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Chisporroteos

Alberto F. Cañas | 12 de Octubre 2005

El otro libro de que promet� el s�bado anterior hablar, es Cien a�os de Pol�tica Costarricese, de Eduardo Oconitrillo, cr�nica de nuestras campa�as electorales de 1902 a 2002. No es una segunda edici�n ampliada de su anterior libro Un Siglo de Pol�tica Costarricense, sino una nueva versi�n, puesta al d�a, que constituye un nuevo y admirable trabajo, de este dedicado investigador, de obligatoria consulta para cualquiera.

Pero necesito se�alarle dos defectos. El primero, que en lo referente a la elecci�n de 1986, pierde el tiempo narrando una cantidad interminable de detalles de la pre-campa�a, y de las luchas por candidaturas dentro de una acumulaci�n inenarrable de partidos, partiditos, grup�sculos, tendencias y paparruchas casi tan grande como la de ahora, cuyos vericuetos le es imposible al lector seguir, y que no tuvieron la menor importancia, significado o proyecci�n sobre la campa�a misma. Sobre todo, que en los cap�tulos precedentes, no ha perdido el autor tiempo en las inevitables intriguillas similares, siempre intrascendentes y carentes de significado.

Tambi�n quiero subrayar como aspecto negativo, la tendencia del autor, copiada seg�n me parece del Tribunal de Elecciones, de consignar el resultado de las votaciones diciendo cu�ntos votos obtuvo cada partido y no cu�ntos obtuvo cada candidato, sobre todo que en este pa�s, salvo las tres o cuatro excepciones conocidas, no ha habido partidos sino agrupaciones ocasionales y el calderonismo, por ejemplo, a pesar de su larga vida, durante mucho tiempo particip� en cada elecci�n bajo distinto nombre, que el lector actual no conoce. Lo digo porque en cada cap�tulo cuando llegaba al resultado final tuve que echar atr�s y buscar a qu� candidato correspond�a el n�mero de votos que el libro adjudica a un partido olvidado. Y lo que el lector quiere saber es cu�ntos votos obtuvo cada candidato, y no cada partido ef�mero. Y esto, sobre todo antes de que se fundara formalmente el PUSC, constituye un verdadero, impenetrable e innecesario laberinto. Hay que ver lo que cuesta, sin volver p�ginas atr�s, tener claros los resultados de la elecci�n de 1974. Y es que con la excepci�n del PLN, nadie sabe ahora de qui�n eran ni a qui�n postulaban los otros siete �partidos� que participaron. Algo parecido ocurre con los resultados de 1990. Al fin y al cabo, de acuerdo con las papeletas oficiales que nos entregan en las mesas, uno vota por una persona y no por un partido. Los votos los recibe la persona.

He le�do con profundo disgusto la forma en que el suplemento “Telegu�a” de La Naci�n coment� el domingo pasado la cancelaci�n por Repretel del programa Alto Contraste, y su reaparici�n en el Canal 13 (nacional y cultural aunque a algunos les arda), prueba contundente de la superficialidad con que algunos c�rculos enfocan la televisi�n como sin�nimo de far�ndula. Se trata del programa m�s serio y de mayor trascendencia nacional que tiene nuestra TV, donde personas enteradas de ellos, comentan y discuten los temas m�s importantes de la actualidad nacional. Si ese programa carece de lo que llaman rating, culpa no es del programa sino de la superficialidad con que aqu� se enfocan las cosas.

Cuando surgi� la televisi�n, en Europa decidieron que era un instrumento para educar, y en Estados Unidos, que lo era para vender. Por eso, en Europa a nadie le interesa eso que llaman rating, y en Estados Unidos s�, porque para ellos lo importante es la cantidad de gente que ve cada programa, y no lo que el programa se propone. Una vez comet� la imprudencia de preguntarle al presidente de la BBC cu�nta gente ve�a un famoso programa de poes�a y filosof�a que trasmit�an a la 1 de la ma�ana. Recib� la respuesta de que me hice merecedor: �No me interesa cu�ntos, pero s� qui�nes�.

Don Pepe Figueres quiso que la TV costarricense adoptara el modelo europeo educativo, pero no pudo, y aqu� se adopt� el norteamericano. Pero hay cosas que no se juzgan por la cantidad. M�s gente lee El C�digo DaVinci que el Quijote: se venden m�s discos de rock�n roll que de las sinfon�as de Beethoven; cuando aqu� llegaban, m�s p�blico acud�a a las pel�culas de Tin Tin Tan que al cine europeo. Y ese mamarracho que se llaman Titanic, no le puede ni lustrar las suelas a El Ciudadano Kane, aunque siga produciendo millones. Los programas de TV de alto rating generalmente no le dejan nada al que los ve. Las telenovelas m�s bien son est�tica y yo dir�a que hasta moralmente perjudiciales.

El comentario en cuesti�n, se esmera en hacer burla o mofa de uno de los dos protagonistas de Alto Contraste: de Camilo Rodr�guez (con Alvaro Fern�ndez no se mete porque saben que tiene una pluma temible). Y eso es parte del recelo, por decirlo de alg�n modo, que en muchos c�rculos de modestos alcances despierta ese joven periodista que se ha impuesto en todos los medios a base de talento, de much�simo talento, de entrega y de seriedad, y que sin haber cumplido los 30 a�os ocupa una posici�n destacada en el periodismo nacional, aunque no haga periodismo �light�, Camilo se destaca porque es de los pocos que saben que �light� no s�lo significa liviano sino que principalmente significa luz. Y que lo que �l y mi cuate Alvaro Fern�ndez est�n haciendo, merece el respeto de los que saben y el silencio de los que no saben.

(La Rep�blica)

Alberto F. Cañas | 12 de Octubre 2005

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