La carta misma y la decisi�n que contiene, no constituyen una noticia que clame por un titular de primera plana, ni mucho menos, para el p�blico en general. Pero para los supervivientes de la llamada generaci�n de 48, y del hist�rico Centro para el Estudio de los Problemas Nacionales, es algo que conmueve nuestras entra�as de un modo casi violento.
Me refiero por supuesto, a la carta en que do�a Leda Fern�ndez de Facio le pide al Partido Liberaci�n Nacional que no use el nombre de su esposo Rodrigo en sus actividades, porque ya ese partido ni sustenta ni refleja las ideas de ese hombre que ilumin� a mi generaci�n y comparti� con Jos� Figueres la tarea de estructurar los principios filos�ficos, las posiciones ideol�gicas y los programas pol�ticos que permitieron al PLN construir la Segunda Rep�blica solidaria y benefactora que coloc� a una Costa Rica social dem�crata a la cabeza de Am�rica en multitud de aspectos, y cuya destrucci�n se inici� hace veinte a�os y ha seguido progresando, y acelerando bajo las consignas del neo liberalismo y el capitalismo salvaje, semi ocultas bajo el manto de la social democracia y la bandera verdiblanca del partido que Facio y Figueres, entre otros, fundaron en 1951, aunque en el 2000 se quitaron la careta y apoyaron el tristemente c�lebre combo del ICE.
No ve do�a Leda ninguna conexi�n filos�fica entre Rodrigo Facio y el actual PLN, como no la vemos los que hemos ido, uno tras otro, dejando esas tiendas usurpadas por los privatizadores, hoy escondidos bajo el seud�nimo de �aperturistas� y de proclamadores de una competitividad imposible entre la modesta empresa tica y los monstruos transnacionales que no aspiran a competir sino a absorber.
Era inevitable que esto sucediera. Mientras se iniciaba el desmantelamiento de la Segunda Rep�blica que Facio contribuy� a dise�ar, no usaban su nombre; pero no es admisible que envuelvan ahora con �l los golpes de gracia que faltan, y el chiribitil donde los dise�an.
Para sus compa�eros, Rodrigo Facio siempre fue el ejemplo de la conducta erguida y el pensamiento claro. El fue uno de los que nos ense�aron que a las ventoleras no hay que darles la espalda sino el pecho, y que el s�mbolo de nuestra hombr�a de bien, de nuestra capacidad de resistencia ante los grandes, de nuestra voluntad de autonom�a mental, personalidad firme y destino propio, hab�a de ser la Victoria de Samotracia, y no el peque�o y olvidado Vidkun Quisling de la segunda guerra mundial.
Para el p�blico en general, la noticia no es un notici�n. Para nosotros los de entonces, que seguimos siendo los mismos; para los que encabezamos el �xodo, s�.
(La Rep�blica)
Alberto F. Cañas | 27 de Mayo 2006
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