Por Bernal Arias Ram�rez
�C�mo entender el fen�meno del sistema de partidos? �C�mo descifrar la actuaci�n de los detentadores transitorios del poder, otrora denominada clase dominante? Hasta el momento las respuestas se explican con aproximaciones emp�ricas, nada m�s, las que se pueden interpretar al calor de una elecci�n, comparando varias elecciones o bien, ante hechos circundantes que les golpea como la corrupci�n, la negligencia e impericia en el manejo de la cosa p�blica, y la observaci�n del ciudadano del uso y la articulaci�n interesada de algunos pocos grupos de los servicios y activos del Estado, los cuales, parad�jicamente quieren desmoronar.
Hay ciertas pistas que se pueden seguir para explicar algunos fen�menos que hoy resultan en la debilidad de las fuerzas partidarias, respuesta obviamente multivariada que no tiene soluci�n temporal, por estar, el tema, engarzado en el an�lisis de la Ciencia Social, cambiante por antonomasia, y, por lo tornadizo que resulta su abordaje, resultante del reacomodo de estructuras y de simpat�as o antipat�as respecto de las propuestas circulares al electorado �el fen�meno rueda de Chicago�.
Como s�mil de un suceso, �hay tensa calma!, se obtuvo el poder, esta vez cost� pero se logr�, m�s adelante se pensar� qu� hacer, seleccionar un candidato que re�na las condiciones, que no salga g�ero �desacomode las piezas� y buscar el apoyo medi�tico. Aun cuando la propuesta pol�tico-ideol�gica prevaleci� en el tiempo, el proceso de cambio contin�a, la transici�n no est� acabada, su desarrollo refleja una situaci�n de inestabilidad, con una serie de recomposiciones, no solo en lo partidario, sino en la estructura del Estado y en el modelo de desarrollo, en �stas �reas el forcejeo contin�a.
Si a modelo econ�mico nos referimos, el discurso que queda bien es expresar que las reformas se hacen por el bien de la institucionalidad. Si hay actividad econ�mica de empresas o instituciones estatales que distorsione un nicho de mercado, lo m�s saludable es ponerla a competir, el ejemplo lustroso, la banca estatal, claro, compite y duro en el mercado financiero. Entonces vino el �xito y con �l la amenaza a las ganancias, el plan cambi� hacia la presi�n por el cierre de plazas, primero el Anglo, luego Bicsa, despu�s el mentado proyecto de venta del BCR, o del Cr�dito Agr�cola, estos �ltimos sin cristalizar, ello sin mencionar los constantes intentos por debilitar al Popular. Eso no es transparencia y si por la v�spera se saca el d�a… la reforma del Estado contin�a en marcha, la fase en tr�nsito se manej� desde el Ministerio de Comercio Exterior, particularmente a cargo del equipo del exministro Trejos quien llev� adelante la propuesta, quedando plasmada at�picamente en un acuerdo comercial internacional, es decir, en el marco del Tratado de Libre Comercio entre Centroam�rica, Rep�blica Dominicana y los Estados Unidos. Se inician tr�mites en el CNP y ya se menciona Recope y las concesiones de las infraestructuras, sobre todo del aeropuerto Oduber. Mientras tanto se contin�a practicando ideas monetaristas a lo Buchanan, Gilder o Friedman, como dice un amigo espa�ol, juran que no piensan tocar el Estado de Bienestar, que quieren ampliar el gasto social y que tienen en el coraz�n el destino de los pobres, mientras hacen lo contrario en su pol�tica econ�mica.
Entonces, por encima de ello, est�n las fuerzas ideol�gicas sin colectivizar, individuales, separadas, en una especie de enfrentamiento psicol�gico, cuesti�n que concierne a los partidos, en una franca recomposici�n del centro-derecha y centro-centro-izquierda y sus incidencias al interior de los mismos institutos pol�ticos partidarios y los naturales acercamientos o alianzas, incluida la del 1� de mayo. Visto en el lenguaje llano, la separaci�n entre los que se pronuncian por el Estado competitivo o los que se�alan el debilitamiento del Estado solidario y se decantan por �ste �ltimo.
