manera sustancial la percepci�n negativa de la ciudadan�a sobre los sistemas pol�ticos.
Muchas de las medidas anticorrupci�n aplicadas en Am�rica Latina no han dado los resultados esperados, y son pocos los ejemplos de �xito. Combatir la corrupci�n es una tarea dura, que requerir� cambiar patrones culturales importantes.
De todos modos, adquiere cada vez mayor relevancia pol�tica. En este campo, el papel de la sociedad civil es particularmente significativo. Las organizaciones financieras internacionales prestan cada vez m�s atenci�n a la transparencia y tambi�n a la capacidad de los ciudadanos organizados para llevar adelante una fiscalizaci�n institucionalizada y sistem�tica.
La corrupci�n constituye, por lo tanto, un factor esencial de deslegitimaci�n de los sistemas pol�ticos y de su dirigencia y produce un creciente repudio ciudadano. Una encuesta realizada por Flacso-Chile en diversas ciudades latinoamericanas indica que la corrupci�n es considerada un problema grave por 80% de los consultados en Brasilia, 70% de los de Buenos Aires, 50% de los de Montevideo y 33% de los de Santiago de Chile. En Buenos Aires y Brasilia, casi 100% de los encuestados asegura que el pa�s sufre la corrupci�n como un problema importante. En Montevideo, esta cifra alcanza a 91%, y en Santiago de Chile, a 88%. Los resultados de esta medici�n reafirman las perspectivas se�aladas por todos los estudios de opini�n p�blica que se efect�an en la regi�n y por los indicadores de entidades como Transparencia Internacional.
Incremento de la violencia
En las democracias de Am�rica Latina encontramos un d�bil imperio de la ley. Esto significa que hay �reas, en cada uno de los pa�ses, en las cuales no existe control estatal y donde la violencia es ejercida por organizaciones no estatales.
Esto afecta la gobernabilidad democr�tica. La violencia crece, en parte como consecuencia del tr�fico de armas livianas, que tambi�n impulsa los secuestros. Un pa�s que carece de capacidad para imponer el imperio de la ley sobre su territorio y proteger los derechos humanos, cuidar a las personas y hacer cumplir el orden estatal se expone a una mayor polarizaci�n social y a una mayor inestabilidad.
Los sistemas pol�ticos, las instituciones y los partidos pol�ticos no han logrado ofrecer respuestas adecuadas a estos problemas. En todas las grandes ciudades latinoamericanas existen �reas en las cuales el imperio de la ley y del Estado democr�tico no llega. Son barrios o zonas controladas por organizaciones ligadas a actividades il�citas, que ejercen el control efectivo.
Por esta raz�n la demanda de seguridad ciudadana ocupa hoy los primeros lugares en la agenda pol�tica. Sin una respuesta adecuada por parte de los partidos pol�ticos, los parlamentos y los gobiernos, que cada vez m�s deben incorporar la coordinaci�n internacional a las posibles soluciones, surgir�n opciones que pondr�n el acento en la �justicia por propia mano�.
El crimen organizado es un peligro en ascenso. Los sistemas pol�ticos latinoamericanos han sido renuentes a abordar este tema: hoy no forma parte de los programas presidenciales ni de las visiones de los partidos pol�ticos. Sin embargo, la criminalidad organizada y los il�citos de car�cter transnacional poseen un impacto cada vez mayor.
La adopci�n del concepto de multidimensionalidad permiti� abordar fen�menos de seguridad complejos, en los cuales lo determinante no son los factores militares sino las nuevas amenazas. En ese sentido, este concepto amplio de seguridad incluye aspectos pol�ticos, econ�micos, sociales, de salud y ambientales. El control y la limitaci�n del crimen organizado transnacional demandan mayores niveles de coordinaci�n interestatal y el desarrollo de una institucionalidad supranacional. Para ello, los partidos pol�ticos y los congresos de los pa�ses latinoamericanos deben abordar este tema como una prioridad de car�cter nacional, como una pol�tica de Estado que requiere el esfuerzo del conjunto del sistema pol�tico.
