Por Luis Alberto Monge
� Palabras en el seminario ��Hacia ad�nde va Costa Rica? Sistema pol�tico y escenarios de gobernabilidad democr�tica post-elecciones 2006�, convocado por la Escuela de Ciencias Pol�ticas, la Facultad de Derecho y la Maestr�a Centroamericana en Ciencias Pol�ticas de la Universidad de Costa Rica, el Colegio de Abogados, el centro de Estudios para el Futuro, FLACSO - Costa Rica, la Fundaci�n Konrad Adenauer - Costa Rica y el PNUD - Costa Rica. Centro Cultural de M�xico, 17 de octubre de 2006.
Agradezco la benevolente invitaci�n de las respetadas instituciones que re�nen este oportuno seminario sobre cuestiones que afectan a nuestro sistema de vida en libertad. Me siento muy c�modo entre costarricenses bienhechores y un poco inc�modo entre tantos acad�micos e intelectuales, porque solo soy un octogenario jubilado. Me atrevo a participar en este coloquio a t�tulo de ciudadano activo, cr�tico y propositivo, con un talante pr�ctico arraigado en la experiencia del luchador que hay en m� por la justicia, la solidaridad, la libertad, la democracia y la paz. Donde se honre a Costa Rica, yo estoy.
El ejemplo de dos prohombres
Dos insignes compatriotas se nos adelantaron estos d�as en el tr�nsito a la eternidad. Don Joaqu�n Vargas Gen� y don Rodrigo Madrigal Nieto. Esta es una de las primeras veces que hablo en p�blico desde tan infaustos acontecimientos y deseo dedicar un espacio a su memoria. Ambos fueron ciudadanos de la esfera privada que en circunstancias especiales sirvieron al Gobierno de la Rep�blica. Fueron personas independientes, no hombres de partido. Dedicados al periodismo, fomentaron la tolerancia. Juntos, fueron co-fundadores del Observatorio de la Libertad de Expresi�n. Amaron entra�ablemente a Costa Rica. Vivieron y murieron en el cari�o familiar, cultivaron la amistad, anduvieron rodeados por el aprecio y el respeto. Sus ejemplos orientan en la honestidad, la generosidad y la defensa valiente del inter�s nacional, a quienes continuamos en peregrinaci�n por los largos y polvorientos caminos de la patria. Gracias a Dios por la vida de estos dos prohombres.
La fe costarricense en un tiempo nublado
Confieso que nunca vi m�s sombr�o el futuro de la Rep�blica. Los m�rgenes pol�ticos, angostados. Los partidos, agonizando. Los poderes p�blicos, enervados. La legislatura, avasallada por factores extraparlamentarios. La inequidad, desaforada. La clase media, estrujada. Los sectores populares, empobreci�ndose m�s. El Estado Social de Derecho, asediado. El patrimonialismo a la orden del d�a. La inseguridad ciudadana en crecimiento. La Constituci�n Pol�tica, violada. La titularidad del mando en manos espurias. La naci�n, rasgada. La ciudadan�a con voto pero sin voz. El di�logo ausente y los extremismos en ascenso. Es un panorama fosco.
Sin embargo, el car�cter costarricense se afirma siempre en la fe. Recuerdo a un profesor de filosof�a de nuestro siglo XIX quien escribi�: �He preguntado a los pueblos qu� hora es, y me responden: es media noche; esperemos que amanezca�. Tengo presente la estrofa del amigo poeta ausente: �De veras, hijo, / ya todas las estrellas han partido. / Pero nunca se pone m�s oscuro / que cuando va a amanecer�. El deber c�vico impone a cada uno de nosotros, trabajar con esperanza.
Confianza en los educadores y los estudiantes
Mi esperanza est� en la ni�ez, la juventud y el magisterio. Costa Rica es una pedagocracia. Nuestro ej�rcito son los estudiantes y los maestros. Pueblo comprensivo y sensato, la dignidad, el honor y la soberan�a son defendidos principalmente por esta fuerza civil desmilitarizada, neutral, pac�fica. Si escuelas, colegios y universidades quieren, si se puede � si no, no. As� fue en las manifestaciones de educadores y estudiantes en 1919 contra la tiran�a; las marchas nacionalistas de la Liga C�vica en 1928; la resistencia estudiantil de 1943 en aras de la pureza electoral; la huelga de brazos ca�dos de los empresarios o el desfile silencioso de las mujeres en 1947; la protesta estudiantil de ALCOA en 1970; o el llamado combo del ICE en 2000. Estoy cierto que as� ser� ma�ana.
