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Chisporroteos

Alberto F. Cañas | 12 de Agosto 2006

Nuestra democracia tuvo un per�odo de oro, m�s o menos los veinte a�os que siguieron a la Revoluci�n del 48, lapso que vio la recuperaci�n de la libertad de elegir, el perfeccionamiento del sistema electoral, el triunfo de la oposici�n en todas las elecciones, y la continuidad de una pol�tica de desarrollo y de crecimiento social en la cual participaron todos los gobiernos, sin distinci�n de partidos, que nos llev� a ser el pa�s con mejores cifras de Am�rica Latina en materia de salud, alfabetismo y bienestar social.

Hubo oposici�n a todo eso, por supuesto, encabezada por la actitud nost�lgica del peri�dico La Naci�n, que pretendi� que la revoluci�n del 48 fuese un regreso a don Cleto y don Ricardo, y de organismos melanc�licos como la ANFE, fundada para combatir el rumbo que el pa�s llevaba y propulsar una rep�blica capitalista neoliberal.

Entre los fen�menos de ese per�odo, hay que se�alar el incremento de lo que podr�amos llamar las curules cantonales en el Poder Legislativo. C�rculos acabangados acu�aron el adjetivo �maicero� para referirse despectivamente a quienes las ocupaban.

Fue una �poca de la que se recuerdan Asambleas Legislativas excelentes, como la de 1958-1962 y la de 1962-1966, haber pertenecido a la cual es para m� un punto de honor.

Fue una �poca en que los partidos se preocupaban, sin falsas democracias internas, de que las curules fueran ocupadas por gente de bien, inteligentes l�deres comunales, no por pegabanderas ni, como es frecuente ahora, por sospechosos, sentenciados y enjuiciados que buscan inmunidad.

Entre los diputados liberacionistas de 1962, lleg� a la Asamblea en representaci�n de Grecia, Armando Bola�os. No nos conoc�amos. Pero desde el primer d�a me di cuenta de que, sentado en la curul contigua a la m�a, hab�a un ciudadano probo, preocupado por el bienestar y progreso del pa�s, inteligente y con un concepto claro de cu�les eran sus derechos y sus deberes.

Coincidimos en la Comisi�n de Asuntos Sociales, donde tramitamos leyes como la creaci�n del INA, del Movimiento Nacional de Juventudes, de la Direcci�n Nacional de Artes y Letras y del Instituto de Tierras (que ya nadie sabe como se llama ni qu� hace, salvo las cosas raras que peri�dicamente aparecen).

En comisi�n y en plenario, Armando Bola�os era el diputado inteligente y concienzudo que tomaba las cosas en serio, a m�s de cumplir con su obligaci�n �maicera� de procurar partidas espec�ficas para su cant�n.

Ha fallecido en estos d�as. No me enter� a tiempo de asistir a sus funerales. Pero le dedico estas l�neas porque Armando Bola�os fue el ep�tome del dirigente pol�tico cantonal honesto y preocupado que el pa�s necesita, del l�der comunal por excelencia, y fue un diputado que con plena conciencia de la realidad nacional, vot� siempre las cosas buenas, y contra las siquiera dudosas. Un hombre vertical, un patriota leg�timo, un ejemplo del pol�tico que el pa�s necesita, busca, y raramente encuentra. Y para m�, un amigo.

(La Rep�blica)

Alberto F. Cañas | 12 de Agosto 2006

2 Comentarios

* #573 el 12 de Agosto 2006 a las 05:43 PM Fernando Soley Soler dijo:

Es el Liberaci�n Nacional que ya no existe el que don Alberto recuerda, es el Liberaci�n de el CNP e ITCO, insstituciones en que mi padre tuvo mucho que ver, es el Liberaci�n que hizo grande a Costa Rica y ahora pertenece a la historia, es el Liberaci�n que ya pas�. Excelente comentario de Don Alberto.

* #574 el 12 de Agosto 2006 a las 07:02 PM julio su�ol dijo:

Ocasionalmente debo referirme a comentarios de mi amigo y colega Beto Ca�as.Me provoca.

Lo que escribe hoy sobre Armando Bola�os lo comparto totalmente.Entre los 75 a�os y los 80, pareciera que es m�s f�cil coincidir y, tambi�n, recordar, como lo hacemos hoy Ca�as y yo.

Hall�ndonos en bancadas parlamentarias contrarias ( la m�a peque��sima, porque yo era uno y todo) trabajamos juntos en algunas inquietudes legislativas de bien ( con solo tres mil doscientos colones mensuales de sueldo antes de impuestos). Como Bola�os y como Ca�as, pertenec� a la legislatura 1962-1966, uno de los mejores congresos de Costa Rica en los �ltimos decenios, seg�n lo dicho en ocasiones por el autor que comento y por otros analistas.

