Por Jorge Guardia
Confieso que he pecado.
He pecado de pensamiento, acci�n y omisi�n por juzgar con liviandad la posici�n de la Iglesia frente al TLC, sin haber le�do con suficiente atenci�n (ni meditaci�n) las enjundiosas enc�clicas papales ni la doctrina social de la Iglesia.
Mi pecado es haber cre�do (y seguir creyendo) en las bondades del TLC, con fe de carbonero. Espero perd�n por este y otros pecadillos registrados en mi contra en el disco duro (�muy duro!) celestial. Pero no acaban ah� mis culpas.
Confieso, tambi�n, haber pecado de palabra (escrita, sobre todo) al renegar de la visita del presidente Arias al Vaticano y dudar de sus verdaderas intenciones. Me cuesta creer que haya cometido semejante desatino. Acusar a la Iglesia ante el Papa por no apoyar el bendito tratado es una intromisi�n injustificada del Estado en asuntos eclesi�sticos y un pecado capital. Si en el pasado pecamos por criticar a curitas insidiosos en las cosas oficiales, hoy pecamos por censurar con igual vehemencia a los gobernantes que incurren en el mismo quebranto. Y como tengo verg�enza ajena, pido con humildad perdonar al Presidente por ese y otros pecados capitales (que, en su caso, como el m�o, de seguro han sido m�s de siete y los siete a la vez).
Yo, pecador, me confieso de ser inconsecuente en mis actos. Apoyar abiertamente el TLC y, a la vez, solazarse (con malicia) por la �gil respuesta de monse�or Barrantes, es una picard�a. �l aclar� que la Iglesia no cuestionaba lo t�cnico del tratado, sino sus aspectos �ticos y morales. �Ser� malo pensar que lo dicho por �l significa, en par�bolas directas y sencillas, que considera inmoral e injusto el tratado, contrario a la �tica que ha de prevalecer en las cosas terrenales? Si no fuera inmoral, �l lo apoyar�a. Pero no. Entonces, piensa que s� lo es. No hubo, ni habr�, ninguna bendici�n. Arias fue por lana y sali� trasquilado. Me da risa. (Debo de ser un hombre muy malo).
Confieso, tambi�n, ser mal pensado. Pienso que el Estado qued� muy malparado y la Iglesia se la jug� muy bien. Para exculpar el tratado, exigi� un programa ambicioso de desarrollo, m�s all� de la simple agenda complementaria. Y Arias cedi�. De seguro, le costar� (nos costar�) muy caro. Correr�n subsidios, privilegios y concesiones por el TLC. Ya lo ver�n. �Limosna superlativa o una nueva forma de corromper? Como contribuyente, reh�so pagar, aunque signifique pecar. Y no me inquieta omitir el acto de contrici�n. Juro (en vano) que no me arrepiento de nada. Me apresto a ser juzgado sin esperar ninguna redenci�n. Y, de antemano, invoco y acepto la condenatoria de moda actual: �Al infierno, carajo!
(La Naci�n)
Columnista huésped | 27 de Junio 2006
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