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Chisporroteos

Alberto F. Cañas | 1 de Marzo 2006

La aparici�n de padrones extraviados en las bolsas que conten�an los votos para diputados, ha aclarado algunas de las dudas que se han suscitado sobre ciertas mesas, aunque est�n sin aclararse todav�a las de otras donde no hubo suficiente representaci�n de los partidos. (Y es bueno que el colega Armando Gonz�lez se entere de que la publicaci�n de las leyes en La Gaceta es mandato constitucional que nada tiene que ver con circulaci�n, rating ni popularidad de los medios. El art�culo 129 que la ordena, no ha sido modificado todav�a por los magistrados constituyentes que ustedes saben).

No me sorprendi� la furia que desat� en ciertos c�rculos y ciertas personas, la presentaci�n en que don Ott�n Sol�s pidi� la nulidad de las mesas donde parec�a haber irregularidades. Antes, los miembros del comit� pol�tico del PAC visitamos a los magistrados del Tribunal, y les expusimos con calma nuestras quejas (incluso la de que no consider�bamos prudente que el escrutinio se hiciera a cuatro minutos por mesa), en una entrevista cordial y de mutuo respeto. No se han dado a conocer las razones que est� dando el TSE para rechazar las solicitudes de nulidad, pero supongo que son las esperables: esas cosas han pasado antes, y el Tribunal las dio por buenas.

La exposici�n que Sol�s hizo en la TV fue calmada, sin exabruptos ni palabras salidas de tono, invitando a su contrincante a que la respaldara, y sin hacer comentarios sobre el eventual resultado de lo que solicitaba. En ning�n momento dijo que le estuvieran �robando� la elecci�n.

(Hago un par�ntesis aqu� para dolerme de que pocos minutos despu�s, apareciera en la TV un miembro del TSE descalificando las solicitudes de nulidad, adelantando criterio sobre la resoluci�n que estaba llamado a tomar, y bordeando as� el prevaricato).

Lo curioso es que la serena intervenci�n de Sol�s, desat� una especie de jaur�a de rotweilers period�sticos que, dando alaridos, lo han acusado de todo lo concebible, con injustos titulares y hep�ticos art�culos, mientras la maquinaria de los rumores lo acusaba hasta de estar financiado por Hugo Ch�vez… y no porque hubiese reclamado algo a gritos, ni porque pretendiera haber ganado la elecci�n, sino porque pidi� que se dejara de dar por bueno lo que tribunales electorales anteriores han dado por bueno sin que sea bueno.

Y no pod�a faltar el bazucazo contra esas invenciones diab�licas que son los sindicatos (tan diferentes de esa creaci�n angelical que son las c�maras y los an�nimos financiadores de campa�a en favor del TLC), tratando de mezclar a Sol�s y al PAC con cierta declaraci�n que hace algunos meses un grupo extremista logr� introducir en la resoluci�n de una asamblea que ya hab�a terminado cuando la introdujeron.

Del conteo va resultando que don Oscar Arias obtuvo m�s votos. Pero por lo menos dos ciudadanos en ejercicio de nuestros derechos: el expresidente de la Rep�blica don Luis Alberto Monge y este modesto periodista, nos resistimos a admitir que cuatro magistrados puedan reformar la Constituci�n, distinguiendo donde la ley no distingue y basando su fallo, no en el derecho escrito, sino en doctrinas, o teor�as. Las sentencias, (me ense�aron a m� pero yo soy un antiguo), deben basarse en la ley, y la doctrina ayuda a reforzarlas. Ning�n juez tiene derecho a basar un fallo en sus ideas o creencias, si esas ideas o creencias no est�n consignadas con precisi�n en una ley.

No contestar� alusiones de una persona que una vez apedre� mi casa y aparentemente no ha aprendido a leer lo que yo escribo.

(La Rep�blica)

Alberto F. Cañas | 1 de Marzo 2006

1 Comentarios

* #153 el 1 de Marzo 2006 a las 11:50 AM John Valdez dijo:

Si los magistrados (del TSE y de la Sala Verde) tuvieran una millon�sima de la entereza de don Beto y una duoquincuagintillon�sima parte de su inteligencia, no habr�amos tenido un candidato espurio —ya casi ungido presidente espurio y an�malo electo— y mucho menos unas elecciones totalmente deslucidas y carentes de toda transparencia.

Los del TSE buscar�n una racionalizaci�n legal para dejar pasar todo lo ocurrido, aferr�ndose a un principio de legalidad divorciado del de justicia. Y lo har�n a pesar de que no hay certeza en cuanto a la certitud del resultado electoral.

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