Por Iv�n Molina Jim�nez, catedr�tico en la Universidad de Costa Rica.
En las �ltimas semanas, personas interesadas en la aprobaci�n del TLC con Estados Unidos han planteado, en los principales medios de comunicaci�n colectiva del pa�s, la curiosa tesis de que lo que sociedad costarricense debe hacer es sentarse a esperar �presumiblemente con los brazos cruzados� a que los diputados y diputadas decidan sobre ese acuerdo Tal �nfasis va acompa�ado de una descalificaci�n sistem�tica de cualquier movilizaci�n ciudadana en contra de la decisi�n legislativa.
Aunque es comprensible que quienes apoyan el TLC defiendan una tesis as�, conviene recordar que tal planteamiento carece de respaldo en la experiencia hist�rica de Costa Rica. En efecto, a lo largo de su historia, las y los costarricenses se han visto obligados, muchas veces, a lanzarse a las calles para impedir que las autoridades constituidas cometan verdaderas atrocidades contra la sociedad.
Fue gracias a una movilizaci�n de este tipo que la ciudadan�a impidi�, en setiembre de 1842, que Francisco Moraz�n utilizara a Costa Rica como base para intentar reconstruir, por la fuerza, la Federaci�n Centroamericana.
Igualmente, fue necesaria una movilizaci�n popular para consolidar el triunfo electoral de la oposici�n en los comicios de noviembre de 1889.
Asimismo, fueron movilizaciones populares, con fuerte presencia de mujeres, las que iniciaron el derrumbe definitivo, en junio de 1919, de la dictadura de los Tinoco (cuando Costa Rica estuvo cogobernada por dos hermanos funestos).
Finalmente, fueron movilizaciones de esta �ndole las que, en mayo de 1943, impidieron que el Congreso aprobara una reforma que habr�a reforzado extraordinariamente la posici�n del Poder Ejecutivo en el proceso electoral.
En un libro reciente, la historiadora Patricia Alvarenga ha mostrado c�mo las movilizaciones ciudadanas estuvieron presentes en la vida pol�tica de Costa Rica durante la segunda mitad del siglo XX, y c�mo fueron esas movilizaciones las que detuvieron el llamado “Combo del ICE”, un proyecto cuya tr�mite por la Asamblea Legislativa fue declarado inconstitucional por la Sala Cuarta (un caso que, al igual que la tramitaci�n de la �ltima y fracasada reforma tributaria, demuestra por qu� la ciudadan�a debe mantenerse en guardia frente a las acciones de diputados y diputadas).
En un pa�s donde lamentablemente los intereses personales y empresariales de los pol�ticos se han impuesto sobre los intereses nacionales, la movilizaci�n ciudadana, acorde con una tradici�n de casi dos siglos, podr�a ser la �nica forma de introducir decencia y justicia en la pol�tica nacional.
Desde el pasado, quienes respondieron a los desaf�os de su �poca con la movilizaci�n, legitiman a la ciudadan�a de inicios del siglo XXI, que podr�a verse obligada a movilizarse de nuevo para impedir la aprobaci�n del TLC, o para impedir la destrucci�n del CENAC por un gobierno cuyo respeto por la cultura parece estar a la altura de la declaraci�n p�blica de �scar Arias de no recurrir a la Sala Cuarta para derogar la prohibici�n de la reelecci�n presidencial por ser esa “una actitud antidemocr�tica” y una burla a la Asamblea Legislativa.
Columnista huésped | 6 de Junio 2006
3 Comentarios
Yo recib� este art�culo desde diversas fuentes, y como mi tarea es tambi�n difundir cosas proced� a leerlo a ver por d�nde lo pon�a a circular. No lo hice. No lo reenvi� a nadie. Sent� feo la caricaturizada menci�n a Moraz�n. A Moraz�n lo mataron, lo fusilaron en San Jos�. Eso no es algo por lo que los ticos y las ticas debamos sentir orgullo, sino, todo lo contrario: verg�enza. Ha habido manifestaciones populares por cosas que nos deben dar verg�enza. La m�s grande movilizaci�n popular la encabez� el Padre Minor en el Estadio Nacional. No todo rejunte de gente enardecida es positivo. No me gusta cuando las cosas se simplifican de estos modos y se acomoda la historia, a costa de lo que sea, para sumarla a nuestros deseos.