Conf�o tambi�n en los imponderables que Bismarck, el Canciller de Hierro, ubicaba en la acci�n pol�tica allende los riesgos, las oportunidades y las alternativas. Son fuerzas que no se tocan ni se ven, fuerzas ideales que en un momento germinan y se desarrollan y se vuelven poderosas como una creciente de r�o que todo se lo lleva. Entre esos imponderables pol�ticos, don Ricardo Jim�nez inclu�a la intuici�n: �Los ticos �dec�a �l� son como las mulas de noche en los malos caminos, que parece que huelen los precipicios. Los va salvando el instinto�. La sabidur�a costarricense brota de la tierra, como el agua manantial: es resultado de centuria y media de educaci�n y m�s de cien a�os de pr�ctica democr�tica, el oro de la experiencia que amontona la batalla progresista de generaci�n tras generaci�n.
La esperanza, sin embargo, no puede obnubilar. Para acertar en el rumbo a seguir, hay que partir de un diagn�stico preciso. Menciono algunos obst�culos que deben ser superados pronto.
Un pueblo con voto pero sin voz
La democracia ha ca�do en el �tri�ngulo de las Bermudas� que constituye la delet�rea conjunci�n de las 3-P: pol�tica, plata y propaganda.
Durante la campa�a electoral reci�n pasada, todos los medios de comunicaci�n masiva, menos alguna excepci�n honrosa, apoyaron una sola de las opciones electorales en las noticias, en los editoriales y en la agenda informativa. Las encuestas de opini�n fueron utilizadas como arma arrojadiza. Hubo una millonaria campa�a paralela favorable al acuerdo comercial, en la cual aparec�an en pantalla incluso las mismas figuras que sal�an en la campa�a de uno de los partidos.
Concluido el cuestionable conteo de los sufragios, el ba�o de incienso y el coro de alabanzas al r�gimen es anonadador. Alarma comprobar que la democracia costarricense es v�ctima de un sistema de incomunicaci�n social. Es un aparato de propaganda totalitario que niega la diversidad y favorece el monopolio.
Acaba de anunciarse que un conglomerado de televisi�n compr� un conglomerado de radioemisoras, seguido por un silencio cohonestador de la concentraci�n de la propiedad en los medios de comunicaci�n. �No es que las frecuencias de radio est�n fuera del comercio de los hombres?
Los ciudadanos conscientes somos agredidos con t�rminos de extremistas, comunistas, anticostarricenses o peor todav�a, si planteamos tesis discrepantes con los factores econ�micos y pol�ticos nacionales e internacionales que est�n detr�s de ese aparato goebbeliano. Muchos costarricenses solo cuentan con la Internet para expresar su pensamiento.
Los justos reclamos de los sectores populares, son ignorados. A diario se recuerda a Mart�n Fierro cuando dice que �son campanas de palo, las razones de los pobres�. Sigue vigente el concepto que expres� en un art�culo publicado por algunos diarios de Am�rica Latina, hace casi cuarenta a�os: �Queremos ser un pueblo con voz y voto�. Desgraciadamente, el costarricense es hoy un pueblo con voto pero sin voz. Este auditorio comprende de qu� hablo porque algunos de ustedes han sido blancos de la razia de intolerancia monocr�tica en los medios, y otros se ven forzados a desentonar, entonadamente.
Todo r�gimen de inclinaci�n autoritaria hace lo indecible por tener a su servicio las comunicaciones, los peri�dicos y la televisi�n, una prensa d�cil, ciega y sorda, porque ello le permite manipular a la opini�n p�blica, haciendo pasar mentiras por verdades, verdades por mentiras, calumniar a sus cr�ticos y ensalzar a sus dom�sticos. Si la libertad se constri�e, si la diversidad se asfixia, si la prensa es monocorde, si la propiedad de los medios se concentra, la democracia se debilita y la ciudadan�a se desborda a calles, parques y plazas.
Ineptitud pol�tica de antolog�a
El tr�mite del tratado mal negociado es un caso digno de estudio para los anales de la ineptitud pol�tica. Por encima de las deficiencias, insuficiencias e inconveniencias del texto mismo, se destaca la impericia en el manejo pol�tico del tema. A la fuerza, ni los zapatos entran.
