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Chisporroteos

Alberto F. Cañas | 1 de Noviembre 2006

Es obvio que no milito en las filas de quienes dan alaridos de alarma cada vez que hay una manifestaci�n o un desfile. No soy de los que querr�an una democracia silenciosa, donde las autoridades van haciendo lo que les viene en gana, y la �nica manera de desaprobar lo que hacen es votar contra los que gobiernan en las pr�ximas elecciones.

Para m� ha sido motivo de curiosidad a lo largo de mi vida, observar la conducta del pueblo norteamericano en relaci�n con la vida pol�tica de su pa�s, que en buena parte responde a lo que acabo de decir.

La participaci�n del p�blico en los grandes debates o ante las grandes cuestiones, casi nunca existe, y se limita a lo que llevo dicho; a votar cada dos a�os. Pero debemos tomar en cuenta que es un pa�s de abstencionistas. He tenido amigos all� que se jactan de no haber ido nunca a votar. Los Estados Unidos son una gran democracia, pero probablemente la democracia con menos vitalidad ciudadana del mundo civilizado. Las autoridades de ese pa�s trabajan con carta blanca.

Esto puede deberse a que el poder pol�tico est� all� tan repartido por obra del sistema federal que adoptaron y que lo reparte entre cincuenta y un gobiernos a m�s del n�mero de municipalidades que ustedes quieran, que en 230 a�os de vida independiente, ese pa�s no ha sufrido una dictadura ni un gobierno de fuerza que haya obligado a los norteamericanos a reaccionar violentamente.

Aunque hace treinta y pico de a�os, la reacci�n juvenil contra la guerra de Vietnam fue enorme y dio origen al movimiento hippie que tanto alarm� a la gente respetable (dentro de la cual recuerdo haberme inscrito yo mismo).

Ning�n pa�s del mundo ha logrado copiar y menos aplicar con �xito la f�rmula norteamericana de gobierno descentralizado. Los ensayos federales en la Am�rica Latina (M�xico, Venezuela, Brasil), han fracasado.

No s� si es una adhesi�n excesiva a la manera de vivir (tanto pol�tica como social y cultural) de los Estados Unidos lo que lleva a algunos costarricenses a desconfiar de ciertas manifestaciones y maneras de actuar, de ser, de pensar, de pronunciarse y de definirse que han sido consustanciales con la democracia costarricense, aunque, como dije, hayan sido casi desconocidas en la democracia norteamericana.

Se me acaba el espacio. Suspendo aqu�. Continuar� el s�bado.

(La Rep�blica)

Alberto F. Cañas | 1 de Noviembre 2006

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