Sorpresas y sorprendidos: las crecientes dificultades para auscultar la realidad regional
En los an�lisis de los cient�ficos sociales y de los gobiernos, el uso de las encuestas como instrumentos de interpretaci�n de la realidad ha tenido gran relevancia. Se consideraba que, si estaban bien dise�adas, pose�an la capacidad pronosticadora suficiente y mostrar�an tendencias acerca de los temas emergentes en las agendas y la valoraci�n de los liderazgos. Sus resultados eran vistos como una referencia cercana a la realidad pol�tica de cada pa�s, que permit�a tomar decisiones con mayor certeza. Sin embargo, las �ltimas elecciones en Am�rica Latina demuestran que, en general, las encuestas no han logrado adelantar las tendencias y los resultados de los procesos de decisi�n popular. En la regi�n, pareciera existir una marcada tendencia a un voto oculto que, por alguna raz�n, hace que aquellos que buscan leer la opini�n p�blica �nicamente a trav�s de las encuestas se equivoquen.
Esto tiene consecuencias que van m�s all� de lo electoral. Cuando se ejerce el poder y se busca aplicar medidas que fortalezcan la gobernabilidad, por lo general se elaboran estrategias basadas en los indicadores que surgen de las encuestas en cuanto a la aceptaci�n de diversas decisiones o pol�ticas por parte de la ciudadan�a. Incluso, se ha se�alado que algunos gobiernos responden m�s a una democracia medi�tica, a los resultados de mediciones coyunturales, que a los intereses de largo plazo de una democracia consolidada.
Entre noviembre de 2005 y diciembre de 2006, se habr�n realizado doce elecciones en Am�rica Latina. Al menos en algunos casos, los resultados han sido inesperados, sin coincidir con los pron�sticos de las encuestas. Esto ha generado sorpresas y sorprendidos, e indica que es necesario mejorar los instrumentos y combinarlos con otros indicadores y otro tipo de mediciones capaces de auscultar lo que la sociedad realmente est� pensando.
En Honduras, el triunfo electoral de Manuel Zelaya estuvo en duda por 15 o 20 d�as. En Bolivia, se supon�a que Evo Morales obtendr�a un porcentaje importante en la primera vuelta, pero en ning�n momento se pens� que alcanzar�a 54% de los votos y que no ser�a necesaria una segunda ronda. Otro tanto ocurri� en Costa Rica con Oscar Arias, del Partido Liberal Nacional: en los d�as previos a la elecci�n, las encuestas le auguraban un triunfo claro, con alrededor de 48%, pero finalmente el resultado fue un virtual empate con Ott�n Sol�s, del Partido Acci�n Ciudadana, con solo un punto de diferencia, uno de los m�rgenes m�s estrechos de la historia reciente de ese pa�s. La revisi�n de los votos fue un proceso largo, que se extendi� por m�s de un mes, y demostr� la fortaleza de la democracia costarricense, pues la sociedad esper� con tranquilidad la revisi�n manual hasta comprobar que, efectivamente, Arias, con el apoyo de las provincias de la periferia, hab�a logrado ganar las elecciones en la primera ronda.
Otro tanto ocurre en M�xico, donde en el mes de abril todas las encuestas indicaban que Andr�s Manuel L�pez Obrador ten�a una mayor�a muy importante y aventajaba a los otros dos candidatos. En mayo, la diferencia se hab�a acortado en distintas encuestas: algunas le otorgaban a Felipe Calder�n una ventaja equivalente al margen de error de 3%. Otras, por el contrario, se�alaban la ventaja de L�pez Obrador. El resultado del 2 de julio mostr� un empate t�cnico. En la noche de la elecci�n, el Instituto Federal Electoral no pudo dar a conocer a un ganador. Dos d�as despu�s, Calder�n fue proclamado triunfador con un escaso margen de 0,56%. L�pez Obrador anunci� la decisi�n de impugnar el resultado y solicitar la intervenci�n de los tribunales, y encabeza una resistencia civil. As�, pareciera repetirse la situaci�n de la elecci�n de Estados Unidos, en la cual la Corte Suprema finalmente le endos� el triunfo a George W. Bush. En M�xico, el cuadro electoral mostr� una gran polarizaci�n entre el electorado del norte y del sur.