El nuevo gobierno obtuvo apenas una peseta de los cien centavos de apoyo electoral disponibles en febrero pasado. Sin embargo, en este asunto se conduce y habla como si tuviera un billete de mil pesos en la bolsa. Y a ratos pareciera que hasta cree en su propia propaganda.
Se machaca que en la democracia la mayor�a manda, pero no se acepta que Costa Rica es ahora un r�gimen de puras minor�as. Para hacer mayor�a, hay que dialogar, ceder y concertar. Pero estas realidades son anatema cuando se propugna �la tiran�a en la democracia�, si bien tal contradicci�n conceptual revele un cuadro peligroso.
En el cuatrienio pasado se demostr� que no basta con ajustar una mayor�a, sino que importan igualmente e incluso m�s, cu�ntos y qui�nes son la minor�a militante en oposici�n. El gobierno anterior cont� al comienzo con 19 diputados y el partido cogobernante con 17 para un total de 36 (dos menos de la mayor�a calificada), pero 5 minoritarios lograron frenarlos. No se aprob� la reforma fiscal y, duele reconocerlo pero es cierto, un gobierno sin plata es un pobre gobierno. De manera que cuando se dice que con 29 votos basta y sobra, queda mucho trecho del dicho al hecho.
Comercio justo vs. libre comercio
Hago ahora una digresi�n personal. Creo en la apertura comercial. Creo en la inversi�n extranjera. Creo en el comercio justo que sobrepuja al libre comercio. Sin que sean perfectos, considero aceptables los convenios comerciales firmados con M�xico, Canad�, Chile y la regi�n del Caribe. Es recomendable programar con sabidur�a y total apego a los intereses de Costa Rica, acuerdos comerciales con la Uni�n Europea, pa�ses de Asia y de Ocean�a. Soy amigo de Estados Unidos. El pueblo costarricense no padece el trauma del antiyanquismo. Costa Rica necesita un acuerdo comercial con nuestro principal mercado.
Estas convicciones est�n avaladas por la conducta de mi prolongada vida p�blica. En la administraci�n que presid� de 1982 a 1986 se estableci� el Ministerio de Comercio Exterior, se puso en marcha el llamado modelo de promoci�n de exportaciones y se dio la ley de incentivos a la industria tur�stica, principal fuente de divisas extranjeras.
En ese periodo el pa�s fortaleci� los v�nculos comerciales con Estados Unidos a trav�s de la Iniciativa de la Cuenca del Caribe, que abri� unilateralmente el mercado norteamericano a casi todos nuestros productos de exportaci�n. Conocedor de mis viejos nexos laboristas con la poderosa confederaci�n obrera AFL-CIO, el Presidente Reagan me solicit� viajar a Washington para suavizar su oposici�n a la Iniciativa de la Cuenca del Caribe.
Una nueva negociaci�n con Estados Unidos
Dicho lo anterior, reafirmo que este proyecto de acuerdo comercial suscrito con Estados Unidos es inconveniente para Costa Rica.
� El decoro de la patria y la soberan�a nacional menguan en vez de enaltecerse. � Las potestades constitucionales y legales se restringen en lugar de defenderse. � La desmilitarizaci�n voluntaria y la neutralidad perpetua quedan en entredicho por el est�mulo al comercio de armamentos. � Nuestro r�gimen institucional �ICE, INS, Seguro Social, etc. � se menoscaba y los principios de solidaridad y universalidad se debilitan. � La inequidad es evidente pues all� prevalecen las leyes locales sobre el tratado, pero aqu� el tratado imperar�a sobre las leyes nacionales. � De llegar a ratificarse, ser�a una camisa de fuerza ideol�gica que impide la libertad de escoger nuestro propio camino al desarrollo.
Creo que se debe retirar la firma de Costa Rica del texto mal negociado y, en el mismo acto, proponer a Estados Unidos la negociaci�n de un acuerdo comercial adecuado a nuestras dos naciones, tal y como Estados Unidos negocia bilateralmente con Colombia, Panam� o el Per�. �Acaso merecemos los costarricenses menos respeto y consideraci�n que los hermanos colombianos, paname�os o peruanos?
Ha de ser una negociaci�n de Estado, que tome en cuenta de manera sustantiva y transparente a cada sector afectado. Esa negociaci�n debe reconocer nuestras particularidades en el desarrollo, la civilizaci�n y la cultura, las cuales distinguen a Costa Rica de pa�ses vecinos.
