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Enfoque

Jorge Vargas Cullel | 21 de Septiembre 2006

El primer borrador de esta columna trat� sobre el creciente n�mero de asesinatos cometidos por sicarios o asesinos a sueldo en Costa Rica (10 muertos en lo que va del a�o, 3 en el 2001; 7 en 2003). Seguro que, de tanto ver llover en una tarde oscura, termin� imaginando una hip�tesis tenebrosa: hoy, los sicarios jalan el gatillo por asuntos de drogas, pero �qu� pasar�a si ma�ana alguien descubre, en un ambiente pol�tico caldeado, que estos elementos son �tiles para acallar voces inc�modas?

Le� el escrito y me dije: �Vargas: �qu� fumaste?�. Borr� todo y volv� al punto cero. Computadora en blanco, conclu� que esta semana hab�a llegado la hora de la verdad: esta vez s� que no escribir�a nada decente. Revis� varios temas, pero, nada, no hubo manera: el tema de los sicarios segu�a terco ah�.

Entonces formul� una pregunta distinta para ver si la cosa caminaba: �por qu� el sicariato parece estar convirti�ndose en una profesi�n? La primera explicaci�n que salt� a mi cabeza es que, si el narcotr�fico sent� sus reales en este pa�s-jard�n-de-paz, entonces es previsible que aplique sus m�todos de administraci�n de negocios. Sin embargo, esta idea me result� insuficiente pues no aclara las condiciones que habr�an permitido al sicariato ir echando ra�ces en nuestro pa�s.

Necesito pensar otras posibles razones, me dije. �Habr� razones econ�micas? En las �ltimas d�cadas se han creado grandes y muy deteriorados asentamientos urbanos, donde la poblaci�n carece de acceso a oportunidades econ�micas y sociales. Estos nichos de ecolog�a urbana deprimida podr�an ser caldo de cultivo del sicariato, una v�a r�pida al dinero f�cil. �Habr� razones sociales? Somos una sociedad cada vez m�s desigual, y, de acuerdo con estudios recientes, la desigualdad (m�s que la pobreza) es la que promueve la violencia delictiva. �Habr� razones culturales? El creciente armamentismo de la poblaci�n indica un cambio en la cultura costarricense hacia una mayor tolerancia a las armas y a la violencia como norma de convivencia. La fascinaci�n por las armas crea engendros.

Al repasar estas cavilaciones me di cuenta de que ninguna de esas explicaciones es satisfactoria. Los tugurios no crean sicarios ni la desigualdad per se lo hace. As� que una vez m�s volv� al punto cero de un columnista, la computadora en blanco. Al final no tengo m�s que el dato fr�o: los asesinatos de los sicarios son hoy bastante m�s frecuentes que poco tiempo atr�s y ni cuenta nos hemos dado. No tengo mucho m�s en claro, salvo la convicci�n de que tenemos que erradicar esa podredumbre.

(La Naci�n)

Jorge Vargas Cullel | 21 de Septiembre 2006

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