Por Francisco Escobar
Colorido, conversador apasionado, observador agudo, salpicando siempre sus palabras con el comentario incisivo, narrador de escenas llenas de personajes v�vidos y reales, William G�mez es un se�or lleno de energ�a y vitalidad, que desaf�a infartos y aventurados proyectos empresariales.
Hijo de empresarios y heredero de un olfato comercial infalible, es un tico de pura cepa, que refleja en su biograf�a las historias familiares solariegas de Alajuela y San Jos�. Trashumante por todo el territorio nacional, tiene una historia y una an�cdota que lo liga con todos los lugares en los que creci� y vivi� su vibrante ni�ez y su apasionada juventud. Cuenta con una gracia llena de humorismo los escenarios familiares en los que se desenvolvi�, y hace retratos hablados de sus abuelos, padres, t�os y primos que saben a gallo pinto y huelen a tacita de caf� reci�n chorreado.
Dice que es periodista y empresario, pero yo creo que termin� siendo un soci�logo aficionado, que conoce y comprende el alma popular de los ticos mejor que nadie. No cabe duda que es comunicador innato, sin que lo desvele demasiado la teor�a, ni se desviva por las reglas acad�micas del periodismo. Se form� m�s en las imprentas que fund�an en plomo las noticias, que en las aulas donde se habla de semiolog�a y otros asuntos. Su periodismo es de la escuela tica, que convert�a al periodista en un agente secreto, en un detective y si era necesario, en ladr�n sin sonrojo de primicias noticiosas. No era solo informar, sino informar antes que nadie lo que otros quer�an ocultar de primeros. El periodismo astuto, incisivo, malicioso, que convert�a una sospecha en una aventura y un safari por dar a conocer lo oculto.
En Costa Rica nunca hemos considerado amarilla la noticia que levanta roncha, que enoja a los poderosos, que incomoda a los corruptos, que indigna a la opini�n p�blica. Para nosotros es noticia y punto. Y William G�mez lo ha comprendido mejor que nadie. Mientras un sector de la prensa evolucion� hacia los lectores de la elite intelectual, y dej� de financiarse con el democr�tico preg�n para depender de los anunciantes, otra elite exigente impuso la censura sutil, previa, preventiva, que tamiza la informaci�n noticiosa para que no roce con sus intereses econ�micos, y que termin� protegiendo a los pol�ticos poderosos que se convirtieron en sus aliados. La masa de los ticos quedamos sin una prensa popular, que le debiera lealtad al pueblo que votaba cada d�a por el peri�dico al comprarlo al pregonero.
William G�mez revolucion� la prensa costarricense al lanzar un peri�dico que pod�a leer hasta el analfabeto, con una visi�n gr�fica de la vida nacional, con textos que lo dec�an todo en el solo t�tulo, sin pir�mides invertidas ni sofisticaciones estil�sticas elitescas. El resultado est� a la vista. El peri�dico La Extra demostr� que el mensaje impreso puede estar al alcance del pueblo y que eso es lo que exige y merece un pueblo en una democracia como la nuestra. Al no depender de los grandes anunciantes ni de las contribuciones oficiales a trav�s de la publicidad de los gobiernos, su prensa popular pudo informar de las grandes transformaciones ocurridas en el seno de nuestra sociedad, de los choques de las placas tect�nicas pol�ticas y econ�micas de Costa Rica y de las sacudidas que ocasionaban en la vida social cotidiana de los ticos.
La prensa tradicional elitista levant� la ceja en un gesto de desprecio y horror ante el �amarillismo y la vulgaridad� de las publicaciones. Se lanz� un ataque a la credibilidad de las noticias �incre�bles� y entonces G�mez contraatac� con un canal de televisi�n tambi�n de alcance y estilo popular, que mostrara ante los ojos de los asombrados costarricenses, los hechos que se describ�an en el peri�dico. De repente, tuvimos ante los ojos una Costa Rica que no era solariega y apacible, sino violenta, llena de sucesos y acontecimientos que nos hemos negado a reconocer.
El reencause de La Prensa Libre, hacia un esp�ritu m�s democr�tico, m�s popular, que abre sus columnas a quienes como yo hemos sido exiliados de otros medios, que no pone condiciones ni censuras, ha completado este nuevo camino que toma la prensa democr�tica de un pueblo libre. Cada vez que don William se enfrenta con un candidato arrogante, un jerarca intocable o un empresario amenazador, debe recordar que los ticos le damos un voto de confianza cada vez que pagamos por el privilegio de leer un ejemplar de un peri�dico libre, democr�tico y popular.
(La Prensa Libre)
Columnista huésped | 14 de Julio 2006
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