La nueva negociaci�n con Estados Unidos debe superar el doloroso desgarramiento que padece el alma nacional con respecto al texto actual y evitar convulsiones sociales y pol�ticas que descarrilen, a�n m�s, nuestro sistema institucional de vida en libertad.
El TLC no vale una gota de sangre costarricense
Entre tantas observaciones al tratado mal negociado, en semanas recientes se ha revivido la objeci�n a la cl�usula que atropella el sacrosanto amor de los costarricenses por la paz y que tiene tres fechas culminantes en la historia de nuestra democracia:
� el 1� de diciembre de 1948, cuando abolimos el ej�rcito como instituci�n permanente � el 17 de noviembre de 1983, cuando le declaramos unilateralmente la paz al mundo entero, con la Proclama de la Neutralidad en los conflictos b�licos, y � el 8 de setiembre de 2004, cuando fue reconocido el Derecho a la Paz como derecho humano fundamental, valor rector de la sociedad enmarcado en el Derecho de la Constituci�n.
El decreto que menciona la elaboraci�n de combustible nuclear produce asombro, dolor, angustia y horror. He escuchado intentos de explicaci�n gubernamental sobre la cuesti�n de la fabricaci�n de armamentos militares y la producci�n de combustible nuclear en nuestro territorio, que pueden sintetizarse as�: donde digo digo, no digo digo, digo Diego.
Hay signos ominosos de la declinaci�n de instituciones y valores que otrora marcaron las singularidades y glorias de nuestra democracia. Alcanc� a escuchar parte de las indignadas declaraciones de Monse�or �ngel San Casimiro al ver rodeada e invadida la catedral de Ciudad Quesada por agentes de seguridad, cuando dijo: �Esto no es Costa Rica. Si Jes�s y don Pepe revivieran, volver�an a caer muertos�.
El tratado mal negociado no vale una gota de sangre costarricense.
No puede atribuirse a ninguna potencia mundial �de cualquier signo ideol�gico� la responsabilidad por las desgracias de opresi�n econ�mica y pol�tica padecidas por nuestros pueblos; esas desgracias nunca se dieron sin la complicidad de aliados que estaban siempre a espaldas del inter�s nacional. Creo que no debe correrse ning�n riesgo ante cl�usulas lesivas a las mejores tradiciones de nuestra patria y a los leg�timos intereses de los sectores populares.
La redacci�n actual del tratado con Estados Unidos, ocasionar�a perjuicios irreparables a nuestro pa�s.
Costa Rica perdi� el rumbo
La democracia costarricense perdi� su rumbo har� unos veinte a�os, cuando:
� el principio de solidaridad social fue desplazado por la competencia a ultranza � la producci�n, por el consumo � el ahorro, por el dispendio � la frugalidad, por la acumulaci�n de riquezas � el altruismo, por el ego�smo � la calidad de vida, por el lujo ostentoso � la seguridad alimentaria, por el mercantilismo � la cultura, por el entretenimiento � el buen gobierno, por la componenda � la probidad, por la corrupci�n � los valores propios, por modas importadas.
Aqu� se vive la negaci�n del dictado jur�dico que aconseja igualar la producci�n con la apropiaci�n, para que ambas sean sociales y no una social y la otra privada, l�gicamente con respeto a la propiedad, a la empresa y a la libertad.
En palabras augustas del recordado Papa Juan Pablo II, �para superar estos mecanismos perversos� y sustituirlos con otros nuevos, m�s justos y conformes al bien com�n de la humanidad, es necesaria una voluntad pol�tica eficaz�.
Hace dos d�cadas que la democracia costarricense baj� la guardia y rest� todo �mpetu a la lucha contra la pobreza, contra la indigencia y contra la exclusi�n social. Este es un retroceso econ�micamente irracional, pol�ticamente inaceptable y �ticamente vergonzoso.
Esos �mecanismos perversos� que el Magisterio Eclesi�stico repudia, han hecho de Costa Rica la democracia centroamericana con el deterioro m�s acelerado de la distribuci�n del ingreso. En vez de avanzar hacia una naci�n de propietarios, retrocedemos hacia una naci�n de proletarios. El nuestro dej� de ser un solo pa�s, pues ahora hay cuatro colectividades que comparten un mismo territorio.
