Por Francisco Escobar
Cuando el presidente de la Rep�blica, Dr. Oscar Arias S�nchez, habla, merece que toda la naci�n lo escuche porque est� hablando en nombre de todos nosotros. Es por eso que su art�culo �La hora de la democracia en Cuba�, debe ser sometida al an�lisis sincero y directo de los costarricenses.
Asombra que un Premio N�bel de la Paz cite al presidente Roosevelt a prop�sito de la democracia, porque el se�or Roosevelt fue un arist�crata, nacido de una familia acaudalada, que ocup� cuatro veces la presidencia de un pa�s en el que hab�a numerosos y brillantes ciudadanos dispuestos y preparados para ocuparla, y fue el �nico mandatario que prepar� a su pueblo para lanzar bombas at�micas sobre otro, cuando su vicepresidente y sucesor Truman orden� los ataques a Hiroshima y Nagasaki, destruyendo las ciudades y provocando una muerte horrible a m�s de 100 000 civiles indefensos e inocentes, un holocausto que no puede aceptar un pueblo pac�fico y humano como el nuestro. No puedo aceptar que la democracia sea un r�gimen que para asegurar su propia estabilidad pol�tica, sus libertades individuales, su riqueza y su justicia, justifique y emprenda la invasi�n y la destrucci�n de otros pueblos de la tierra. Una democracia que no respeta el derecho a la vida, tampoco garantiza el respeto a la dignidad humana.
La �aspiraci�n democr�tica� de que habla Roosevelt hay que interpretarla dentro de la realidad hist�rica de los Estados Unidos que presidi� como l�der. Los economistas e historiadores sugieren que hay una conexi�n entre la depresi�n econ�mica y la guerra, ya que en medio de una gran depresi�n mundial, cada naci�n trata de disminuir su desempleo mediante las barreras a la importaci�n de todo lo que no puedan producir sus trabajadores dom�sticos, y una forma de aumentar el empleo es la fabricaci�n de armamentos para la guerra y el trabajo militar en los ej�rcitos. La depresi�n convirti� a la democracia estadounidense en una democracia guerrera y agresiva, que espero no sea la que propone y defiende el presidente Arias. Ojal� que no sea esta democracia guerrera el signo de nuestra historia en Iberoam�rica.
El se�or Presidente nos pone en una situaci�n comprometida y embarazosa con el pueblo de Cuba. La democracia costarricense enfrenta retos y problemas cruciales en estos momentos, como para que el Presidente intervenga en los problemas pol�ticos de otras naciones soberanas e independientes, que han ganado con sangre el derecho a tomar sus propias decisiones sin que un presidente de Costa Rica les venga a decir cu�l es su destino. Al calificar al gobierno cubano como una dictadura, me recuerda otras �dictaduras� como la de Batista o los Somoza, a las cuales los Estados Unidos no consider� en su momento una quemadura en el rostro de la dignidad iberoamericana.
En una Costa Rica en la que dos partidos pol�ticos se han dividido el poder por m�s de 50 a�os, y han montado una maquinaria legal, legislativa y administrativa que permite la corrupci�n y el saqueo de los fondos p�blicos, en la que se ignora la voluntad nacional de no reelegir a los presidentes para satisfacer el inter�s personal de un candidato, donde quienes disentimos y criticamos el poder pol�tico somos relegados y perseguidos, donde las elecciones peri�dicas son despliegues multimillonarios financiados con contribuciones turbias, y la alternabilidad es entre magnates de la misma oligarqu�a, no tenemos derecho a se�alar inquisitorialmente a Cuba ni a ninguna otra democracia del mundo.
Es ofensivo e injusto sugerir que los cubanos son gen�tica o antropol�gicamente inferiores porque prefieren morir que permitir que Estados Unidos decida su destino. En ese caso, nosotros los costarricenses tambi�n ser�amos gen�ticamente inferiores porque se nos ha subyugado bajo el poder de la oligarqu�a plutocr�tica. Tendr�amos primero que responder a la terrible pregunta de c�mo es posible que un pueblo como Costa Rica, que ostenta esa democracia paradigm�tica, sin tener ej�rcito ni gastar en armas de guerra, sigue en la pobreza. Habr�a que contestar qui�nes han sido tan voraces que han robado impunemente el ahorro de la paz y de la democracia de Costa Rica.
No me parece caballeroso que se ataque a un convaleciente, invitando a sus enemigos a aprovechar la situaci�n para invadir la isla. Fidel Castro nunca ha intervenido en los asuntos de Costa Rica y durante los meses de incertidumbre en los que no se sab�a quien ser�a el futuro presidente, Castro nunca lanz� al mundo la proclama de que la debilidad electoral de Arias abriera la discusi�n sobre la transici�n en nuestro pa�s del poder de la �lite olig�rquica al pueblo, con una intervenci�n para �crear las condiciones� para que los ticos elijamos un camino propio.
Ojal� que el se�or Presidente practique aqu� en nuestro pa�s lo que predica para Cuba. Con la misma racionalidad que Arias aboga por la consulta al pueblo en los asuntos que ata�en a su propio destino como naci�n, debe consultar y respetar la opini�n de los costarricenses en torno al Tratado de Libre Comercio. No puede predicar para otra sociedad lo que no parece que practica su gobierno en la nuestra.
Desafortunada me parece la cita de Jos� Figueres Ferrer a prop�sito de tiranos y dictadores. Jos� Figueres fue el segundo dictador, despu�s de Tinoco, que tuvo Costa Rica en el siglo pasado. En mayo de 1948, se arrog� el poder absoluto sin una elecci�n libre exiliando a quienes disent�an, y aprovech� su dictadura para crear una estructura del Estado que ha hecho posible la corrupci�n, el saqueo y la hegemon�a olig�rquica hasta nuestros d�as. Para quienes s� creemos que la democracia en un derecho del pueblo de Costa Rica, es una afrenta que en nombre de un dictador se condene la dictadura. Afortunadamente muchos y verdaderos dem�cratas han ocupado la presidencia de la Rep�blica sin tener que imponer su poder por las armas o por procedimientos judiciales, sino por la libre y soberana determinaci�n de los ciudadanos.
Ojal� que la hora de la democracia haya llegado o est� pr�xima a llegar para el noble pueblo de Costa Rica. El presidente Arias sabe que somos muchos los ciudadanos que nos sentir�amos honrados de unirnos a un hombre idealista como �l, para luchar por la justicia y la igualdad que son el don supremo de la democracia.
(La Prensa Libre)
Columnista huésped | 6 de Septiembre 2006
2 Comentarios
Tengo especial respeto por don Francisco pero, con franqueza, debo decir que este art�culo no tiene sentido ni racionalidad alguna. Es m�s, revela una profunda y absoluta ignorancia en relaci�n con la situaci�n de Cuba. Y como si esto fuera poco, culmina su desaguisado con un ataque sin sentido a don Pepe Figueres. �Qu� pena!
Hay frases en los peri�dicos que pasan inadvertidas y son campanazos importantes. Hace casi un a�o Oscar Arias S�nchez ofreci� una “dictadura en democracia”, hoy vemos como ese ofrecimiento era m�s profundo y serio que una simple frasecita por ah� perdida.
Aqu� no queremos dictadura ni de izquierda ni de derecha, don Francisco viene a revelar que cuando el r�o suena…