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Enfoque

Jorge Vargas Cullel | Octubre 19, 2006 | 439 palabras

No fui parte de esa generación joven de los sesenta del siglo pasado que escribió en las paredes “Seamos realistas: pidamos lo imposible”; esa que pidió no confiar en nadie mayor de treinta años. No fui parte de ella, pero iba detrás con los ojos bien abiertos. Tampoco confié en los adultos hasta que el paso del tiempo me hizo ver que, para ser consecuente, tenía que dejar de confiar en mí mismo, y desde entonces me tengo una escrupulosa desconfianza. Casi cuarenta años después de pedir lo imposible en París, Berlín, Berkeley, Tlatelolco y San José, esa generación rebelde está hoy sentada en los sillones del poder… y tiene los sueños bien guardados en una caja fuerte.

En nuestro país los jóvenes sesentistas se revolvieron contra una sociedad cafetalera y patriarcal que ya había sido golpeada por las turbulencias de los años cuarenta. Lo hicieron con muchas voces distintas, en nombre de una modernidad que se desgarraba en tensiones por las búsquedas contrapuestas de libertad e igualdad. Produjeron su ración de líderes que movieron el cotarro con su rebeldía. Nadie recuerda hoy a los mojigatos que se escandalizaban por la minifalda, la mota y el peace and love, pero la tormenta de rebelión terminó en un murmullo. En nuestro país, esa generación no cuajó en figuras políticas de fuste, a menos que consideremos notable el aporte de personajes desteñidos como los hijos de los caudillos. Borró con rabia sus atrevimientos juveniles.

El inicio de siglo XXI testimonia una generación que no fue. No la llamo “generación perdida” pues esa ilustre denominación ya fue apropiada por un grupo de inmensos escritores. Simplemente, la que no fue: la cohorte de personas mejor educada en toda la historia del país, la que hablaba de un mundo nuevo, se diluyó en la intrascendencia política. Tiene empresarios, científicos, trabajadores y artistas muy notables, pero no fue capaz de producir pensadores o líderes políticos que impusieran su sello en la historia nacional. Pregunto a los cincuentones y sesentones: ¿dónde están?

La pregunta no es inocente. Los cuarentones venimos detrás y sin muchas luces políticas. En nuestra orfandad seguimos apelando, en búsqueda de legitimidad política, a la generación que maduró en los lejanos años cuarenta del siglo pasado: que si Don Pepe, que si Manuel Mora, que si el doctor Calderón Guardia o Monseñor Víctor Sanabria… Muy bien por la memoria histórica; sin embargo, muy mal por el futuro del país, especialmente cuando tenemos en nuestras manos un país que cambia rápidamente pero sin rumbo claro. Para redondearla, la muerte de don Rodrigo Madrigal Nieto nos dejó más huérfanos aún.

(La Nación)

Jorge Vargas Cullel | Octubre 19, 2006

2 Comentarios

* #748 el Octubre 19, 2006 09:57 AM Julia Ardón dijo:

Tu artículo de hoy, Jorge, me ha puesto a llorar. Porque siento la orfandad muy pero muy profundamente. En mi madre, mujer valiente y “loca” de aquella generación y que murió en 1988 con tan sólo 49 años y en mi padre, hoy vivo, preparando su celebración de 70 años; pero callado, discreto, al margen, creyendo que todos sus “arrestos juveniles” fueron propios de una época que ya se fue… y que ahora lo que le toca es ir al cine los viernes por la tarde a Multiplaza, comentar la película…. y no salir de su aldea alajuelense ni llegar tarde a la casa…

Pienso, lógicamente en otro huérfano que murió hace tres años y que ya tendría 63, que sí pegó gritos e hizo desastres también y se cuestionó cosas y se jugó la vida filmando sueños en aquellas colinas numeradas del Frente Sur….

Perdón, por lo personalísimo del comentario… pero me duele la orfandad a mi también, otra cuarentona errante y dispersa.. ¿qué pasó con aquella energía?

No es que la necesitamos, pero sí… tal vez sí.

* #749 el Octubre 19, 2006 10:12 AM Silvia Rodríguez C. dijo:

Estimado Jorge: soy de la generación de los sesenta, participé activamente en Tlatelolco…. gracias a Dios mis sueños no están guardados en una caja fuerte y mañana desfilo con el bloque verde. No soy ninguna pensadora ni lider política pero sí he tratado de eslabonar las inquietudes de mi generación con las de las y los jóvenes ecologistas. Saludos.

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