� En el penthouse, medio mill�n de individuos del primer mundo criollo obtienen la mitad del ingreso nacional � En el primer piso, mill�n y cuarto de gentes de los sectores medios �algunos en ascenso, la mayor�a en descenso� perciben un tercio del producto nacional � El tercer mundo de la clase trabajadora, casi un mill�n de conciudadanos, ocupa la planta baja que percibe menos del diez por ciento de la riqueza que la sociedad toda genera � Y en el s�tano, el cuarto mundo costarricense, un mill�n de compatriotas pobres o indigentes que se las arreglan con menos del cinco por ciento del ingreso total � �un cinco de cada col�n!�.
Esta degradaci�n de la democracia es escandalosa desde cualquier punto de vista, y es alarmante porque acumula elementos volc�nicos bajo el suelo que pueden hacer explosi�n en presencia de una chispa como la insolencia de la intolerancia, los excesos policiales o la fabricaci�n aqu� de combustible nuclear.
Dentro de tres lustros, la pac�fica y neutral Costa Rica celebra sus primeros 200 a�os de vida independiente. Propongo que en los 15 a�os que nos separan del bicentenario nacional, el pa�s entero se incorpore de lleno a una estrategia nacional de guerra sin cuartel contra la inequidad, contra la pobreza y contra la indigencia.
La meta debe ser una democracia libre del flagelo de la exclusi�n social; una democracia en la que, como dispone la Constituci�n Pol�tica, el Estado cumpla su responsabilidad de �procurar el mayor bienestar a todos los habitantes, organizando y estimulando la producci�n y el m�s adecuado reparto de la riqueza�; un Estado que vigile el cumplimiento de los derechos econ�micos, sociales y culturales del ciudadano, �derivados del principio cristiano de justicia social, aplicables por igual a todos los factores concurrentes al proceso de la producci�n, a fin de procurar una pol�tica permanente de solidaridad nacional�; una democracia social participativa y de oportunidades econ�micas para todos, capaz de garantizar, a cada ciudadano y a cada familia, dignidad, alimentos, seguridad y libertad.
Surgen las redes ciudadanas, los partidos caducan
El sistema de partidos pol�ticos surgido de la convulsi�n social de la d�cada de los a�os 40 del siglo pasado, est� en grave riesgo de fenecer. Los partidos figuerista, calderonista y morista cumplieron su ciclo de vida de luz y de sombras.
En el milenio nuevo, se requieren una cultura c�vica restaurada y nuevas formas de organizaci�n social descentralizadas, participativas, verdaderas redes ciudadanas.
Hay que reconstituir un pacto social que refleje la pluralidad de la sociedad, respete a las minor�as, garantice la estabilidad y permita mejorar la gobernabilidad.
En la era del paradigma ecol�gico, la l�gica de los movimientos en la sociedad civil es otra, como consecuencia de la evoluci�n cultural basada en la interconectividad, los procesos relacionales, los patrones din�micos, el cambio y la transformaci�n continuos. Una �poca concluye y emerge un cambio cardinal, de las estructuras construidas con bloques aislados a los patrones de relaciones en red, la democracia de los ciudadanos, un camino nuevo con alma y coraz�n.
En mis conversaciones con ciudadanos de todos los estratos sociales, corrientes pol�ticas y regiones geogr�ficas, encuentro que persiste la fidelidad a la democracia como sistema, al mismo tiempo que aumenta la insatisfacci�n por los escu�lidos resultados de la gesti�n gubernamental. Muchas necesidades ciudadanas y problemas de car�cter pol�tico, econ�mico y social siguen insatisfechos tras varias administraciones de signo distinto, aunque de estrategia y programa com�n.
Cunde la desesperanza alimentada por los esc�ndalos de corrupci�n y los juicios por la prensa. La corrupci�n sist�mica envilece las instituciones, e impacta el conjunto del Estado y el sector privado. Se requiere una estrategia nacional contra la corrupci�n a objeto de frenar la utilizaci�n de normas y costumbres, legal o institucionalmente reconocidas, para el usufructo del patrimonio colectivo en beneficio propio o del grupo social, pol�tico o econ�mico al cual se pertenece. Hay que atajar el tr�nsito de directores y ejecutivos de la banca y las finanzas particulares, a la banca y las finanzas p�blicas, y viceversa. Es forzoso erradicar la impunidad. La corrupci�n constituye un factor de deslegitimaci�n del sistema pol�tico y genera un creciente repudio ciudadano.