Situaciones muy distintas fueron las que se presentaron en Chile y en Hait�, donde era previsible que ganaran Michelle Bachelet y Ren� Preval, respectivamente.
En el caso de Chile, se sab�a que, dada la conformaci�n del espectro electoral, iba a ser muy dif�cil que Bachelet obtuviera 50% de los votos en la primera vuelta, aunque probablemente si los alcanzara en la segunda. Efectivamente, consigui� m�s de 54%. En Hait�, Preval obtuvo alrededor de 49% en la primera ronda y, por un acuerdo y una interpretaci�n pol�tica del conjunto de partidos, se decidi� repartir de manera proporcional los sufragios en blanco, con lo que super� el 50% requerido para evitar una segunda ronda y un periodo de gran incertidumbre.
En Per�, el resultado de las elecciones se preve�a incierto: aunque Ollanta Humala aparec�a como el gran favorito para la primera vuelta, no era evidente que Alan Garc�a superara a Lourdes Flores. Al cierre de las elecciones, matizadas por acusaciones acerca de la intromisi�n del presidente venezolano Hugo Ch�vez debido a su apoyo a Humala y su confrontaci�n verbal con Garc�a, los resultados finalmente favorecieron al l�der del APRA. Sin embargo, tambi�n mostraron un Per� claramente fraccionado entre la costa y la sierra, y entre la capital y el interior.
Hay, tambi�n, casos m�s previsibles. Podemos se�alar posibles resultados futuros como, por ejemplo, la reelecci�n de Luiz In�cio Lula da Silva en Brasil, que adquiere cada vez m�s fuerza. Esto es as� porque el presidente logr� superar el gran impacto de las acusaciones de corrupci�n a su gobierno, restablecer su liderazgo en el Partido de los Trabajadores y afianzar una coalici�n. De igual forma, lo m�s posible es que, en diciembre, Hugo Ch�vez pueda obtener un triunfo electoral, equivalente al que consigui� en el plebiscito revocatorio. En este contexto, es importante recordar lo que ha se�alado el presidente de Venezuela, quien afirm� que si la oposici�n boicotea el proceso y no se presenta a las elecciones, realizar� los cambios constitucionales necesarios para asegurarse el ejercicio del poder hasta 2031.
Los ejemplos anteriores demuestran que los resultados electorales manifiestan algunas tendencias no previstas y tambi�n algunas continuidades. De las elecciones ya realizadas, en cinco casos hubo resultados sorpresivos, y en tres, previsibles. De las cuatro restantes, dos cuentan con una alta incertidumbre y otras dos parecen m�s claras.
En la mayor�a de los pa�ses, observamos una fragmentaci�n territorial en la votaci�n, en la cual las �reas m�s postergadas expresan su rechazo al modelo econ�mico y pol�tico vigente. Del mismo modo, en pr�cticamente todas las elecciones la fragmentaci�n en los congresos es muy alta. Todo esto impondr� importantes desaf�os a los presidentes elegidos, especialmente en aquellos pa�ses donde no est� prevista una segunda ronda electoral. En estos casos, muchas veces los ganadores llegan al poder con un apoyo pr�cticamente minoritario si se considera el alto nivel de abstenci�n. �stos son los casos de Honduras, Costa Rica y M�xico.
Construyendo los indicadores para el nuevo mapa pol�tico
Apelar a los conceptos de izquierda o derecha desde la perspectiva tradicional para definir y analizar el panorama pol�tico regional y los resultados de las elecciones se demuestra como un ejercicio in�til. Estos criterios, propios de la Guerra Fr�a, hacen dif�cil ubicar o encasillar a los actuales l�deres pol�ticos latinoamericanos. Es un prisma pol�tico que dej� de ser �til. En efecto, es dif�cil afirmar que Lionel Fern�ndez u Oscar Arias son de derecha, de la misma manera que es dif�cil se�alar que Lula o Bachelet representan hoy a la izquierda tradicional. Izquierda y derecha, hoy por hoy, no reflejan las identidades esenciales de los nuevos l�deres, ni representan los cambios que est�n ocurriendo en el mundo.
