Por Jos� Luis Callaci. El autor ha regresado a la Argentina, luego de convivir durante d�cadas con los costarricenses.
Son las ocho y treinta de la noche y en toda Argentina no cesa la algarab�a. A dos cuadras del Obelisco, en la bella Avenida Corrientes de Buenos Aires, circula un mar de gente. C�nticos, bombos y fuegos de artificio, alegran el ambiente; se celebra el triunfo de hoy contra un rival dif�cil que hasta el �ltimo minuto del partido mostr� esa garra azteca que lo caracteriza, y un estilo de juego que sorprendi� al p�blico y a los propios futbolistas gauchos que, en generosas declaraciones a los medios internacionales, reconocieron el valor y la categor�a de su adversario deportivo.
A la inusual imagen de fan�ticos argentinos y mexicanos que en las grader�as del estadio alem�n, hombro a hombro, entrelazan las banderas de los dos colosos de la Am�rica hispana, el uno del extremo norte y el otro del extremo sur, se suma la de miles de personas de todas las edades que cantan, bailan en la v�a p�blica y se abrazan fraternalmente. Vestidos con los colores patrios y enarbolando banderas, algunos pasean sus mascotas tambi�n ataviadas con abrigos celestes blancos y celestes, mientras otros ofrecen sus rostros para ser maquillados, en las aceras, por profesionales de los tradicionales y famosos teatros de la gran arteria capitalina.
Los argentinos han tomado las calles. El tr�nsito en el centro de Buenos Aires ha sido interrumpido. Unidos en el f�tbol, la gente r�e, r�e mucho. Risa contagiosa que algunos quisieran sentir, compartir. Principalmente los que, allende las fronteras de la patria gaucha, mantuvieron siempre su solidaridad con un pueblo estoico, que no se dio por vencido ni en los momentos m�s dram�ticos de su reciente historia.
Celebren argentinos. Celebren el triunfo de hoy, el de ayer, el de ma�ana; el retomar rumbos ciertos y el apartar a la Patria de un dogmatismo salvaje que la condujo a sucesivas derrotas, llev� a millones de argentinos a la miseria y la marginalidad, y sumi� a todo un pueblo en la desesperanza. Los triunfos de la Argentina que florece m�s due�a de su destino, los de un hermano mayor que, vital y altivo, nos marca el camino para superar el miedo que apaga la grandeza humana, la violencia irracional y la desidia, madre de silencios que eluden compromisos, ser�n los nuestros.
�Suerte Argentinos! Costa Rica, en este mundial, los apoya con cari�o.
Columnista huésped | 25 de Junio 2006
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