Los partidos, que atrapaban todo tipo de simpatizante bajo su bandera, cuando todav�a las l�neas de tolerancia conflu�an en ciertos equilibrios, manten�an cohesi�n, las filas estaban prietas, cuesti�n que se ve�a fortificada con la existencia real de representaciones sectoriales, con programas de capacitaci�n y formaci�n permanente de cuadros. Porque, las representaciones territoriales, si bien existen, son cada vez menos y de menor calidad, se alimentan ahora mayoritariamente de personal no preparado y no de la que en alg�n momento fue la determinante clase media, �sta, hoy es una espectadora cr�tica, desprendida de la historia pol�tica reciente, pues ha sido la m�s afectada con los cambios, ha pagado los tributos.
Para quienes creen que todo el enfoque se resume en los partidos pol�ticos, a nuestro juicio est�n equivocados, en este momento el an�lisis de correlaci�n de fuerzas desborda ese sistema y se desliza hacia la teor�a de los movimientos sociales y gremiales, estos s� han tomado posturas m�s claras, sin ser estructuras pol�tico partidarias han actuado como tales.
Los movimientos sociales en Costa Rica en el a�o 2005 si bien hicieron uso de mecanismos pac�ficos de expresi�n, estuvieron muy activos. Incluso, si se hace el an�lisis en retrospectiva, las organizaciones sociales han ganando espacio no solo en el �mbito social, ambiental o salarial, sino que han incrementado y vertebrado su presencia en posturas pol�ticas, opinando sobre temas de la agenda nacional. El umbral entre la reivindicaci�n cl�sica y su nuevo posicionamiento ha sido edificado sobre la base de hechos como: la huelga de maestros y profesores de 1995 (Administraci�n Figueres), la manifestaci�n relativa al denominado combo del ICE (Administraci�n Rodr�guez), la huelga de traileros y transportistas (Administraci�n Pacheco de la Espriella), las advertencias en el Melico Salazar a la desobediencia civil (Pacheco de la Espriella). Asimismo, su diversidad de demandas materializa la agregaci�n de grupos que confluyen m�s f�cilmente ahora que antes, lo que tiende a consolidar y otorgar fuerza organizativa y de incidencia pol�tica a estos actores.
Mientras esto ocurre, el sector empresarial asume posturas t�cticas similares, con marchas in�ditas de obreros de f�bricas a favor del TLC, empero, con escisi�n a lo interno entre dos sectores que aglutinan a C�maras, que se podr�an considerar, por un lado, los moderados, concertadores y de dialogo econ�mico, pol�tico y social, y los radicales que quieren precipitar, en el menor tiempo posible, los cambios estructurales de aperturas, reducci�n y racionamiento del Estado y privatizaciones. Aunque de acuerdo en los fines, no hay unanimidad en los medios, cuesti�n que lleva al empresariado en el 2005 a una pugna en el seno de la UCCAEP. Sin embargo, la tranquilidad est� patente por los puestos estrat�gicos obtenidos en los principales poderes del Estado, ya no como cabildeo, sino como actores y representantes directos en las decisiones pol�ticas.
La clase dominante antiguamente agrario-olig�rquica, distribu�a beneficios, ahora , adem�s de dividida (transnacionalizada parte de ella), en un modelo aperturista, no logra convencer con su ejemplo a los sectores dirigidos. No hay tan siquiera elementos simb�licos a los cuales apelar. La nueva clase dominante no se muestra como una clase solidaria, aunque hay gente consciente de lo perjudicial a sus intereses el no poner atenci�n debida a los requerimientos y demandas de los sectores medios y pobres, de hecho, la misma integraci�n del nuevo gabinete asoma esta idea, aunque se sabe cu�l visi�n prevalece, hay que dar beneficio de duda, cien d�as no es mucho.
La identificaci�n ideol�gica se ha dado, est�s con nosotros o en contra, con ello vino la alucinaci�n y las purgas sutiles, gr�ciles como los hilos del poder y los transfuguismos obligados o voluntarios, uno de ellos casi amenaza el pacto indiviso de los que est�n sobre el bien y el mal, los que recogen la cosecha a costa de los ejecutivos profesionales de la pol�tica que ponen la cara y se engrasan en eso que llaman el sacrificio del servicio p�blico.
La purga, el autodistanciamiento, la desconfianza y el desgrane de filas se ha dado, hasta d�nde llegar� el fen�meno no lo sabemos, aunque lo imaginamos.
Columnista huésped | 16 de Septiembre 2006
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