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Manteniendo la lumbre

Columnista huésped | 21 de Agosto 2006

Por Dorelia Barahona

La guerra de 1856 uni� a Costa Rica desde los sectores m�s bajos hasta los m�s altos. Una guerra, una amenaza, desarroll� sentimientos dormidos en los habitantes de los pueblos. El individualismo decrece en aras de un bien com�n, que hay que cuidar para el futuro de las generaciones. Nadie quiere ser esclavo de nadie. No solo los combatientes estuvieron en esta guerra. Estuvieron tambi�n los ind�genas, siempre marginados, de Pacaca, Orosi y Tucurrique. Estos ayudaron al Gobierno a arrojar del suelo centroamericano a los filibusteros con dinero, v�veres y servicios directamente encomendados.

Pancha Carrasco rescat� junto con otros soldados el famoso ca��n en Rivas, haciendo de cocinera, enfermera, lavandera etc., lo que le sirvi� para obtener el t�tulo de generala y ser enterrada con honores militares, pero tambi�n miles de mujeres estuvieron presentes en m�ltiples actos de hero�smo en la guerra y fuera de ella, con el trabajo en los campos sin mano de obra masculina y en las haciendas, adem�s del trabajo familiar, de las hambrunas y del c�lera.

Todos los costarricenses, a excepci�n de unos cuantos, participaron en la campa�a, y con su trabajo lograron la victoria. Hab�a que seguir cogiendo caf�, arando el campo, triturando la ca�a, haciendo herraduras, bloques de piedra, peri�dicos, vendiendo comida, administrando las ciudades, etc. Todas las familias ten�an a alguien en el frente, como tambi�n alguien muerto por la peste.

Despu�s de la guerra surgieron pensiones de guerra y condecoraciones, pero muchos se quedaron sin el reconocimiento debido, porque la victoria fue para todos los costarricenses, los que pelearon, los que declamaron loas a la libertad de los pueblos, los que escribieron art�culos, los que daban �nimo y predicaban la solidaridad y la soberan�a en escuelas y colegios sin vacilaciones, los que tocaban en la banda que acompa�aba a los soldados y los que mantuvieron al pa�s durante esos d�as.

Este sentimiento patri�tico que se desarroll� ante la amenaza filibustera todav�a se encuentra con nosotros. Y es nuestro deber mantener la llama de la libertad y la independencia contra toda presi�n y sombra de imposici�n imperial. La manera m�s consecuente de hacerlo es contar esta historia, la de Costa Rica, informar a los j�venes sobre las luchas que se han dado para no perder la identidad de lo que somos. En 1856 y en el 2006.

(La Prensa Libre)

Columnista huésped | 21 de Agosto 2006

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