Hace un tiempo, en un texto que escribiera sobre los aportes del Dr. Clodomiro Picado en el campo del manejo de plagas agr�colas, destaqu� que fue un peque�o pero provocador art�culo suyo titulado �Historia del gusano de la guayaba� (publicado en 1920) el que me indujo a pensar que, a�n siendo un bi�logo en ciernes, eventualmente podr�a contribuir al desarrollo del pa�s como investigador en �reas m�s aplicadas, como la entomolog�a agr�cola o forestal.
�Y no fue cuento! Un a�o despu�s de haber iniciado la carrera de Biolog�a en la Universidad de Costa Rica, puesto que el pensum era suficientemente flexible y permit�a tomar cursos de otras escuelas, �cruc� la calle� para matricularme en dos cursos de la Facultad de Agronom�a: Entomolog�a General, as� como Entomolog�a Econ�mica al siguiente a�o. Y esa precoz decisi�n marcar�a para siempre mi vida profesional, colm�ndome hasta hoy de numerosos logros: formar j�venes en manejo ecol�gico de plagas, investigar para hacer aportes cient�ficos originales, y transferirlos a peque�os y medianos los agricultores de hortalizas.
Pero, vi�ndolo en retrospectiva, nunca habr�a alcanzado mis anhelos y metas si no hubiera sido por el cercano contacto acad�mico con cient�ficos de primer nivel -me atrevo a decir que incluso en el plano mundial- como el Dr. Alvaro Wille Trejos, entonces director del Museo de Insectos, del cual fuera su fundador y lo dirigiera por 23 a�os. Al alero de dicho Museo, pues ah� laborar�amos despu�s cuando fuimos ayudantes de su curso -su asistente de investigaci�n era Enrique Orozco, diligente y muy capaz-, se formar�an las primeras generaciones de entom�logos del pa�s, encabezados por William Ram�rez y Gilbert Fuentes, y seguidos por Luis Fernando Jir�n, Francisco Fallas, Elizabeth Carazo, V�ctor Cart�n, Gilberto Corrales y Francisco Alvarez.
Estimulado por las gratas ense�anzas de don Alvaro, me afili� entonces a un min�sculo grupo de discusi�n entomol�gica en la Escuela de Biolog�a, donde depart�amos varios compa�eros de afanes an�logos, como Fallas, Jir�n, Jos� A. Vargas y Ricardo Hern�ndez, junto con nuestro profesor Sergio Salas. No importaban la fatiga al final del d�a ni los compromisos pendientes de estudio, con tal de dedicar una noche por semana a esos encuentros tan formativos, abundantes en informaci�n y criticidad. Y, cuando pod�amos, nos �bamos algunos s�bados a trabajar hasta muy tarde por la noche en las valiosas pero muy deterioradas colecciones del Museo Nacional, que su director Luis Diego G�mez se hab�a propuesto restaurar con seriedad, junto con tantos aspectos de aquel entonces alica�do Departamento de Historia Natural.
Pero, volviendo a nuestro grupito, tal era la influencia intelectual t�cita de don Alvaro que, cuando publicamos nuestro bolet�n -que abort� para el segundo n�mero-, lo bautizamos �Trigona�, que es el nombre gen�rico de algunas de las melip�nidas o abejas sin aguij�n (denominadas jicotes, atarr�s, arragres, congos o enredapelo), a cuyo estudio �l dedic� toda su vida profesional.
Tras cursar la secundaria en el Liceo de Costa Rica y el Colegio Omar Dengo, entre 1947-1949 este primo de otros destacados cient�ficos -como los doctores Alfonso Trejos Willis y Gabriel Macaya Trejos- particip� en una recolecci�n de mam�feros y aves del pa�s para la Universidad de Kansas, lo cual le abrir�a la oportunidad de ser becado por dicha Universidad. All� en Lawrence obtuvo el bachillerato en Zoolog�a (1954), para lo cual realiz� un detallado estudio anat�mico de murci�lagos nectar�voros, as� como la maestr�a en Entomolog�a (1955). Y, cuando estaba a medio camino con su doctorado (que culminar�a en 1959), el rector don Rodrigo Facio, promotor de la c�lebre Reforma Universitaria de 1957, lo descubri� y tom� las medidas para repatriarlo.
