Por Juan Rafael Quesada Camacho, historiador
El peri�dico Cr�nica de Costa Rica afirmaba el 29 de julio de 1857, que William Walker hab�a tenido una espl�ndida acogida en Nueva Orle�ns; que se hablaba de una nueva invasi�n a Nicaragua (como efectivamente ocurri�) bajo los mismos pretextos (poner orden donde reinaba la anarqu�a, “civilizar”) “con el apoyo, con la tolerancia e indiferentismo de su gobierno”. Agregaba esa fuente, que “si desde la invasi�n de M�xico y ocupaci�n de California, desde la anexi�n de Tejas, la Am�rica espa�ola hubiera protestado y se hubiera unido, si se hubiera realizado la uni�n entre los pueblos del mismo origen, otra ser�a hoy nuestra situaci�n”.
Esta referencia, como muchas otras en el mismo sentido, ponen de manifiesto que los ancestros que se enfrentaron a William Walker estaban absolutamente bien informados del significado del filibusterismo, en tanto que representante de la teor�a o doctrina del Destino Manifiesto. Esa percepci�n est� en total oposici�n a aquellos que, justamente, en el sesquicentenario de la gesta heroica de 1856-1857, le restan importancia a los designios y a la empresa de Walker. En eso est�n en absoluta concordancia con el historiador estadounidense Robert E. May (�ser� una simple casualidad?), quien sostiene que “los aventureros norteamericanos invadieron Centroam�rica contra los deseos de su gobierno y no alentados por este” (Museo Juan Santamar�a, 16 de marzo de 2006).
Esas nuevas lecturas o “interpretaciones” del filibusterismo est�n en contradicci�n, incluso, con las ideas del propio Walker. En efecto, el c�lebre filibustero se autopercib�a como “predestinado”, esto es, “un agente especial para trabajar en la ejecuci�n de un destino que le hab�a sido reservado” (Charles H. Brown, Agents of Manifest Destiny. The lives and times of the filibusters). En una reuni�n que tuvo lugar en Nueva Orle�ns, expreso: “Centroam�rica existe en una condici�n m�s p�sima que la que tuvo siempre bajo las reglas de Espa�a. El Gobierno va caminando a la ruina. �En qui�n est� el derecho de regenerar las amalgamadas razas? En ninguno otro que el pueblo de los Estados Unidos, y especialmente a los Estados del Sur. Est� reservado a nosotros el americanizar a Centro Am�rica”.
En alusi�n a esos prop�sitos del “predestinado”, un articulista de la prensa costarricense que ya ten�a conocimiento de lo que, en ese entonces, quer�a decir llevar a la pr�ctica los “grandes principios americanos”, hac�a la siguiente advertencia: ��Americanizar! Bien sabido es la significaci�n de este verbo, ella nada grato encierra para nosotros. �Americanizar! Apropiarse las soberan�as de las Rep�blicas de Centroam�rica. �Americanizar! Desposeernos del fruto de nuestro trabajo y de nuestra industria. �Americanizar! Adue�arse de nuestros lagos, de nuestros buques, de nuestras tierras. �Americanizar! Profanar y envilecer a nuestras mujeres a nuestras hijas y a nuestras hermanas. �Americanizar! Privarnos de los derechos del hombre, sujetarnos a la esclavitud porque Walker y los suyos que no se contentan con tomarse lo que trabajamos ayer y lo que hemos trabajado hoy, quieren tambi�n lo que trabajaremos ma�ana y m�s: se proponen que nuestros hijos nivelados con las bestias de labor y servicio, que ellos y nosotros seamos objetos de comercio, que se nos venda de la misma manera que se vende cualquier mercanc�a en nuestra plaza, o en un mercado p�blico”. “�Americanizaci�n” de Centroam�rica! “�Americanizaci�n” de Am�rica Latina!
�Ser�an estas etapas previas de la “americanizaci�n” del mundo?
Columnista huésped | 12 de Septiembre 2006
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