Siguen apareciendo corrupciones (algunas completamente rid�culas como la de Juan Vi�as), y esto no sabemos cu�ndo va a terminar. Pero me parece que va siendo hora de que revisemos nuestros c�digos Penal y de Procedimientos Penales, para que no est�n dise�ados como ahora para favorecer en todo al reo y a sus abogados defensores, y vuelvan a pensar en los ofendidos y en la sociedad misma, como suced�a antes, cuando nos reg�an c�digos que elaboraron juristas como don Jos� Ast�a Aguilar, don Antonio Picado y don Guillermo Padilla Castro.
Se tend�a a proteger a la sociedad. Y la pena de prisi�n no estaba concebida como un castigo sino como un aislamiento del delincuente para evitar que siguiera delinquiendo.
Y la acci�n penal no prescrib�a con tanta facilidad ni de manera tan amenazadora y autom�tica como en la actualidad (�o es culpa de los jueces?) y tanto los fiscales como los juzgadores la interrump�an. Cosas as�.
La legislaci�n actual est� impregnada de la Subcultura del Pobrecito, que tantos da�os le ha tra�do al pa�s no s�lo en este aspecto sino tambi�n en la educaci�n. Es claro e indiscutible que el delincuente es un producto social, pero eso nos ha llevado a tenerle tanta l�stima, que lo �nico que nos falta es estimularlo cuando lo capturan, para que siga delinquiendo y cobr�ndole a la sociedad su desgracia. Comprender a un personaje peligroso no debe necesariamente llevarnos a darle rienda suelta, que es lo que hemos venido haciendo en nuestras �ltimas y sucesivas legislaciones penales, a pesar del aumento geom�trico de la delincuencia provocado por el abandono que Costa Rica hizo hace veinte a�os de su pol�tica nacional de solidaridad y su Estado benefactor.
Met�monos en la cabeza que la pena de prisi�n no tiene como objetivo castigar al delincuente, ni tampoco, rom�nticamente, regenerarlo, sea primerizo, ocasional o habitual, sino simplemente aislarlo en aras de la seguridad de los habitantes no delincuentes. As� de sencillo y elemental, y una legislaci�n as� concebida (como por ejemplo el C�digo Penal de 1941), es socialmente m�s �til que el laberinto que ahora rige esas cuestiones.
La seguridad ciudadana es lo primero. Por eso no es �til el castigo cruel, ni es �til la alcahueter�a en que ahora nos movemos, producto de un raro romanticismo que de cuando en cuando aqueja a los penalistas y crimin�logos.
(La Rep�blica)
Alberto F. Cañas | 8 de Julio 2006
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