Casado ya entonces con la antrop�loga Dra. Mar�a Eugenia Bozzoli -profunda estudiosa de varios de nuestros grupos ind�genas y Premio Nacional de Cultura en 2001, con quien procrear�a a Leticia y Alvaro-, al regresar al pa�s en 1959 se incorpor� a la Facultad de Agronom�a. Ah�, adem�s de notable docente, se dedic� a estudiar a profundidad la taxonom�a y el comportamiento de las abejas jicotes, lo cual plasm� en unos 40 art�culos publicados en revistas de gran prestigio (pero siempre public� en espa�ol tambi�n, para divulgar sus hallazgos localmente), incluyendo un art�culo cimero en la c�lebre �Annual Review of Entomology�.
Pero, insatisfecho con su labor tan especializada, en sus �ltimos a�os de actividad cient�fica su esp�ritu de naturalista lo llev� a internarse por per�odos prolongados en las monta�as del suroeste del pa�s, de lo cual resultar�a el libro �Corcovado: meditaciones de un bi�logo�, que recibiera el Premio Nacional Aquileo Echeverr�a en 1983 (dicha obra fue reeditada en 2001 con el t�tulo �Reflexiones y estudios de un bi�logo en las selvas de Corcovado�).
Hace casi un a�o, tras unos 20 a�os de no verlo, lo visit� en su lecho de enfermo junto con mi colega V�ctor Cart�n, y le cont� la siguiente an�cdota, ante lo cual se ri� con humildad y cierta timidez. Cuando llegu� a cursar mi doctorado a la Universidad de California, al percatarse de que yo era tico, dos profesores -graduados de Kansas- me preguntaron que si conoc�a a Alvaro Wille. Entonces el m�s joven me dijo que a�n se le consideraba uno de los m�s distinguidos egresados de entomolog�a de dicha universidad, en tanto que el otro -compa�ero suyo de clases- me cont� que a su brillo intelectual se sumaba una incomparable habilidad manual en microcirug�a, relat�ndome c�mo lo vio disecar la cabeza de un insecto con verdadera maestr�a en pocos minutos. �Mayor orgullo no pude sentir, como compatriota y tambi�n como disc�pulo suyo!
Hoy, con inmensa justicia, a sus 77 a�os y seriamente enfermo, la semana pasada el Instituto Nacional de Biodiversidad (INBio) le entreg� un reconocimiento especial por sus notables y pioneros esfuerzos por contribuir en la comprensi�n de la biolog�a y ecolog�a de las abejas jicotes, las cuales -a diferencia de la abeja com�n, que es de origen europeo- son nativas de las regiones neotropicales. Dichas abejas polinizan numerosas especies de nuestros bosques, as� como tambi�n cultivos alimenticios de origen mesoamericano, como el chayote, ayote, zapallo y chiverre. Asimismo, adem�s del valor medicinal de su miel, la compleja estructura de sus nidos -sobre lo cual don Alvaro escribi� un texto completo- ha sido una fuente de valiosas ideas para lo que hoy se denomina bioarquitectura de edificios, seg�n me lo comentaba recientemente el colega Humberto Lezama, curador del Museo de Insectos.
Entonces, no nos queda m�s que decir, conmovidos, �felicidades, admirado mentor de tantos de nosotros! Y tambi�n celebrar las afortunadas decisiones de Karl Wille Kopfer y Frieda L�ring -abuelos alemanes que, inducidos por la lectura del famoso libro de Wagner y Scherzer sobre Costa Rica publicado en 1856, vinieran a morar en esta tierra entre 1870 y 1880-, as� como del visionario Rodrigo Facio, quien tomara aquella decisi�n atinada y sabia que, estoy seguro, �l sab�a que dar�a extraordinarios frutos a la Universidad de Costa Rica y al pa�s.
S�, �felicidades, querido maestro!
Luko Hilje | 30 de Noviembre 2005
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