Aunque en los textos de historia patria se abunda en los m�ritos del presidente don Juan Rafael Mora como estadista y h�roe de la Campa�a Nacional de 1856-1857, es muy poco lo que se menciona acerca de aspectos de su vida privada.
Nacido el 8 de febrero de 1814 como el mayor de los diez hijos de don Camilo Mora Alvarado y do�a Ana Benita Porras Ulloa, don Juanito se convertir�a en un exitoso comerciante y exportador de caf�, gracias a la herencia de su padre y a su instinto empresarial. La prematura muerte de sus padres lo obligar�a a actuar como padre postizo, por lo que posterg� su matrimonio hasta que todos sus hermanos se casaran. Sus hermanos eran (entre par�ntesis se indica el nombre del consorte): Miguel (Felipa Montes de Oca), Jos� Joaqu�n (Dolores Guti�rrez), Guadalupe (Jos� Mar�a Ca�as), Ana Mar�a (Jos� Mar�a Montealegre), Mercedes (Toribio Arg�ello), Rosa (Manuel J. Guti�rrez), Eleodora (Manuel Ca�as), Juana (Jos� Antonio Chamorro) y Virginia (soltera). Incluso cri� a tres sobrinos hu�rfanos, hijos de Mercedes, quien muri� a los 19 a�os cuando ya era viuda.
Se casar�a ya saz�n, a los 33 a�os con In�s Aguilar Cueto -hija del ex-presidente don Manuel Aguilar Chac�n-, de apenas 17 a�os. Transcurrir�an unos cuatro a�os para procrear a su primera hija, Elena (1851), a quien seguir�an Teresa (1852), Alberto (1855), Amelia (1856), Juan de Dios (1858), Camilo (1859) y Juanita (1860). Puesto que Teresa, Amelia y Camilo permanecieron solteros y Juan de Dios muri� siendo ni�o, la futura descendencia dependi� de Elena (casada con Eliseo Jim�nez Fern�ndez), Alberto (con Emilia Salazar Guardia) y Juanita (con Pedro Lor�a Yglesias), quienes aportar�an una prole de seis hijos (cuatro mujeres y dos hombres), en la cual �nicamente un var�n portar�a el apellido: Juan Rafael Mora Salazar.
Al morir don Juanito le sobrevivir�an todos sus hijos, v�ctimas de profundos dolores y traumas familiares. Tan es as�, que de los dos menores, Camilo estaba tan peque�o que ni siquiera hab�a sido bautizado cuando desterraron a su padre, en tanto que Juanita nacer�a dos meses y medio despu�s del fusilamiento de �ste. Do�a In�s morir�a en 1895, a los 65 a�os, tras enfrentar tiempos muy �speros, por la intimidaci�n y persecuci�n sufrida por los parientes y amigos de don Juanito.
Desde El Salvador, varias veces anunci� su retorno, para reconquistar el poder conculcado por Vicente Aguilar y la oligarqu�a cafetalera. Pero, cuando lo hizo (el 17 de setiembre de 1860), con el puerto de Puntarenas tomado por los insurrectos, adem�s de que la sublevaci�n no cont� con el apoyo esperado en el resto del pa�s, hubo delatores y traidores que posibilitaron al contingente de mil hombres comandado por el general M�ximo Blanco, sofocar la rebeli�n, incluyendo la estrepitosa ca�da de la muy fortificada trinchera de La Angostura, gracias a uno de los traidores.
Desolado y abandonado, don Juanito busc� asilo donde el c�nsul ingl�s Richard Farrer, quien se lo neg�, convenci�ndolo m�s bien de que se entregara para que no murieran m�s personas por su causa. Ante el emisario oficial Francisco Mar�a Iglesias acept� entregarse e incluso ser fusilado, con tal de salvar a los dem�s pero, faltos de honor a la palabra empe�ada, decretar�an tambi�n la muerte de Ignacio Arancibia, l�der de la sublevaci�n y de su cu�ado Jos� Mar�a Ca�as. El y Arancibia ser�an fusilados juntos el 30 de setiembre, y Ca�as el 2 de octubre.
Horas antes de morir, don Juanito tuvo el temple de escribir una conmovedora carta de despedida a su esposa, la cual transcribimos a continuaci�n (tomada del libro Los presidentes, de Harold Bonilla). Las abundantes faltas de redacci�n y ortograf�a quiz�s fueron consecuencia de su estado an�mico, dadas las horas tan graves que enfrentaba. Eso importa poco. Vale, s�, como testimonio elocuente de su grandeza ante la inminencia de su final.
