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Chisporroteos

Alberto F. Cañas | 24 de Agosto 2005

Mi relaci�n con J�zer Gonz�lez, ese eminente hombre de letras que ha fallecido ayer, aparte de un conocimiento casual e inevitable en los corredores de la escuela de Estudios Generales desde que yo comenc� a ense�ar en ella, se ciment� (y puede que por vanidad de mi parte) un d�a en que �l me detuvo all� para decirme algo como esto: �Yo nunca hab�a cre�do en usted como escritor, pero acabo de leer Una Casa en el Barrio del Carmen y he quedado convencido�.

Como yo no estaba acostumbrado a escuchar cosas as�, y menos en los corredores de aquel edificio, eso me impuls� a complementar el aprecio y admiraci�n que yo sent�a por J�zer Gonz�lez, con una relaci�n de amistad que me propuse cultivar y de la que me he sentido muy ufano a lo largo de los a�os.

Cr�tico notable y severo de la literatura costarricense, pocos conocedores de ella existen que se le igualen en eso de haber le�do todo lo que hay que leer de ella, y una grand�sima parte de lo que no hay que leer. Ten�a opiniones concretas y bien fundamentadas pr�cticamente sobre todo lo que se ha publicado aqu�, y sab�a colocar comprensivamente cada obra en su contexto hist�rico, geogr�fico, social y cultural.

Por otra parte, su labor de ant�logo es ciertamente memorable, sobre todo en lo que parece haber sido su mayor afici�n: el cuento, el relato breve. Me he atrevido alguna vez a afirmar que J�zer Gonz�lez, no por arte de birlibirloque sino por arte de su dedicaci�n, vocaci�n y amor, posiblemente habr�a le�do todos los cuentos que se han publicado en este pa�s. Y la amplitud de criterio de sus antolog�as, lo mismo que los descubrimientos de peque�os tesoros escondidos que en ellas hac�amos los lectores, dan fe de ello.

Lo sorprendente en J�zer Gonz�lez es que a un sentido cr�tico sumamente estricto que no comulgaba con ruedas mediocres de molino, un�a una enorme generosidad, y un af�n de comprender por qu� determinado autor hab�a incurrido en determinado texto que a �l no le satisfac�a. Por eso, aunque a veces hablaba mal de lo que se escrib�a, nunca se expresaba despectivamente sobre los que escrib�amos.

Hablo del cr�tico literario. Puedo hablar tambi�n del fil�logo, pues los escasos escritos suyos sobre esa materia que conozco, son excelentes. Y no puedo hablar del profesor, puesto que lo que sobre el profesor s�, es lo que he escuchado de labios de quienes fueron sus alumnos y no terminaban de admirar las lecciones de J�zer Gonz�lez.

Los que hemos vivido dentro del mundo de las letras, no podremos conformarnos con esta muerte, por m�s esperada que haya sido, porque sabemos que este benefactor de nuestra literatura que se llam� J�zer Gonz�lez estaba destinado a dar todav�a m�s, mucho m�s de lo que ya nos hab�a dado.

(La Rep�blica)

Alberto F. Cañas | 24 de Agosto 2005

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