Es dif�cil pensar un mapa pol�tico de la regi�n totalmente estructurado, pero si podemos se�alar algunas claves necesarias para su construcci�n. De esta manera, podemos contar con algunos indicadores que nos permitan interpretar y comprender la actual coyuntura latinoamericana. Adem�s de la pobreza e inequidad, el incremento de la violencia y el ascenso de la corrupci�n, es necesario considerar nuevos factores. Entre los principales, podemos mencionar el peso de los factores geopol�ticos, la divisi�n entre una Am�rica Latina del Norte y una del Sur, el clima antiestadounidense, la inserci�n en la econom�a global y la percepci�n sobre los tratados de libre comercio, la polarizaci�n pol�tica y el d�ficit en la integraci�n social, las disputas por el liderazgo, la tensi�n entre el populismo y la responsabilidad, y los impactos de la crisis de representaci�n.
En primer lugar, podemos pensar que, debido al peso de la econom�a, la influencia de EE UU, los procesos migratorios y el env�o de remesas, se est�n constituyendo dos Am�ricas Latinas diferenciadas: una del norte y otra del sur. Los lazos culturales representan el principal v�nculo entre ambas. En la del norte, los procesos de integraci�n econ�mica y comercial han tenido mayor estabilidad, como lo demuestra el Tratado de Libre Comercio de Am�rica del Norte (Tlcan) y el Sistema de Integraci�n Centroamericana (SICA). Al mismo tiempo, el Tratado de Libre Comercio entre Centroam�rica y EE UU (Cafta, por sus siglas en ingl�s) refleja el esfuerzo comercial de Washington y su inter�s por reforzar su peso unilateral por medio de un acuerdo que, en apariencia, es multilateral. En esta zona, la relaci�n con EE UU es muy importante: ese pa�s concentra el mayor porcentaje de las exportaciones desde esta regi�n. Es, adem�s, una zona privilegiada por las inversiones estadounidenses y el desarrollo de la maquila.
En segundo lugar, la forma en que el gobierno de George W. Bush llev� adelante la �guerra contra el terrorismo� primero, y luego la invasi�n a Iraq, decidida fuera de las normas de la legalidad internacional, ha generado un fuerte rechazo mundial, incluyendo a los pa�ses m�s importantes de Am�rica Latina. En Sudam�rica tiende a prevalecer una posici�n m�s antiestadounidense, de cuestionamiento y menor apoyo a sus pol�ticas. Un sondeo efectuado por Flacso-Chile en cuatro capitales del Cono Sur �Buenos Aires, Brasilia, Montevideo y Santiago� indic� que 70% de los consultados consider� a EE UU como un pa�s imperialista que no promueve la paz mundial. Tambi�n un alt�simo porcentaje �82%� asegur� que se entromete en los asuntos de otros pa�ses. En cambio, con la excepci�n de M�xico, los pa�ses de la Am�rica Latina del norte han apoyado las pol�ticas unilaterales de Washington.
En tercer t�rmino, en Sudam�rica se observa un mayor nacionalismo y una cr�tica a cierta perspectiva de la globalizaci�n. Esto se conjuga con la tendencia antiestadounidense y el rechazo al unilateralismo. En Am�rica Latina, siete pa�ses rechazaron la invasi�n a Iraq y siete la apoyaron, mientras que tres manifestaron posiciones relativamente ambiguas. Los pa�ses de mayor tama�o y peso relativo la criticaron fuertemente. Las voces que expresaron esta posici�n con una gran consistencia fueron M�xico y Chile en el Consejo de Seguridad de la Organizaci�n de las Naciones Unidas.
