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Iglesia, TLC y gobierno

Columnista huésped | 25 de Junio 2006

La diplomacia nacional ha cometido diversos errores en su primera visita al Vaticano

Por Jorge Arturo Chaves

Este matutino [La Naci�n] inform� el pasado fin de semana sobre la reuni�n mantenida por el presidente Arias con el cardenal Angelo Sodano, secretario de Estado de la Santa Sede. El titular dice: “Vaticano respaldar� libre comercio ante obispos ticos”. De ser correcta la informaci�n, el mandatario de nuestro pa�s habr�a pedido al funcionario vaticano “dar una se�al a los cat�licos costarricenses sobre la conveniencia de que este tratado [el CAFTA”] sea ratificado. Para la misma fuente, monse�or Sodano habr�a prometido hacerlo a trav�s de la Conferencia Episcopal de Costa Rica y se habr�a interesado mucho por el tema, dado que “vivi� muy de cerca” como nuncio en Chile, el proceso de apertura econ�mica realizado por el dictador Augusto Pinochet. Explicando la petici�n de don �scar, el canciller Stagno habr�a dicho que el Gobierno considera “de mucho inter�s que la Iglesia entienda que el TLC es un elemento muy importante para el desarrollo futuro de Costa Rica”.

Resulta dif�cil digerir que la diplomacia nacional haya podido cometer tantos errores juntos en su primera visita al Vaticano. El primero es tan evidente que no amerita ulterior comentario: los obispos costarricenses nunca han manifestado estar en contra del libre comercio. Sus llamadas de atenci�n se han referido a las pol�ticas comerciales de los Gobiernos recientes y, en particular, al CAFTA, desde la perspectiva de un comercio justo y solidario. Ni en su caso, ni en el de la mayor�a de los costarricenses que se oponen a ese TLC en particular, se confunde el tratado con el principio general de comercio libre. No necesitan que nadie se lo recuerde, y pensar que tienen esa confusi�n es suponer que su capacidad de an�lisis es muy reducida.

Los otros errores requieren una explicaci�n. Son temas menos f�ciles, aunque es indispensable que la Canciller�a y el Ejecutivo est�n preparados para manejarlos con claridad. En primer lugar, un Gobierno no puede pedir a la Iglesia -ni a la local, ni al Papa, ni a ninguna instancia eclesial- que se pronuncie sobre temas t�cnico-cient�ficos como la necesidad de aprobar un tratado comercial, o un proyecto fiscal, por mencionar un par de ejemplos, que adem�s tienen evidentes connotaciones pol�ticas. La Doctrina Social de la Iglesia ha sido precisa y no deja lugar a dudas cuando afirma que no le corresponde pronunciarse en esos campos.

Su tarea es teol�gico-moral, �tico-religiosa, y en las �reas econ�mica, pol�tica y social, lo que realiza es una lectura desde los valores del evangelio, y no desde las perspectivas, por ejemplo, de eficiencia, competitividad o productividad, aunque no los ignore. Podr�a alegarse que ahora en la visita del Presidente lo que se pidi� al Secretario de Estado era aconsejar una posici�n moral y no t�cnica. Pero los lectores que est�n familiarizados con la materia saben muy bien que los juicios morales de la Iglesia no son arbitrarios, ni depende su valor de la altura del cargo de quien los emite. El Magisterio Social siempre parte de principios evang�licos claros, a la luz de los cuales examina �ticamente una realidad concreta -por ejemplo, la de la creciente inequidad que se ha ido extendiendo en el pa�s-, por medio de un discurso de argumentaci�n racional, no voluntarista ni emotivo.

Y aqu� se enlaza con el tercer error de bulto. �A qui�n corresponde realizar ese juicio moral a la luz del Magisterio Social de la Iglesia? Desde Pablo VI, (Octogesima Adveniens, 4), ha quedado perfectamente claro que en la Iglesia pronunciar una palabra orientadora, desde la perspectiva moral-religiosa, sobre las situaciones propias de cada pa�s, no es tarea del Romano Pont�fice -menos a�n de otros funcionarios de la Curia Romana, que son solo colaboradores del Papa, y solo pueden tramitar asuntos en nombre y por autoridad del mismo (CIC 360)-, sino de las comunidades cristianas locales “en comuni�n con los obispos responsables, en di�logo con los dem�s hermanos cristianos y todos los hombres de buena voluntad”.

Hay que estar claros de que la Iglesia Cat�lica no es una empresa transnacional que tendr�a su Junta Directiva y Presidencia en Roma, y que localmente los obispos ser�an meros gerentes o administradores subalternos. Tampoco puede equipararse la figura del Romano Pont�fice a la de un jefe de Estado, y las Iglesias particulares, a circunscripciones subordinadas, que solo ejecutan “pol�ticas de Gobierno o de Estado”. Este enfoque deformar�a la naturaleza de la comuni�n eclesial y al ejercicio de la primac�a de la potestad ordinaria del Papa que debe fortalecer y defender la potestad propia, ordinaria e inmediata que compete a los obispos de las Iglesias particulares (CIC 333).

Un detalle m�s: los pronunciamientos de los obispos de Costa Rica sobre el DR-CAFTA no son ocurrencias del momento, ni est�n ligados a peleas electorales locales, ni son episodios aislados eclesiales en el continente. Est�n en la misma l�nea de los pronunciamientos sobre el libre comercio de los obispos latinoamericanos (S�o Paulo, agosto 2004), de los obispos centroamericanos y norteamericanos (Washington, junio 2004), de los obispos andinos y norteamericanos (Washington, febrero 2005) y de los obispos latinoamericanos y norteamericanos (Washington, setiembre 2005).

En definitiva, que materias tales como las pol�ticas comerciales, y en particular, los tratados de libre comercio, sea que se aborden desde el punto de vista cient�fico-t�cnico, sea desde el �tico-religioso, deben ser discutidas no con fuerza de autoridad, sino con argumentos racionales y de buena base anal�tica. Y esta discusi�n debe realizarse en el �mbito nacional, con la participaci�n de todos los grupos o sectores potencialmente afectados. En la discusi�n del CAFTA est�n pendientes muchos aspectos de inter�s �tico -relativos a equidad y justicia- y quienes m�s se interesan en lograr la aprobaci�n del Tratado m�s deber�an interesarse en que esos temas se ventilen y resuelvan cuanto antes.

(La Naci�n)

Columnista huésped | 25 de Junio 2006

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