� La regi�n sabe que est� en juego la reformulaci�n tanto de un modelo de desarrollo como la reconstrucci�n de las relaciones entre Estado y sociedad. Son decisivas tareas pol�ticas, como lo es tambi�n la integraci�n en un bloque.
Por Manuel Antonio Carret�n, soci�logo, docente de la Universidad de Chile.
Reuni�n del Mercosur con un nuevo sello pol�tico, elecciones cuestionadas en M�xico, nuevas inauguraciones presidencias en Colombia y Per�, Asamblea Constituyente en Bolivia, conflictos y acuerdos en torno a la cuesti�n energ�tica, debates en torno a los liderazgos en la regi�n y en torno al representante de Am�rica Latina en el Consejo de Seguridad. Todo ello pareciera mostrar que estamos en un momento de giros importantes en Am�rica Latina que parecen tener como eje, a diferencia de lo que ocurri� hace algunos a�os, a la pol�tica y no a la econom�a.
No es que �sta carezca de importancia ni que los problemas econ�micos hayan sido resueltos. Manteniendo las diferencias entre pa�ses, se ha avanzado relativamente en los temas de crecimiento y de superaci�n de pobreza, aunque en t�rminos absolutos los pobres aumenten.
Pero siguen presentes tres temas centrales: el papel del Estado como dirigente del proceso de desarrollo y agente principal de la inserci�n en la globalizaci�n, la superaci�n de las desigualdades y la transformaci�n productiva que significa tanto la efectiva incorporaci�n de la regi�n a la sociedad del conocimiento como la generaci�n de empleos decentes.
Ello significa un nuevo modelo de desarrollo distinto tanto del modelo cl�sico que conoci� gran parte de la regi�n como del proyecto neoliberal que se conoci� como Consenso de Washington y que nadie razonablemente puede hoy defender. Pero precisamente por esto es que la problem�tica econ�mica es hoy m�s que nunca pol�tica.
A ello hay que agregar la problem�tica pol�tica que significa darles a las democracias de la regi�n un sentido m�s all� de las cuestiones puramente electorales, es decir, convertirlas en verdaderos sistemas de organizaci�n del poder y de la sociedad y de participaci�n de los actores sociales en el destino de sus pa�ses.
De modo que lo que est� en juego es la reformulaci�n tanto de un modelo de desarrollo como la reconstrucci�n de las relaciones entre Estado y sociedad que los autoritarismos o las reformas neoliberales y la din�mica de globalizaci�n han tra�do a los pa�ses. Y ello es una tarea pol�tica como lo es tambi�n la construcci�n de un bloque regional.
Esto �ltimo hasta ahora ha sido definido exclusivamente en el plano econ�mico como lo muestran los procesos integrativos de car�cter comercial, Mercosur entre otros, y los tratados bilaterales de libre comercio o los esfuerzos fracasados de zona de libre comercio hegemonizada por EE. UU.
Por cierto que los pa�ses siguen diferentes modelos en esta tarea, unos a trav�s de la movilizaci�n pol�tica m�s personalizada, otros a trav�s del predominio del principio �tnico para refundar la naci�n, otros a trav�s de las grandes coaliciones de partidos, otros apelando a la sociedad civil, otros intentando reinstalar principios neoliberales en lo que llaman la segunda o tercera ola de reforma, otros combinando algunos de estos modelos. Ninguno de ellos me parece que pueda considerarse ejemplar, pues todos ellos responden a particularidades hist�ricas irreductibles.
Pero es obvio que los problemas que se enfrentan �como el descontento popular respecto a los d�ficit de la democratizaci�n y las verdaderas cat�strofes producidas por las reformas neoliberales� inclinen la balanza hacia soluciones de contenido popular y redistributivo, m�s estatales y con mayor autonom�a y presencia latinoamericana. Para ello est�n mejor preparados los actores pol�ticos que se definen como de izquierda y eso es lo que est� presenciando la regi�n, en un proceso en que las izquierdas van redefiniendo y renovando su identidad y sus propuestas.
Tampoco debiera hablarse de liderazgos de uno u otro modelo o de uno u otro pa�s modelo dentro de la regi�n, aunque es evidente que hay dos grandes ejes que est�n constituidos por los dos grandes pa�ses de Am�rica latina, Brasil y M�xico. El problema es que uno se niega a asumir este papel y el otro est� entrampado en su dependencia frente a Estados Unidos y en su visi�n m�s de derecha. Entre medio, el bloque andino, que es el que m�s sufri� la crisis econ�mico-social y pol�tica de los ochenta y noventa y que requiere un largo tiempo de refundaci�n de las relaciones entre Estado y sociedad, pero del que est�n surgiendo las respuestas m�s novedosas. Y no es coincidencia que sea desde aqu� que surgen con mayor fuerza las propuestas de integraci�n latinoamericana.
Porque, m�s all� de las problem�ticas propias de cada pa�s y de los modelos que adopten para resolverla, la cuesti�n pol�tica central de la regi�n es la de la voluntad de constituir un bloque con visi�n de largo plazo. Ello significa que m�s all� de las ret�ricas o de las discusiones en torno a los liderazgos en la regi�n hay que poner los temas econ�micos concretos y acuciantes, como la energ�a o el desarrollo cientificotecnol�gico, en la �ptica pol�tica de la constituci�n de un bloque regional.
En este sentido, el giro hacia la pol�tica de los debates e instituciones econ�micas que parece desprenderse de las �ltimas reuniones internacionales y de las discusiones de modelos y liderazgos, debe ser visto no como un retroceso �como lo se�alan los n�cleos tecnocr�ticos y los poderes f�cticos�, sino como un avance hacia la etapa posneoliberal y post democratizaci�n pol�tica.
(Clar�n � Buenos Aires)
Columnista huésped | 20 de Agosto 2006
0 Comentarios