El escritor hondure�o Julio Escoto ha realizado muy buenos y muy profundos trabajos sobre Moraz�n, (nombre que lleva uno de nuestros parques en se�al de recuperaci�n de su valioso y adelantado esp�rito centroamericanista)
Recomiendo indagar un poco, antes de poner esas cosas de esa manera.
En “Tribuna Democr�tica” hay espacio para aquellas opiniones que nos agraden o nos disgusten, siempre que se acaten las normas de respeto a las personas.
Qu� bien que do�a Julia defienda la memoria de Moraz�n, cuyas vida y obra merecen conocerse y estudiarse m�s.
El Prof. Molina Jim�nez est� en lo correcto al afirmar que la motivaci�n central, el temor colectivo, que impuls� la movilizaci�n de Septiembre 1842 se sustent� en los planes (aunque �l insisti�, casi al morir, en que no era as�) de Moraz�n para unir desde la v�a militar a Centroam�rica, para entonces gobernada por ultraconservadores. La Asamblea hab�a emitido, en 20 de Julio 1842, el decreto que reintegraba Costa Rica a la Federaci�n al reconstituirla, y autorizaba a Moraz�n para todos los esfuerzos convenientes para ese sue�o, m�xime tras que Nicaragua se hab�a anexado, en Mayo, el Guanacaste. Recu�rdese que Guanacaste fue otorgado a Costa Rica por el Congreso Federal en 1825, y s�lo desde esa f�rmula jur�dica se le pod�a defender mejor.
Con todo, Moraz�n siempre privilegi� la v�a electoral para un gobierno unionista.
Hubo otros factores vitales en aquel momento. Las contribuciones forzosas (�contratas�) para apertrechar al ej�rcito que ir�a a defender Guanacaste molestaron y agitaron a los comerciantes, que no eran opulentos como en Guatemala. El clero, amoroso con el oro, hizo otro tanto pues Moraz�n toc� sus intereses, y no falt� cierta xenofobia de los blancos ticos (m�s directamente descendientes de espa�oles, menos mestizados) contra los oscuros y trigue�os soldados venidos del norte con Moraz�n. Una carambola sentimental culmin� el proceso, el fusilamiento (Sept. 6) del joven y apuesto coronel guatemalteco Miguel �ngel Molina en Puntarenas, ordenado por Corte de Guerra bajo acusaci�n de traici�n a favor de Nicaragua, pero hab�a asuntos de faldas detr�s. Molina se hab�a comprometido con la bella tica Josefita Elizondo, pero en una ausencia de Molina ella �le quem� la pata� (dicho popular) y se enamor� de otro. Hubo tiros, un muerto, y Molina fusilado por extremo rigor militar. Aquello exacerb� los �nimos.
Perd�n por lo extenso de esta nota pero Julia me convoc� a escribir, lo que agradezco. Lo importante no es tanto la historia, quiz�s, sino lo que hay a veces detr�s de algunas movilizaciones populares. Hay fuertes indicios de que agentes ingleses (opuestos a la Federaci�n) instigaron contra Moraz�n, aliados con el clero, comerciantes y ambiciosos de poder como Florentino Alfaro (Alajuela) y Jos� Antonio Pinto (San Jos�), lo que redund� en una tras otra traici�n, incluyendo la de Pedro Mayorga en Cartago. �Qu� resortes, m�s que patri�ticos, los impulsaban? As� ahora debe analizarse con sumo cuidado si al TLC lo favorecen algunos porque los enriquecer� abundantemente, o si otros se oponen s�lo porque no desean competencia en los negocios de su mercado cautivo. Pero esa es otra historia, una lucha nacional costarricense en la que no debemos entrometernos pero a la que deseamos su mejor final.