El jueves pasado me di el gusto de participar en un acto de esos en que me enorgullezco de estar presente y de que se produzcan.
El infatigable Camilo Rodr�guez le hizo una larga serie de entrevistas a Jorge Manuel Dengo, en las cuales puso a este a contar su vida o a contar sobre su vida, que no es lo mismo pero es casi igual.
Public� esas entrevistas en el quincenario OjO, y luego tuvo la ocurrencia feliz de reunirlas en un libro, que ha aparecido en estos d�as con el t�tulo de Memorias del padre del ICE.
No puedo imaginar labor m�s digna de aplauso ni libro m�s digno de lectura. Jorge Manuel Dengo es uno de esos costarricenses, que no abundan pero son m�s de los que uno se imagina, de quienes puede decirse que son �benem�ritos autom�ticos�.
Mi amistad con �l es vieja, y arranca de cuando, egresado de la Escuela Normal de Heredia, lleg� al Liceo de Costa Rica a sacar el bachillerato con la promoci�n a que yo pertenec�a. Desde entonces lo respet� y desde entonces le he tenido un sincero afecto y una enorme admiraci�n.
El pa�s le debe muchas cosas, como la fe en la personalidad nacional y en la capacidad de nuestros profesionales. Puesto a la cabeza del ICE desde el momento en que se fund� en 1949, convirti� la naciente instituci�n en una afirmaci�n rotunda y contundente de la capacidad costarricense, y construy� la m�s enorgullecedora empresa nacional, con recursos intelectuales costarricenses, personal costarricense, t�cnicos costarricenses, ingenieros costarricenses y orgullo de costarricense hasta convertirla en orgullo de pr�cticamente todos los costarricenses (hay excepciones pero se cuentan con los dedos de los pies y todo el mundo los conoce).
Si s�lo fuera la estructuraci�n y puesta a andar del ICE y construcci�n de las primeras plantas lo que le debemos, eso ser�a suficiente. Pero no debemos olvidar que don Chico Orlich lo convirti�, cuando las erupciones del Iraz� en 1963, en una especie de Ministro de la Ceniza, funci�n en que se luci� nuevamente por su eficiencia, su inteligencia y su capacidad de mando.
El pa�s lo premi� otorg�ndole en la elecci�n de 1986 la Primera Vicepresidencia de la Rep�blica. Pero se olvid� de subirlo a la Presidencia, donde se habr�a lucido y habr�a lucido al pa�s. En todo caso, aqu� est�, aqu� lo tenemos, y el pa�s se enorgullece de �l.
Ha hecho bien Camilo Rodr�guez en sonsacarle, a fuerza de preguntas, su autobiograf�a. E hizo bien el Colegio de Ingenieros Tecn�logos, de organizar y hospedar la ceremonia de entrega del libro el jueves pasado.
Piensan mal quienes dicen que aqu� no quedan hombres. Lo que no queda es la voluntad de buscarlos y colocarlos a la cabeza de la obra de gobierno, como hizo la Junta Fundadora en 1949, cuando cre� el ICE y puso a Jorge Manuel Dengo a dirigirlo. Dos aciertos en uno.
(La Rep�blica)
Alberto F. Cañas | 5 de Agosto 2006
3 Comentarios
�Qu� l�stima da ver como hay seudo costarricenses empe�ados en liquidar al ICE. Deber�a el pueblo entero, el que se ha beneficiado durante tanto tiempo de los servicios de esta gloriosa instituci�n, salir en defensa de ella sin reparar en el costo que ello implique.
Como siempre eternamente agradecido don Beto, por esas columnas que son parte de la vida nacional y de todos los costarricenses que aman a su patria.
Don Jorge Manuel Dengo, pudiendo tomar otras alternativas mas lucrativas en la vida, y con sobrada capacidad, se decidi� por llevar adelante ideas altruistas pero de gran beneficio para el pa�s.
Don Jorge Manuel es el equilibrio exacto entre idealismo y pragmatismo.
Hoy sobre los logros de hombres como �l, los costarricenses enfretamos otra reto: seguir creyendo que si podemos.
Gracias por transmitir estos hechos a las generaciones de relevo acerca de la obra y ejemplo por seguir de la identidad hist�rica del costarricense fiel y visionario.
Confio en la defensa efectiva y real que haremos los ciudadanos de la Instituci�n legada por Jorge Manuel Dengo.
Quienes pretenden convertir el ICE en mercancia para el mejor postor, en vez de fortalecerla, s�lo planean reprimir con gases lacrim�genos a los defensores de la inversi�n de nuestros padres y abuelos en una instituci�n con sentido social y solidaria.