En cuarto lugar, Am�rica Latina est� dividida en cuanto al impacto y la forma de enfrentar el colapso del Consenso de Washington, en especial en relaci�n con la apertura comercial y los acuerdos de libre comercio. Los pa�ses con costas sobre el Pac�fico tienden a apoyar la apertura comercial, mientras que los pa�ses del Atl�ntico �Argentina, Brasil y Venezuela� rechazan esta apertura y, en particular, los TLC firmados con EE UU. En verdad, esto no se relaciona tanto con estar sobre uno u otro oc�ano, sino con el hecho de que las econom�as del Atl�ntico son industriales: Brasil y Argentina tienen una industria nacional y, por lo tanto, cuentan con una pol�tica de defensa de sus productores frente a EE UU. En cambio, en las econom�as del Pac�fico �Chile, Ecuador, Per� y, eventualmente, M�xico� una parte muy importante de las exportaciones est� ligada a los recursos naturales: en M�xico el petr�leo, en Chile el cobre, en Ecuador y Per� la miner�a. Por lo tanto, la apertura comercial contribuye a abrirles mejores opciones hacia los distintos mercados del mundo, en particular hacia China. Estas visiones distintas ocurren en el contexto de un mayor distanciamiento entre los pa�ses, cr�ticas mutuas y puntos de vista divergentes entre las naciones latinoamericanas y EE UU, y entre la Uni�n Europea y Am�rica Latina. Para superar la marginalidad creciente de la regi�n en los temas globales, tanto pol�ticos como comerciales, es esencial poder dise�ar una agenda de cooperaci�n constructiva que sea capaz de abordar los temas sustantivos que interesan a los distintos actores. Es indudable que toda agenda de futuro que vincule a la regi�n latinoamericana con los mayores poderes de Occidente deber� incorporar, junto con los temas comerciales y de migraci�n, cuestiones de seguridad que requerir�n tener en cuenta el problema de las drogas, el crimen organizado y el terrorismo.
En quinto t�rmino, hay una gran polarizaci�n pol�tica y social. Algunos pa�ses tienen fracturas sociales muy profundas que pueden generar situaciones de alta conflictividad, como ocurre en Bolivia, Ecuador, Guatemala, Colombia o Hait�. Tambi�n hay pa�ses relativamente estables, con niveles aceptables de integraci�n y cohesi�n social, como Chile, Uruguay, M�xico y Costa Rica. Esto no implica la inexistencia de conflictos o tensiones, pero comparativamente �stos son bastante menos graves que en el resto de la regi�n. En el grupo de pa�ses m�s conflictivos, las dificultades de gobernabilidad est�n directamente relacionadas con estas fracturas sociales y con la polarizaci�n, lo que puede desembocar en enfrentamientos y en crisis o rupturas del orden democr�tico.
En sexto lugar, la competencia por el liderazgo estimula las diferencias entre los presidentes de la regi�n. La confianza interpersonal entre los mandatarios se ha erosionado, tal como evidencian los discursos y las recriminaciones. Esto va m�s all� de un determinado �nfasis durante la campa�a electoral. Es algo m�s profundo. En este contexto, los choques con Hugo Ch�vez se han incrementado.
El �efecto CNN� �es decir, el impacto de los medios audiovisuales� aumenta la repercusi�n de los discursos m�s all� de los actores directamente involucrados. La crisis del gobierno de Lula afect� la capacidad de liderazgo de Brasil. Ese espacio fue aprovechado por Ch�vez, quien, adem�s, posee recursos econ�micos que est� dispuesto a utilizar para afianzar su proyecto de integraci�n alternativo (la Alternativa Bolivariana para las Am�ricas �ALBA�) y su propuesta pol�tica. Esto marca una diferencia sustantiva con otros momentos de disputa por el liderazgo, en los que Brasil siempre aparec�a con m�s recursos, independientemente de si los usaba o no y de su grado de efectividad real. Hoy, los recursos derivados del petr�leo venezolano est�n dirigidos a desarrollar un proyecto alternativo de integraci�n e inserci�n de la regi�n y un cambio del modelo pol�tico.
