Por Manuel Camacho Sol�s
La mayor parte de los mexicanos piensa hoy que la paz est� en riesgo. De acuerdo con la �ltima encuesta nacional de GEA (19-21 de agosto), un 71% piensa que hay riesgo de violencia social contra 47% del mes anterior. Se trata de un salto que deber�a llamar a la reflexi�n a todos los l�deres del pa�s.
Al mismo tiempo es justo destacar que, en estos ya dos meses de tensiones y confrontaci�n, no ha ocurrido un solo hecho de violencia que haya acompa�ado a la protesta postelectoral. Con las manifestaciones m�s grandes de la historia y un plant�n que se ha prolongado durante un largo tiempo, el comportamiento de quienes protestan y de sus l�deres ha sido notable; no ha habido un vidrio roto, ni siquiera un empujado. La disciplina ha sido ejemplar.
Por parte del gobierno, semanas atr�s ocurri� el hecho bochornoso de la represi�n a varios diputados y ciudadanos. Pero hay que reconocer que, no obstante la tensi�n, por lo general ha habido prudencia. La hubo tambi�n en la reacci�n del presidente Fox frente a la toma de la tribuna en el Palacio Legislativo.
Ahora bien, en una situaci�n de tanta tensi�n, donde los �nimos est�n encrespados, no basta con festinar que el conflicto hasta ahora no se ha desbordado. La pradera est� demasiado seca como para que un f�sforo no pueda prenderla. Se necesita redoblar los esfuerzos para que ello no ocurra en las pr�ximas semanas.
Lo primero es que cada parte asuma un compromiso absoluto con la paz. Que gobierne a sus seguidores. Esto desde luego es determinante dentro del gobierno que tiene en sus manos la capacidad de coerci�n. Pero la responsabilidad tambi�n est� para la oposici�n. La decisi�n del movimiento expresada por Andr�s Manuel L�pez Obrador (AMLO) de no marchar el d�a 1� al Palacio Legislativo fue una decisi�n de mucha firmeza. Lo m�s sencillo, dado el estado de �nimo y las condiciones tan adversas en las que se han vivido en los campamentos, hubiera sido marchar. S�lo un liderazgo fuerte y plenamente legitimado podr� seguir conduciendo en paz la protesta.
Lo segundo es que la paz no se mantiene en condiciones de gran polarizaci�n exclusivamente por actos de contenci�n. Se necesitan salidas pol�ticas. El r�gimen desperdici� las dos salidas que marcaba el sentido com�n frente a un conflicto de grandes proporciones: contar todos los votos o anular las elecciones. Si cualquiera de los dos se hubiera hecho, no habr�a de pensar en c�mo cuidar la paz. La pol�tica se hubiera estabilizado en lo que toca a su conflicto principal.
Para el movimiento la siguiente escala es el 16 de septiembre. Es la Convenci�n Nacional Democr�tica. La Convenci�n ser� un momento importante para el rumbo y consolidaci�n del movimiento que se estructur� en torno a la candidatura de AMLO. La Convenci�n puede acelerar el conflicto o reconducirlo. Se podr� conducir, si la inconformidad y la energ�a acumuladas se encauzan hacia cambios de fondo en las instituciones del pa�s. Aunque representar� una presi�n adicional sobre las instituciones, puede tambi�n significar una oportunidad para hacer posibles los cambios que, de otra manera, nunca se llevar�an a cabo. Puede terminar dando sustento a equilibrios pol�ticos m�s amplios y s�lidos.
Lo tercero es que la paz s�lo se podr� mantener si hay una comprensi�n cabal de lo que cada parte vive y necesita. El viejo estilo de pretender aniquilar un movimiento con los m�todos de la cooptaci�n, la corrupci�n o la represi�n, est� agotado. Ser�a contraproducente. La inmensa mayor�a de los ciudadanos no quiere actos violentos ni represi�n. Condena las l�neas duras de los extremos. Lo hace a tal punto de que, ahora, como en 1994, quien dispare el primer tiro perder� la guerra.
Gobernar lo de cada quien. Aumentar los niveles de comprensi�n de la realidad y de los intereses en juego. Construir salidas pol�ticas grandes, no pusil�nimes ni oportunistas. Esas son las condiciones de partida para cuidar la paz en un momento l�mite, en el que un f�sforo prender� la pradera, pero tambi�n la determinaci�n de conducir el conflicto sin arriesgar la paz puede abrir una oportunidad verdadera de cambio.
(El Universal � M�xico)
Columnista huésped | 4 de Septiembre 2006
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