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Chisporroteos

Alberto F. Cañas | 6 de Septiembre 2006

En esta Costa Rica persistente cultivadora de la amnesia, tiene que ser estimulante que se vaya a conmemorar el centenario de Carlos Salazar Herrera. La ninguneada que los c�rculos gubernamentales han dado al sesquicentenario de la guerra contra Walker es impresionante, pues hasta el 11 de abril fue esta vez pasado por agua. Y el centenario de don Pepe Figueres, parece que ha sufrido lo mismo, y debemos dar gracias a Camilo Rodr�guez por lo que ha hecho en ese sentido, y a Tony Pacheco por lo que proyecta.

Es en medios acad�micos y culturales que se ha organizado una conmemoraci�n de Salazar Herrera, figura se�era y definitoria de nuestras letras.

Artista pl�stico y escritor, �ste me interesa m�s. Irrumpi� en las letras en 1928, con un segundo premio de cuento, en un c�lebre certamen que organiz� Diario de Costa Rica, y en el cual el primero fue para el imprescindible Rota la ternura de Mar�n Ca�as. El de Salazar Herrera titul�base La piedra del Toxil, y su autor nunca lo reprodujo ni quer�a hablar de �l, a pesar de que sirvi� de tema a un ballet que armaron Quico Quir�s y Manuel de la Cruz Gonz�lez. Lo que sucede es que de ninguna manera anuncia al Salazar Herrera que todos amamos. Era un largo relato de ambiente ind�gena, donde no se ve lo que luego fue su t�cnica, su tem�tica y su arte literario.

Despu�s de ese �xito, pareci� dedicarse �nicamente al dibujo pero comenzaron a aparecer en Repertorio Americano los nuevos cuentos de fuerte contenido po�tico que le dieron fama.

Lo que Salazar Herrera encontr�, y no hay necesidad de que yo lo diga, fue una relaci�n entre los sentimientos del ser humano y la naturaleza que lo rodea. Y con esa lanza bajo el brazo, encontr� un sentido po�tico hasta entonces in�dito en el campesino costarricense, visto hasta entonces como sujeto folkl�rico, p�caro y sentimental por el inmortal Aquileo, y luego como una v�ctima de la sociedad en las obras de Herrera Garc�a y Fabi�n Dobles.

Por eso, se ha podido decir de �l que no retrat� al campesino como sus colegas, sino que lo convirti�, como los artistas cl�sicos, en el tema de su arte. La belleza de los cuentos la aporta el autor, cuando observa al hombre y el paisaje con ojos de artista y no de taqu�grafo.

Mi amistad con �l arranc� de una empresilla editorial en que me met� con Edmond Woodbridge all� por 1946, y en el empe�o de Edmond de que deb�amos publicar en forma de libro los cuentos de Salazar (solo hab�a un peque�o folleto). Lo busqu� para propon�rselo y as� naci� una amistad definitiva.

Esa primera edici�n de Cuentos de angustias y paisajes fue un �xito total. La gente la devor�, los elogios fueron un�nimes y el tiraje se agot� en pocas semanas. Desde entonces, Salazar es sin lugar a dudas, nuestro escritor m�s le�do y m�s popular. Ese libro (y uno posterior: Tres cuentos, de otra tesitura) son sus �nicos dos, pero los costarricenses no paran de leerlos. Quien organiza una antolog�a comienza por seleccionar cuentos suyos. Casi todos los proyectos cinematogr�ficos empiezan con una b�squeda en �l. Pasan los a�os y sigue vigente, y la gente ley�ndolo.

�Por qu�? Por su calidad, no hay otra raz�n. A ciertos autores se los lee con una mirada documental, de informaci�n, de aprender algo, de enterarse de algo. A Carlos Salazar lo seguimos leyendo y lo seguiremos leyendo, en una b�squeda de belleza. Belleza fue lo que produjo. Por eso, su prestigio es inconmovible y su obra seguir� interesando, mientras haya un amor por la belleza y la literatura en esta Costa Rica que tanto le preocupaba.

(La Rep�blica)

Alberto F. Cañas | 6 de Septiembre 2006

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