Mi buen amigo y m�dico de cabecera, el Dr. Luis Carlos Ram�rez, tiene, entre otras, la buena costumbre de enviarme mensajes en que aclara lo que escribo en esta columna, o da a los hechos una interpretaci�n m�s amplia y sagaz que la que yo he formulado.
Y, comentando lo que durante la semana anterior escrib� sobre los problemas de la miseria y delincuencia consecuente, se pregunta y me pregunta si ese problema, y muchos otros que afrontamos, no se deber�n a que mientras el pa�s duplicaba su poblaci�n cada 20 a�os, el Estado y sus servicios no tomaron nota de ello, hasta que una naci�n multitudinaria los arroll�.
Pongo por caso la polic�a: �Fue aumentado el n�mero de guardias civiles en San Jos� conforme crec�a la poblaci�n de la capital? En el San Jos� de don Cleto y don Ricardo en que crec�, hab�a un polic�a en cada esquina, y en las noches el ronda a caballo que recorr�a el barrio.
Esa debe de haber sido una pol�tica gubernamental. Pero en alg�n momento (�d�cada del 40?) no hubo suficientes polic�as en las esquinas porque se multiplicaban las esquinas sin que aumentara el n�mero de polic�as. Y en uno de los actos m�s est�pidos que realiz� la tontocracia costarricense, los rondas a caballo fueron sustituidos por veh�culos motorizados (radiopatrullas los llamaban inicialmente), con la consecuencia de que a un delincuente perseguido por la autoridad motorizada, le bast� doblar contra v�a en la pr�xima esquina, y la radiopatrulla se quedaba con un palmo de narices. Cuando un Ministro de Seguridad (el se�or Herrera de feliz memoria) intent� volver a los caballos, hicieron mofa de �l.
Por algo una ciudad con una de las mejores polic�as del mundo, me refiero a Nueva York, sigue teniendo polic�as a caballo. Los caballos pueden marchar contra v�a. No s� si en la actualidad les har�an un parte por hacerlo.
As� con todo. El c�mico desbarajuste de las oficinas de migraci�n tiene el mismo origen: debieron crecer conforme crec�a la solicitud de pasaportes, pero nuestros sabios gobiernos decidieron que el mismo n�mero de empleados ser�a suficiente para atender una poblaci�n cuatro veces mayor.
Los presupuestos de servicios como los que he citado no han experimentado un aumento como el del servicio exterior. Gastamos en embajadores y c�nsules innecesarios, lo que deb�amos gastar en polic�as y en libros y mapas para escuelas y colegios.
Pero ustedes saben� los consulados y embajadas pueden ser atendidos por las esposas, hermanas, cu�adas o suegras de los diputados obsecuentes. La obsecuencia no se paga con nada. Y ning�n pariente de diputado de grader�a de sol se favorece con un incremento en el presupuesto de la polic�a o de las escuelas.
�Qui�n fija las prioridades? De acuerdo con una ley del tiempo de don Chico Orlich, el Ministerio de Planificaci�n. Pero no s� si poco a poco o de un solo pi�azo, ahora las fija el omnisciente Ministerio de Hacienda, que es menos t�cnico y m�s pol�tico, y no parte de las necesidades sino de los recursos, porque, dicen los neoliberales, es m�s realista que los te�ricos que planifican. Y los diputados analfabetos le dicen am�n al presupuesto, una vez que le han introducido por los medios a su alcance, las partidas que a ellos, con frecuencia �en lo personal�, les interesan.
Gracias a mi querido amigo el Dr. Ram�rez.
(La Rep�blica)
Alberto F. Cañas | 17 de Agosto 2005
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