La s�ptima cuesti�n es el debate entre populismo y pragmatismo. Los m�rgenes de acci�n para los pa�ses latinoamericanos en el contexto de la globalizaci�n son limitados. Ello hace que sea dif�cil diferenciar entre los distintos programas y propuestas que se pueden aplicar. Quienes buscan insertarse en el sistema global intentan desarrollar pol�ticas definidas como �responsables �, que en algunas �reas de la macroeconom�a no se diferencian sustancialmente de las pol�ticas neoliberales. En cambio, s� se diferencian profundamente en el aspecto social: sus programas buscan mejorar la calidad de vida de los ciudadanos, en especial de los sectores m�s postergados y vulnerables.
Sin embargo, este tipo de liderazgo no hace grandes ofertas, ni pregona la soluci�n de los problemas de las grandes mayor�as. Apela m�s bien a la responsabilidad para alcanzar soluciones en un contexto de opciones limitadas.
La crisis de representaci�n favorece la aparici�n de propuestas �neopopulistas�. Eminentemente pol�tico, el fen�meno neopopulista se manifiesta en un tipo de liderazgo en el cual el rol de las instituciones es muy limitado, ya que se basa en una comunicaci�n directa entre el l�der y el pueblo. Ello se ve facilitado por los medios audiovisuales. Este discurso y esta respuesta pol�tica poseen la capacidad de generar importantes movilizaciones. El populismo es un detonador de inestabilidad y profundiza la crisis de representatividad de las instituciones democr�ticas.
El cambio en las reglas, la desinstitucionalizaci�n, la concentraci�n de poder y el clientelismo se transforman en expresiones pol�ticas recurrentes. Los legados del neopopulismo en el sentido pol�tico, con independencia de sus resultados econ�micos y sociales, demandar�n la reconstrucci�n de las instituciones, del estado de derecho y de los derechos ciudadanos. Tareas nada f�ciles en un contexto de decepci�n de la ciudadan�a, que ve frustradas sus esperanzas. Recuperar los sistemas pol�ticos luego del colapso del populismo puede llevar mucho tiempo, un gran esfuerzo y una gran voluntad pol�tica.
A todo lo anterior hay que agregar un �ltimo elemento esencial: los plazos de concertaci�n y negociaci�n de los proyectos regionales son cortos. Aquellos que no sean dise�ados, concertados, aprobados y cuenten con capacidad de implementaci�n inmediata no tendr�n perspectivas de futuro. En 2009, se iniciar� otro ciclo electoral en la regi�n, que volcar� la energ�a de los pa�ses a su din�mica interna, relegando, una vez m�s, los temas de concertaci�n e integraci�n regional.
(Nueva Sociedad 205)
Columnista huésped | 12 de Noviembre 2006
2 Comentarios
No estoy de acuerdo con respecto a que Chavez gano el Referendum Revocatorio, ya que lo perdio con 40% a 60%, pero con el fraude “volteo la tortilla”. En las proximas elecciones del 3 de diciembre ya el fraude esta montado y segun las encuestas (pagadas por el gobierno), ademas de que la gente no se atreve a contestar la verdad (que votara en contra de Chavez), por temor a perder el cargo que tiene en el gobierno (factor miedo). La verdad es que en estos momentos Manuel Rosales esta por encima de Chavez, y lo ha estado desde el mismo momento en que se lanzo como candidato unico de la oposicion, lo cual Chavez no esperaba que sucediera. Es probable que el 4 de diciembre el Consejo Nacional Electoral manifieste que Chavez gano por amplio margen (aunque las encuestas digan lo contrario, especialmente las de Boca de Urnas = exit poll), pero la oposicion no va a aceptar ese veredicto, y saldra a las calles a reclamar el triunfo, y no las abandonara hasta que Chavez se vaya!!!! Podria correr mucha sangre, pero el pueblo no va a permitir que se instaure un REGIMEN COMUNISTA en Venezuela.
Gracias por ilustrarnos sobre lo que ocurre en Latinam�rica a partir de este an�lisis claro y conciso.