El resultado electoral de los Estados Unidos, que muchos esperaban fuese un aviso o una advertencia para los grupos que han dominado la vida pol�tica de ese pa�s durante m�s de veinte a�os, termin� por ser algo m�s rotundo: un repudio nacional a una pol�tica insolente de agresi�n y de declaratoria de guerra a todo el que se oponga, que viene acentu�ndose brutalmente desde que termin� la Guerra Fr�a con la derrota del imperio sovi�tico, y los Estados Unidos quedaron pr�cticamente como potencia �nica en este planeta.
Y el peso que el mundo puso, por decirlo as�, sobre los hombros del pa�s que consum� la derrota de Hitler, no fue recibido por los c�rculos all� gobernantes con humildad, sino como una autorizaci�n para convertir en agresiva y arrogante, una tierra que, conducida por l�deres dem�cratas como Woodrow Wilson, Franklin Roosevelt, Harry Truman y John Kennedy, fue vista por el mundo como una esperanza para la humanidad. Pero que, bajo distinta dirigencia, viene en guerra pr�cticamente permanente contra el que se oponga, desembarcando arrogantemente en Granada, en Panam�, donde alguien estorbe, fomentando golpes de estado como en Chile, o guerrillas como los contras de Nicaragua.
Hasta que, aparentemente, el pueblo se aburri� y lo dijo el martes pasado. Repudi� las c�rceles en el extranjero, la disminuci�n de las garant�as individuales que ha dramatizado el campo de concentraci�n de Guant�namo, donde se encierra sin abrir proceso, la prohibici�n a la prensa de que fotograf�e los ata�des que vienen de Iraq, el muro con que se impedir� el acceso de los mexicanos a quienes un Tratado de Libre Comercio iba a colmar de oportunidades y fuentes de trabajo. Todas las cosas, en fin, que han venido contradiciendo lo que los Estados Unidos fueron y lo que la humanidad ha admirado en los Estados Unidos como el pa�s de la esperanza.
Hay que aplaudir esta apertura que anuncia que la patria de Lincoln volver� a ser lo que fue, que nuevamente se gobernar� all� para los habitantes y no para los grandes tagarotes. Y que los Estados Unidos volver�n a ser una luz para la tranquilidad del mundo y no una amenaza para quienes discrepen de los grandes intereses.
Un pa�s donde vuelva a ser m�s fuerte la sombra de John Kennedy que la de los que celebraron su muerte. El pa�s que todos hemos amado, admirado y envidiado.
(La Rep�blica)
Alberto F. Cañas | 11 de Noviembre 2006
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