La lamentable desaparici�n de Fernando Soto Harrison nos obliga a retrotraernos hasta un momento en que, muy joven todav�a, se perfil� como una figura clave de nuestra pol�tica en la agitada d�cada de 1940.
Disc�pulo y compa�ero de bufete de Teodoro Picado, fue llamado por �ste al Ministerio de Gobernaci�n, donde lleg� sin que se le hubiera podido cobrar ning�n acto censurable en los complicados procesos y fraudes de donde emergi� ese gobierno.
Hoy, pasados m�s de sesenta a�os, podemos ver a Soto Harrison como la figura m�s destacable y se�era de ese gobierno, dentro del cual se empe�� (contra el viento y la marea de los grupos y familias realmente gobernantes) en que se promulgara un nuevo C�digo Electoral que librara al pa�s de fraudes y violencias como los que hab�an tenido como resultado el gobierno de que �l formaba parte.
El C�digo Electoral de Soto Harrison es el verdadero antecedente del actual, y fue en �l donde figuraron por primera vez muchas de las garant�as de que el pueblo costarricense disfruta, que permitieron la victoria oposicionista del 48, y han venido rigiendo nuestra vida pol�tica.
Tanto es as�, que como el propio Soto Harrison lo declar� en sus memorias, la oligarqu�a civil gobernante, por medio del influyente e inconstitucional primer designado, Francisco Calder�n Guardia, le exigi� a Picado que despidiera al Ministro de Gobernaci�n, y por m�s que fuera el m�s �ntimo y m�s sincero amigo del titular de la Presidencia, Fernando Soto Harrison sali� del gobierno.
Sali� del gobierno y sali� de la pol�tica. Muchos a�os despu�s, cuando su primo Daniel Oduber figur� como candidato, se acerc� a esa candidatura y al partido que la propon�a (el PLN de los primeros tiempos), y sin plegarse a �l, simpatiz� con gobiernos liberacionistas y fue uno de los m�s sanos consejeros que tuvo en la Presidencia Luis Alberto Monge.
Pero no volvi� a la vida pol�tica. Se dedic� con pasi�n a la pintura, y lleg� a ser un artista pl�stico de categor�a, cuyas obras cuelgan en museos y exigentes colecciones particulares. Tambi�n, ya viejo, opt� por tocar el piano, y por componer. Algunas piezas suyas se han escuchado en recitales y recibido sinceros aplausos (entre ellos el de este columnista).
Pero durante esa etapa de su vida, tambi�n escribi�. Sus trabajos sobre temas jur�dicos, principalmente internacionales, son valiosos. Pero lo m�s importante que nos deja como obra escrita son sus memorias, Qu� pas� en los a�os 40, publicadas en 1991, que pusieron los puntos sobre las �es sobre muchos aspectos e interioridades de la Costa Rica de ese entonces.
Nacido en 1916, este a�o habr�a cumplido 90 y tal vez los cumpli�, no lo s�. En todo caso, conforme avanzaba su edad, era m�s sabrosa su conversaci�n, eran m�s oportunos sus razonamientos, y m�s deleitoso el visitarlo y disfrutar de su compa��a.
Nos deja un legado de honestidad intelectual y pol�tica, y de conducta recta en medio de circunstancias donde ser como �l, era casi riesgoso, pues ser como �l era lo oblig� a dejar una posici�n donde estaba sirvi�ndole al pa�s como Dios manda. Muchas gracias, Fernando.
(La Rep�blica)
Alberto F. Cañas | 25 de Marzo 2006
1 Comentarios
Abrazo cordial para Beto Ca�as con mi agradecimiento por su comentario con motivo de la lamentable desaparici�n de Fernando Soto Harrison. Ha hecho justicia con un hombre que pas� por la pol�tica ocupando altos cargos y sali� de ella, no solo sin mancha, sino dejando una obra jur�dica, art�stica y humana sobresaliente.
Don Fernando fue generoso amigo. A m� me dio consejos, apoyo y simpat�a, y en momentos tormentosos de la pol�tiquer�a, estuvo cerca de m� con su voz serena, oportuna e inteligente, d�ndome �nimo y apoyo impl�cito con sus palabras de amigo entre fraternal y paternal.
Cuando dej� mi cargo de embajador alterno ante la OEA en Washington, �l lleg� a hacerse cargo con alt�simos m�ritos de la Embajada de Costa Rica en la capital estadounidense.Y me invit� a incorporarme a un grupo de consejeros ad-honorem en las tareas que cumpl�a. Por supuesto que �l no necesitaba consejos de nadie, pero as� era de sencillo y generoso en la relaci�n con la gente de su entorno a quien le ten�a consideraci�n y aprecio.
Todo lo dicho por Beto Ca�as es justo. Pero lo mejor es que reinvidica la autor�a ( de Fenando Soto Harrison) del c�digo electoral primigenio de Costa Rica, que abri� las puertas para un ejercicio m�s limpio y sano de la democracia y la institucionalidad costarricenses.
Desde Lima, Per�, por este medio hago llegar mi solidaridad a la distinguida familia de mi amigo fallecido.
Jjulio Su�ol