�Puntarenas, setiembre 30 de 1860
Mi siempre idolatrada Inesita
Te dirijo esta despedida en los �ltimos momentos de la vida, son terribles. Pero nada temo solo me inquieta la triste situaci�n en que quedas viuda, pobre, en el destierro y llena de hijos. Te encargo mucho la educaci�n de mis hijos, principalmente de Alberto que tiene regular talento.
Don Francisco Iglesias que me vi� y me prest� servicios y consideraci�n me ofreci� bajo su palabra de honor, cuidar de la educaci�n de Albertito; acepta pues su oferta.
Cuida de nuestros hijos y habl�les siempre de su desgraciado padre, para que jam�s se mesclen en la pol�tica por que ella es un verdugo que destroza a sus seguidores.
Nada te digo sobre bolber a este pais o quedarte alla, has lo que quieras. Sobre mis intereses creo que nada debes esperar, pues [Vicente] Aguilar lograr� apropiarse del sueldo que a�n nos queda, el tiene hoy mucha influencia y puede hacer que lo blanco sea negro.
En los �ltimos momentos de mi desgraciada existencia declaro como cristiano que soy que Aguilar me debe m�s de 200.000 $ [pesos] y que mio y que si el cree en Dios y muestrase como cristiano pagar� a mi familia la propiedad a muerte mia adeuda.
Consuela a tu pobre madre y pide a Dios te de balor para resistir este golpe y quedar con bida para cuidar de nuestros hijos mientras Dios dispone de todos pues somos mortales.
Recordar�s que yo ten�a mis motivos para tener tanta repugnancia para inbadir este ingrato pa�s y que lo hice instigado por los que me han sacrificado. Dios les perdone como yo les perdono.
Con mi muerte creo que no podr�n remediar nada pues la complicaci�n que a engendrado la revoluci�n del 14 de Agosto ser� fecunda en desgracias para la Rep�blica, y hoy empiesen; las escenas de sangre y dolor. Dios quiera que yo est� equivocado y que con mi sacrificio todo se acabe y buelban la pas y el progreso para los pueblos desgraciados.
Ca�as y Jos� Joaqu�n no corren peligro, a lo menos asi me lo han asegurado. No puedes figurarte lo indiferente que me es morir, solo siento la muerte por ti y por mis hijos; Dios les proteger� y la patria aunque cruel conmigo, talbes m�s tarde no ser� lo mismo con mis hijos, pues bendr� tiempo en que balgan algo los serbicios que he prestado en casi la mitad de mi vida.
Cuida de Adelaida y Adelina y que todos pidan a Dios la conformidad necesaria para resistir este golpe, va el �ltimo beso para mis hijitos, y tu mi alma pide a Dios por este esposo desgraciado.
Ahora voy ocuparme de lo espiritual, muero como cristiano y confio en Dios que me perdonar� mis culpas y que cuidar� de ti y de mis hijos.
Mil espreciones a don Francisco Blanco que le encargo el cuidado de mi familia; Saludo a la se�ora Montoya, y familia y a do�a Nela que cuide de que aprendan a leer los chiquitos, y pidan a Dios por esta v�ctima de pasiones agenas.
Somos mortales y tarde o temprano se muere estamos en este mundo enga�oso De paso y asi Debemos ber los acontecimientos, ya sean pr�speros o adbersos. Adi�s, Adi�s y Adi�s a mis hijos - tuyo, tuyo hasta el ultimo momento.
Juan R. Mora P.
P. D. Recoge los tres mil cuatrocientos $ [pesos] que tiene que cobrar don Francisco Blanco y economiza para que viban�.
Luko Hilje | 2 de Agosto 2006
4 Comentarios
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Señores: En artículo de La Nación del 20 de agosto de 1970,página 15, escrito por Francisco R. Bello, indica que hubo una rebelión en 1860 llamada Rebelión de La Soledad, para reintegrar al Poder a don JRMora. Auspiciada por D. Mattey, J.Angel Mendoza, Crisanto Medina hijo y M.Antonio Bonilla. Que fue un fracaso y no se menciona en las intentonas de regresar al poder a don JRMora. Sus comentarios por favor. G.DeLaRocha Hidalgo