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Chisporroteos

Alberto F. Cañas | 14 de Junio 2006

Hace d�as venimos enfrentando repetidamente, una situaci�n que en la Costa Rica patriarcal de la primera mitad del siglo XX no se ve�a. Ahora algunos dir�an que se ha puesto de moda, pero en realidad vale la pena que analicemos por qu� se produce, pues eso nos ayudar�a a entender la Costa Rica actual.

Quiero decir: las dos Costa Ricas actuales: La que se ve y la que no se ve�a pero est� sacando la cabeza; la que domina y la dominada. Y el fen�meno que vivimos es un s�ntoma de que la dominada no quiere dejarse dominar y aspira a hacer o�r su voz no solo en las elecciones cuatrienales, que no son, como pretenden algunos, un cheque en blanco.

La situaci�n a que me refiero es esa que se produce cuando un gobierno otorga una concesi�n y el siguiente la cancela. La construcci�n de una c�rcel y la exploraci�n petrolera son ejemplos t�picos.

Y agrego: si no fuera porque entraron en ejecuci�n con mucha rapidez, la revisi�n de veh�culos y la reestructuraci�n del aeropuerto habr�an pasado por lo mismo que el petr�leo y la c�rcel. El tico suele desconfiar de los concesionarios.

Hay un sector del pa�s que viene defendiendo apasionadamente el que se den en concesi�n a empresas privadas todas las obras p�blicas. Y tambi�n que se entreguen a la explotaci�n privada (por supuesto extranjera), las riquezas del subsuelo.

Pero hay otros costarricenses (se�aladamente algunos sobrevivientes del 48), que no creemos en la entrega de los recursos, y por eso lo que hace un gobierno se topa con que el que sigue no cree en ella, por m�s teor�as del siglo dieciocho que la avalen.

El petr�leo, por ejemplo, viene dando qu� hacer desde 1916, cuando el Presidente don Alfredo Gonz�lez y su Ministro de Fomento don Enrique Pinto le pidieron al Congreso que no aprobara el contrato Pinto-Greulich que su gobierno hab�a firmado, por cuanto hab�a aparecido una compa��a inglesa que ofrec�a mejores condiciones a Costa Rica.

Tras muchos ires y venires y obsequio de acciones de la compa��a Greulich que a�os despu�s se hizo p�blico, y del cual disfrutaron diputados, el contrato en cuesti�n fue aprobado, y el gobierno fue v�ctima de un cuartelazo en el que particip� gente que despu�s se supo que hab�a recibido acciones de la Greulich.

El caso de ALCOA fue distinto. Contra viento y marea, y a pesar de manifestaciones estudiantiles y apedreos, el contrato fue aprobado, y nuestra bauxita pasaba a poder extranjero. Pero cuando, ocho a�os despu�s, el gobierno de Oduber dispuso que la figura del contrato-ley no valdr�a m�s en Costa Rica, ALCOA simplemente se fue. Sus razones tendr�a, digo yo, y la bauxita costarricense qued� como reserva para las futuras generaciones, para cuando tengamos los medios para explotarla nosotros. Algo as� como lo que en otros tiempos hicimos con nuestro cemento, que esper� a que hubiese empresas costarricenses capaces de explotarlo, y enhorabuena. Continuar� el pr�ximo s�bado con esta majader�a.

(La Rep�blica)

Alberto F. Cañas | 14 de Junio 2006

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