Por Loida Pretiz - [email protected]
Cuando estudi� Historia de Arte Costarricense en la Universidad de Costa Rica con el profesor Willy Montero, disfrut� mucho al conocer el proceso que siguieron muchos artistas desde los a�os veintes y treintas, en busca de expresar un arte de car�cter universal y moderno pero pensado desde la identidad nacional. Fausto Pacheco y Quico Quir�s, de los m�s representativos en rescatar el paisaje de la casa de adobe que desaparec�a; otros, como Amighetti, con sus xilograf�as no solo se adentraba m�s en esas casas o iglesias para ofrecernos estampas de c�mo viv�a y sent�a nuestra gente, sino que planteaba, junto a otros grabadores nacionales, el uso de una t�cnica con nuestras maderas y un tipo de obra reproducible, cuyos precios estaban al alcance de muchas personas. Juan Manuel S�nchez indaga, entre otras cosas, en la animal�stica; Max Jim�nez se acerca al tema de la negritud; Emilia Prieto investiga los dise�os de la carreta, la canci�n y otras expresiones populares, y as� muchos m�s. Una b�squeda de artistas pl�sticos, escritores y otros, ligados a un momento de importante definici�n de nuestra nacionalidad en medio de condiciones sociales dif�ciles y luchas fundamentales por mejores condiciones de vida, como las garant�as sociales o el sufragio de las mujeres. Una historia que ha inquietado mucho en relaci�n con este proceso fue la de Francisco Z��iga con su Maternidad, presentada a un Concurso de Arte Centroamericano que se realiz� en el Teatro Nacional en 1935. La academia y otras personas influyentes cuestionaban el uso del granito tico, en lugar del cl�sico m�rmol, al estilo de las esculturas del Teatro Nacional. Tampoco gust� el aspecto ind�gena de la mujer y su pecho desnudo dando de mamar. Se dice que varios artistas de la �poca apoyaron a un Paco Z��iga decepcionado de nuestro ambiente limitado, para que se fuera a M�xico. Cuando recientemente instalaron la escultura dedicada al Papa Juan Pablo II del escultor Jim�nez Deredia, en el costado norte de la Catedral Metropolitana, me pareci� que volv�amos casi un siglo atr�s en al arte nacional, exaltando personajes de Europa y de relevancia mundial, utilizando el mejor m�rmol del mundo, como dice el mismo artista.
Y es que en la Costa Rica de hoy, cuando una gran parte de Guanacaste y la Pen�nsula de Osa se vende a tantos extranjeros, y en la mayor�a de casos se hace sin criterios de preservaci�n del medio ambiente o del patrimonio cultural y social de los pueblos aleda�os, urge que los y las artistas sigamos encontrando caminos para contribuir a la identidad nacional. Por ejemplo, en a�os recientes, recuerdo un par de pinturas de Adri�n Arguedas, que caricaturizan a los �pr�ceres� que nos pusieron a la entrada de Heredia �Ronald McDonald y el Coronel Sanders�. Adri�n los coloca en su pintura, a la par de personajes de la vida cotidiana costarricense, y con ello contribuye a cuestionar: �C�mo es posible que quien entre a Heredia vea estas figuras, en lugar de un homenaje, desde la contemporaneidad a Omar Dengo o a alg�n otro costarricense representativo de nuestros valores, cultura e identidad nacional?
Por eso me pregunto �a qu� se debe este retroceso, y por qu� no somos capaces de exaltar, a la par de la Catedral, figuras nuestras como la de Monse�or Sanabria? Parece que todav�a necesitamos ver hacia fuera, porque no valoramos lo propio. Por otra parte, �por qu� hacer tanto �nfasis en el m�rmol? En general, los artistas usamos materiales provenientes del extranjero pero no exaltamos que el valor de nuestra obra radique en la procedencia extranjera de estos. Podr�a m�s bien exaltarse la capacidad de usar creativamente nuestros recursos locales como lo hicieron los escultores cuando retomaron el granito de nuestros ind�genas en los a�os 20 y 30 del siglo XX. Pero enfatizar en el m�rmol de Italia me hace recordar que seguimos �envidiando los goces de Europa� a pesar de lo que diga nuestra Patri�tica Costarricense. Mi posici�n no es una actitud xenof�bica �antieuropea�, ni es una cr�tica en dem�rito de la obra y de la figura del Papa polaco, o de la calidad t�cnica del escultor. Es una preocupaci�n por el compromiso y la visi�n de los y las artistas costarricenses, y de las municipalidades, con el proceso de construcci�n y fortalecimiento de las identidades nacionales, sobre todo en momentos hist�ricos como el actual, en el que la riqueza ambiental y cultural de nuestro pa�s, as� como el propio territorio nacional, est�n en un acelerado proceso de deterioro y enajenaci�n.
(�ncora � La Naci�n)
Columnista huésped | 2 de Octubre 2006
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