Fui opositor terco e insistente ( pero no destructivo) en el despuntar pol�tico de mis 29 a�os, a veces coincidiendo con los colegas y otras oponi�ndome, pero siempre todos respet�ndonos no solo como personas, sino como funcionarios p�blicos decentes y honrados.

Me duele la muerte de Armando, de la cual me informo desde lejos —a punto de retornar a mi pa�s— gracias a la columna de Ca�as.

Ese Congreso se distingui� con figuras como Rodolfo Solano, idealista y entusiasta (fallecido tambi�n); Horacio Tassies, valiente y patriota, ya desaparecido; Aguilar Bulgarelli (Jos� Francisco), con la lanza en ristre siempre, polemista de primera y con alto sentido del humor. Hacia Tandem con �l el guanacasteco Mu�oz Bustos, uno de los mejores (si no el �nico) gran orador de Costa Rica que no destac� m�s en ese campo porque lleg� la renovada tecnolog�a radial y televisiva que apalast� el arte de la oratoria.

Entre el dis�mil grupo fulguraba don Francisco (Paco) Ruiz, destacado jurista, ex Contralor General de la Rep�blica y ex Ministro de Trabajo de don Otilio Ulate, y el doctor Antonio Pe�a Chavarr�a, Ministro de Salubridad P�blica en m�s de un Gobierno, y eterno y eficiente Director del Hospital San Juan de Dios, quien logr� terminar con la malaria y otras enfermedades end�micas. (Los dos desaparecidos).

En esa lista descollaron Cristi�n Tattenbach, ponderado, inteligente y patriota a toda prueba, quien sigue batallando, y Fernando Ortu�o Sobrado, pragm�tico, inteligente y adversario de los intolerantes, muerto prematuramente.

Pero tambi�n estuvieron ocupando curules y proyect�ndose en el bien p�blico Virgilio Calvo, Rogelio Ramos Valverde, Yoyo Quir�s, Fernando Valverde Vega, Deseado Barboza, Florentino Castro y Alejandro Galva, los dos pen�ltimos, “maiceros” de los buenos y necesarios, y el tercero joven gladiador que desafi� por aquellos tiempos a la nomenclatura del calderonismo, aunque no abdic� de sus or�genes.

Carlos Espinach no puede quedarse por fuera, poque iluminaba con su condici�n de tecn�crata algunos asuntos —que parec�an y eran abstrusos— en obras p�blicas e ingenier�a.

Citar nombres siempre es un peligro porque se arriesga uno a dejar de incluir a gente que lo merece.

Mas lo que este colaborador quiere subrayar es que todos ellos eran (�ramos) representantes de grupos electorales, pol�ticos y sociales diferentes, mas coincid�amos en el prop�sito de proteger el inter�s nacional , sin renunciar al debate, a veces bien duro ( Ca�as y yo fuimos protagonistas fieros).

As�, muchos de nosotros, de diferente orientaci�n y de distintos partidos, nos unimos para aprobar y perfeccionar la creaci�n del Instituto Nacional de Aprendizaje (INA), obra b�sica de Alfonso Carro; tambi�n para universalizar el Seguro Social, cuando algunos sectores period�sticos, con poco eco en la Asamblea, dec�an que ello significar�a la ruina inmediata de Costa Rica. Y por este tenor, unimos voluntades para aprobar, con enmiendas, la Ley de Tierras y la creaci�n del despu�s frustrado Instituto de Tierras y Colonizaci�n (ITCO), al tiempo que estudiamos con responsabilidad y aprobamos la creaci�n de la gran empresa social y agraria que fue la Colonia de San Vito de Java, impulsada por el Comandante don Vito Sansonetti, quien lleg� a parecer una estatua fija e indoblegable en la Comisi�n de Asuntos Jur�dicos, la cual fue deslumbrada —y a m� en particular me deslumbr�— por Fidel Trist�n, con su oratoria f�cil, su encanto personal y su convicci�n social marcada por su poderoso humanismo.

Estas cosas deben recordarse y decirse por un medio como Tribuna Democr�tica, como paliativo a las limitaciones de una cierta prensa industrial, monocorde, restrictiva, temerosa de la verdad completa, del pluralismo y de la apertura real, por la cual luchamos profesionales como Guido Fern�ndez, Alberto Ca�as, Andr�s Borras�, Le�n Pacheco, Abel Pacheco, Roberto Fern�ndez Dur�n, Otilio Ulate, Mois�s Vincenzi, Rodrigo Madrigal Montealegre y Rodrigo Madrigal Nieto ( el bueno y el malo, como bromean entre ellos), Jos� Mar�a Penabad,Joaqu�n Vargas Gen� y Mar�n Ca�as, para solo citar a estos en un listado que podr�a ampliarse.

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