Era una especie de pacto que hab�amos celebrado, sin firmarlo, en nuestros viejos, a�orados tiempos del barrio de Am�n y su entonces famosa �huelga�, cuando Claudio Carazo hac�a sus primeras y ya vigorosas armas de caricaturista y dibujante, y este servidor de ustedes, sin saber c�mo ni cu�ndo, gan� premios en un concurso literario del Liceo de Costa Rica. �Para all� vamos�, nos dijimos probablemente.
Esa especie de pacto se ha cumplido. Comenz� su cumplimiento, cuando mi libro Los Cuentos del Gallo Pel�n apareci� ilustrado por �l, y ha quedado plenamente cumplido, ahora que un pr�logo m�o presenta un libro suyo, Desempolvando el Ayer, deliciosa colecci�n de recuerdos de la ciudad de San Jos� en que ambos crecimos, de dibujos ilustrativos y, sobre todo, de caricaturas de personajes populares de hace setenta a�os (Rafaelito, Monoc�nsul, Yeguas, etc.), inmortalizados ahora por el l�piz maravilloso de Claudio Carazo.
El me ilustr� y yo lo he prologado. Hay, pues dos libros en que estamos unidos. M�s bien tres, porque un libro anterior suyo, de caricaturas, contiene textos de varios comentaristas, entre ellos este servidor de ustedes. Pero en este de hoy mi firma cubre el pr�logo oficial del libro. En este estamos solos. Quiero decir, que algo con que so�amos hace siete d�cadas se ha cumplido a plenitud.
En el libro mismo, me entero con sorpresa de que ya Claudio cumpli� noventa a�os (cosa que yo no he logrado), lo cual no me sorprendi� por lo avanzado de la edad, sino por la maravillosa lucidez que sigue adornando a mi viejo y siempre sorprendente amigo, seguramente el m�s agudo y penetrante caricaturista que ha tenido este pa�s de mis pecados.
Me alegro de no ser yo el �nico anciano que sigue dando qu� hacer. La verdad es que no hay cosa m�s c�moda que sentirse acompa�ado, y bien acompa�ado. Hay un verso de Neruda que dice: �nosotros los de entonces ya no somos los mismos�. Meti� la pata el gran poeta. S� somos los mismos. Y aqu� estamos Claudio Carazo y yo para proclamarlo. A gritos si es necesario.
(La Rep�blica)
Alberto F. Cañas | 20 de Mayo 2006
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