La violencia y la inseguridad ciudadana siguen en aumento, afect�ndose la gobernabilidad democr�tica. Un pa�s que carece de capacidad para imponer el imperio de la ley sobre su territorio y proteger los derechos humanos, cuidar a las personas y hacer cumplir el orden estatal, se expone a mayor polarizaci�n social e inestabilidad. Hay �reas controladas por organizaciones ligadas a actividades il�citas. El sicariato es una triste realidad en Costa Rica. El crimen organizado es un peligro en ascenso. La inseguridad es multidimensional y deben afrontarse sus aspectos pol�ticos, econ�micos, sociales, de salud y ambientales.
El orden constitucional est� roto
La complejidad aumenta en la coyuntura actual porque el r�gimen se alz� la titularidad para conducir el Gobierno, con una deslegitimaci�n ing�nita insalvable.
La Presidencia est� en manos espurias porque la Constituci�n Pol�tica no ha sido enmendada por una Asamblea Constituyente o por la Asamblea Legislativa. La prohibici�n de la reelecci�n presidencial fue subvertida por un artificio tribunalicio, tan pol�tico cuanto contrario al Derecho de la Constituci�n. En rigor, es un r�gimen de facto.
Para m�, uno de los �ltimos sobrevivientes de los constituyentes de 1949, el orden constitucional est� roto.
Los comicios pasados contin�an entre signos de interrogaci�n. Esta es la hora en que se desconocen an�lisis acad�micos sobre los alcances de los 696 incidentes de nulidad presentados durante el escrutinio. Tampoco se conocen estudios en profundidad sobre patrones de votaci�n, extra�os en determinados casos. Los ciudadanos no recibieron por los medios de comunicaci�n informaci�n adecuada y veraz, derecho que da el art�culo 46 constitucional, sobre lo acontecido en el tribunal electoral. Quedaron al descubierto la obsolescencia del sistema, la senescencia de los m�todos y la incapacidad de respuesta ante un enjambre de inconsistencias, omisiones y rarezas. Las aguas volvieron a su nivel y hay menor susceptibilidad, pero a�n no se revisa a fondo el funcionamiento del sistema electoral ante tan numerosas fisuras y disfuncionalidades que demandan pronta correcci�n.
La legalidad maltrecha y la deslegitimaci�n progresiva se han traducido en a�os recientes en la interrupci�n de mandatos presidenciales en nueve pa�ses de la Am�rica Latina. En Bolivia, dos de ellos no terminaron su gobierno; en Ecuador fueron tres; y uno en Per�. A ello se debe agregar el golpe fallido en Venezuela. Los casos restantes se registraron en Paraguay en 1999 y en Argentina en 2001. �Est� el exacerbado presidencialismo costarricense vacunado contra una eventualidad semejante? Juegan con fuego quienes pretenden ignorar estas realidades pol�ticas insoslayables.
La forja de una Agenda de los Ciudadanos
Concluyo estos aportes al seminario ��Hacia d�nde va Costa Rica?�, con dos propuestas.
Urge acordar una visi�n estrat�gica nacional. En este desider�tum coincido con la Comisi�n de Notables que analiz� el convenio comercial de las discordias, la Defensor�a de los Habitantes, las universidades estatales y la Conferencia Episcopal.
Se requiere una perspectiva renovada que encarrile a la naci�n por la exitosa v�a costarricense al desarrollo, para adoptar las decisiones fundamentales que posibiliten alcanzar las anheladas metas de desarrollo humano.
Los pa�ses con m�s elevadas tasas de crecimiento en el tr�nsito al nuevo siglo tuvieron una agenda de desarrollo; podemos capitalizar las valiosas lecciones de las mejores pr�cticas de Chile, Corea, Finlandia, Irlanda, Malasia, Singapur o Nueva Zelanda.
En este empe�o patri�tico de armonizaci�n, deben participar todos los sectores que integran la naci�n. Los acad�micos, empresarios y dirigentes que hace un a�o suscribimos la Declaraci�n de los 24, sugerimos que las universidades p�blicas pongan en marcha un mecanismo para consensuar una visi�n estrat�gica de pa�s, centrada en el desarrollo de la persona humana.
Luego de doce a�os de diagn�stico realizado por el Programa Estado de la Naci�n, se solicita a las universidades estatales emprender un segundo programa, �ste de prognosis que forje la Agenda para los Ciudadanos.
Un nuevo pa�s, una Constituci�n nueva
Costa Rica necesita una nueva Constituci�n Pol�tica. Nuestra sociedad ha cambiado mucho m�s en los 57 a�os anteriores, que en los 78 transcurridos de 1871 a 1949.
