� Los funcionarios de la OMC, Banco Mundial y FMI se sirven a ellos mismos, no a los pa�ses
Por Rodrigo Carazo Odio, expresidente de la Rep�blica
Cada vez que pienso en la magnitud de los problemas de nuestra Am�rica, y en la profundidad de sus causas, llego a la misma conclusi�n: los intereses de unos pocos marcan la suerte de todos. Como hay pa�ses del mundo rico que han seguido sus propios caminos para mejorar su suerte, se cree que el futuro nuestro ser� mejor si seguimos el camino ajeno y se copian soluciones importadas.
Hoy se habla de libre comercio por cuanto la naci�n m�s poderosa del mundo est� profundamente interesada en abrir su comercio en todo el planeta, pol�tica que, por cierto, lleva de manera paralela la inmensa China.
Estados Unidos orient� su producci�n hacia fabricar armas, invertir en todas partes, adue�arse del conocimiento y vender alimentos. China lo sigue y agrega una filosof�a de consumo: la cual atrae a grandes grupos de clientes a base de precio reducido para sus productos. En inversi�n, China la atrae en vez de exportarla.
Como EE. UU., lucha por exportar m�s alimentos b�sicos; como los pa�ses en crecimiento, buscan exportar m�s alimentos, en su caso prescindibles o de f�cil competencia de producci�n para muchas regiones del planeta (frutas, por ejemplo). Se copia, pero al rev�s.
Durante d�cadas EE. UU. ha tenido a su servicio organismos internacionales que son sus herramientas de progreso. Nuestros pa�ses han sufrido dirigentes que son dirigidos por tales entidades, creyendo que les ser�an de igual ayuda como la que dan a sus due�os. Por fortuna, con el tiempo ha crecido el n�mero de personas que hoy sabe muy bien que la “trinidad” OMC, Banco Mundial y FMI es para nuestros pa�ses m�s causa de nuestros males que soluci�n. Son pocos los que tienen presente que en tales organismos el verdadero poder reside en quienes son sus due�os: de cinco a siete pa�ses, que imponen su voluntad a los otros 200.
Se olvida que los pocos t�cnicos con acceso a esa “trinidad perversa” est�n m�s interesados en subir ellos en su propio escalaf�n que en lograr bienestar para sus pueblos de origen. Resulta curioso y pintoresco que los gobiernos de Latinoam�rica nombren como sus funcionarios a quienes est�n m�s interesados en servir a otros y en servirse a ellos mismos que a nuestros pa�ses. Son personajes que se turnan yendo de puestos de “direcci�n” en nuestros gobiernos a cargos de obediencia y copia en los organismos de la “trinidad”.
Recuerdo bien los problemas que como gobernante tuve que enfrentar en raz�n de pol�ticas derivadas de lo que se llam� Consenso de Washington que, como hoy muchos dicen, ten�a m�s de Washington que de consenso. Se dijo entonces que la estabilidad econ�mica de nuestro pa�s se alcanzar�a -los obtusos lo siguen repitiendo- si se reduc�an los programas sociales.
Combatimos esa tesis con el argumento, hoy confirmado, de que tal “desdemocratizaci�n” solo acarrear�a p�rdida de credibilidad, “golpes de Estado callejeros” y p�rdida de justicia social. Dijimos en ese entonces que la propaganda para convencer a los necesitados de las pol�ticas de tales entes solo da�o proporciona a los pueblos y que conduce -con el tiempo- a que los habitantes pierdan su respeto y confianza en los gobernantes, lo que produce un derrumbe democr�tico.
Cierta prensa confundi�, y todav�a enreda las cosas, y abog� por el cambio a favor de tal tesis que ha provocado lo que los soci�logos llaman “crisis multidimensional”, con sus patolog�as globales: narcotr�fico, terrorismo, armamentismo, corrupci�n y ausencia casi total de autoridad gubernamental.
Un cuarto de siglo m�s tarde, despu�s de que se entreg� todo a esos pocos que nos han llevado por caminos extra�os, se esta empezando a creer otra vez en los principios elementales de solidaridad social que distinguieron a Costa Rica por a�os.
Se cree, cada vez m�s, que cada pa�s, en el marco de la globalizaci�n, debe hacerle frente bas�ndose en su propio entorno institucional, que el desembolso en infraestructura es parte de la inversi�n y no del gasto, que urge combatir lo que ahora llamamos “globalizaci�n perversa” y que no es otra cosa que corrupci�n, narcotr�fico, armamentismo, etc., que tal combate debe darse con base en programas que contribuyan a la solidaridad regional y no al dominio de la metr�poli.
El precio pagado ya ha sido muy alto y se impone eliminar los subsidios que nos imponen en el comercio agr�cola. Es urgente combatir las asimetr�as y la globalizaci�n sin reglas de juego que hacen que un pa�s poderoso sea due�o del planeta, propiedad que se prolongar� hasta que crezca lo suficiente otra potencia que le haga competencia.
Por todo esto y por mucho m�s, el no al TLC es, entonces, una consecuencia real derivada de la experiencia de creer que el progreso solo se logra imitando el irracional consumismo al que hoy llaman “desarrollo”.
(La Naci�n)
Columnista huésped | 28 de Julio 2006
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