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Despu�s del TLC

Columnista huésped | 28 de Septiembre 2006

Por Ott�n Sol�s

Hace 5 a�os, casi nadie hablaba del TLC. En enero del 2002, el presidente Bush lo anunci�, y, desde entonces, para algunos costarricenses, el ser y no ser del pa�s depende del TLC. Esperamos que no se ratifique as� como est�.

Ello le dar� oportunidad a Costa Rica de construir una agenda nacional de desarrollo y de dejar atr�s esta extra�a era de nuestra historia en la que todo ha gravitado alrededor de un documento redactado en otro pa�s; le�do por pocos y estudiado por menos; elogiado por algunos cuando a�n no se ha concluido; comercializado como si se tratase de una marca de jab�n; instigador de marchas callejeras de tirios y troyanos; incapaz de inducir al actual Presidente a defenderlo en campa�a en un debate, aunque aseguraba que era vital para el pa�s; revelador, de acuerdo con algunos de sus defensores, de una moral discutible o de ignorancia de parte de quienes dudamos de su conveniencia; y fagocitador de buena parte del tiempo y la energ�a de un Gobierno y del inicio de otro.

Habr� vida despu�s del TLC, y es bueno que comencemos a construirla. Dado el resultado que esperamos, se abrir�n espacios para dar un salto adelante fortaleciendo lo bueno de nuestra historia y modernizando lo que no funciona.

Esperamos que sea una Costa Rica en la que, si hay subsidios y exoneraciones fiscales, sean para las peque�as y medianas empresas y no para las multinacionales; en la que profundicemos nuestra inserci�n en la econom�a internacional en el marco de las normas de la OMC; en la que la atracci�n de capitales se base en estrictos rigores ambientales, sociales y �ticos.

Adem�s, debe ser una Costa Rica en la que paguen impuestos adecuados el consumo suntuario, los grandes hoteles, los bancos privados aun por sus operaciones off shore, los bufetes al servicio del capital transnacional por sus honorarios, los especuladores con nuestras tierras y naturaleza, y los extractores de nuestra riqueza marina.

Tambi�n esperamos que sea una Costa Rica en la que unos cuantos grandes hoteles y bancos sean propiedad de cooperativas; no se construya en las laderas al frente de nuestros mares sin rigurosos controles ambientales, ni torres de condominios sin que limpien sus aguas negras; no se corte madera del bosque natural para fines comerciales; la basura se separe, se recicle o se reutilice; numerosas obras p�blicas (por ejemplo, el ferrocarril Lim�n-San Jos�-Puntarenas, carreteras, aeropuertos, nuevos puertos) se otorguen en concesi�n al sector privado de manera transparente; se ejecute coordinadamente, entre el sector p�blico y el sector privado, un plan de ciencia, tecnolog�a e innovaci�n; la agricultura y la industria ambientalmente comprometida de medianos y peque�os propietarios reciba subsidios y exoneraciones fiscales; el pa�s compita para apropiarse de los mercados del mundo ambientalmente conscientes; los frijoles, el arroz, el ma�z, las hortalizas y las verduras que podemos producir sin mayor esfuerzo sean ofrecidas por nuestros agricultores; la educaci�n p�blica primaria y secundaria alcance en calidad a la privada; no existan discriminaciones de ning�n tipo; los servicios p�blicos se presten con eficiencia y con tr�mites preestablecidos; las convenciones colectivas no tengan excesos ni abusos; los empleados p�blicos, inspirados por jerarcas honrados, trabajen motivados para servir a los usuarios; los salarios crezcan al menos igual que el PIB; no existan presidentes ejecutivos, algunas directivas ni ley del 4-3; todos los nombramientos de directivos se hagan por concurso de antecedentes; todos los directores regionales de instituciones, todos los educadores y polic�as se nombren por m�ritos y no por pol�tica; las partidas espec�ficas las manejen los consejos de distrito y las comunidades; los programas de trabajo de los entes centralizados obedezcan a las prioridades de las municipalidades y de la comunidad; los beneficiaros de las ayudas sociales se seleccionen de acuerdo con sus necesidades y su compromiso con el trabajo y la superaci�n.

Gran parte de nuestras propuestas �faltan muchas por mencionar� reducen el gasto p�blico, otras lo mantienen. Unas pocas requieren dinero nuevo. Su impacto en el desarrollo ser�a muy positivo. Si embargo, lo m�s importante en este momento no es que se acepte esta o esa visi�n, sino iniciar, con sentido de urgencia, un di�logo nacional con las propuestas de todos sobre el tapete. �Por qu� no adelantarnos para que, en el Cl�max TLC, la esperanza derrote a la polarizaci�n?

(La Naci�n)

Columnista huésped | 28 de Septiembre 2006

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