Hay una transformaci�n planetaria de la cosmovisi�n mecanicista dominante desde el siglo XVII, al nuevo paradigma ecol�gico de la sociedad solidaria en red. La historia se ha acelerado por la revoluci�n cient�fica, la tecnolog�a de la informaci�n y el proceso de mundializaci�n.
Las leyes, la fundamental primero, deben ajustarse a la mutaci�n de los tiempos y de las realidades sociales, asimilar las ense�anzas del quehacer pol�tico y tomar en cuenta la aparici�n de nuevos sectores sociales, nuevos problemas, nuevos desaf�os y nuevas posibilidades.
En 1996 escrib� que las reformas parciales aprobadas o planteadas, terminar�n por convertir la Carta Magna en un pantal�n de pordiosero con remiendos por todo lado.
Estamos urgidos de profundas reformas desde su base constitucional, en la estructura y funcionamiento de los supremos poderes as� como de todo el aparato administrativo de la naci�n.
Es hora de evolucionar del presidencialismo funesto hacia un parlamentarismo moderno, vivificante y m�s democr�tico.
Es imperativo ampliar los derechos y deberes ciudadanos, como afianzar el Estado Social de Derecho.
Creo que debe integrarse una Comisi�n Redactora que recoja y sistematice experiencias e ideas para formular un borrador de Constituci�n Pol�tica. Ese texto debe ser analizado, debatido y, en lo posible, consensuado hasta viabilizar la convocatoria de una Asamblea Nacional con unos 30 diputados constituyentes.
Nada se arregla, mientras no se arregle todo
Hemos llegado a una de esas encrucijadas hist�ricas en que nada se arregla, mientras no se arregle todo.
Es en este contexto que cobran su m�s enaltecido significado las luchas que se avecinan contra quienes ensucian la dignidad nacional, contra los mercaderes metidos en el templo, contra quienes prefieren m�s lo ajeno que lo propio, contra todo filibustero y sus colaboradores�
Los manes heroicos de don Juan Rafael Mora y de don Jos� Figueres Ferrer alumbran y alientan a las actuales y futuras generaciones de sus conciudadanos, en la vigilancia perpetua de la independencia nacional, la soberan�a real y la integridad territorial. Sus legendarias luchas por la justicia, por la fraternidad genuina, por la espl�ndida libertad, son inspiraci�n sempiterna para no flaquear en la batalla de los siglos por m�s justicia, m�s solidaridad y m�s libertad para todos.
Espero que Tatica Dios, tan generoso conmigo, me prolongue un poco m�s las horas extra que estoy viviendo, para acompa�ar a mis compatriotas en las duras batallas que les esperan, y reencontrar juntos los rumbos hacia la Costa Rica del tercer milenio.
Con fe inquebrantable en el porvenir venturoso de la patria, s� que pronto va a amanecer.
Columnista huésped | 17 de Octubre 2006
3 Comentarios
Don Lu�s Alberto, gracias por estar tan productivo con an�lisis claros, oportunos, de buena lectura de los malos pasos en que anda nuestra democracia, por esos desgraciados que detentan el poder econ�mico y la gobernanza de nuestras instituciones, que otrora pertenecieron al pueblo. Adelante don Lu�s Alberto, no perdamos la br�jula y caminemos firmes hacia el faro de la Tercera Rep�blica.
Las palabras expresadas por Don Luis Alberto son de an�lisis obligado, ayudan a entender lo que est� pasando, se�alan nuevos caminos necesarios para la salud p�blica. Coincido con la necesidad de refundar nuestra sociedad, es necesaria la convocatoria a una Asamblea Nacional Constituyente, es imperativo limpiar el suelo patrio de tanto oportunista y, lo m�s grave, gente sin honor.
A pesar de mi cr�tica al se�or expresidente por un extracto anterior a esta ponencia, creo que resulta un documento de gran valor a la discusi�n de los derroteros nacionales en el marco del TLC. Nada m�s agregar que ninguna pespectiva renovada tendr� visos de serieda alguna si no contempla la necesiad, condiciones y plausibilidad de un nuevo orden mundial, de un radical golpe de tim�n en los procesos de mundializiaci�n y en los organismos internacionales que hoy los hegemonizan. Una estrategia orientada en un nuevo ordenamiento y funcionamiento de las Naciones Unidas parece cuesti�n medular.