Contin�o jugueteando con el tema que toqu� el s�bado, para afirmar que lo que necesitamos en Costa Rica es definir si queremos diputados con capacidad de legisladores o diputados de origen democr�tico.
Porque la experiencia nos ense�a que los dos t�rminos son casi siempre opuestos.
El pueblo debe elegir sus legisladores. Pero ning�n fil�sofo de la democracia ha sostenido que dentro de los partidos, la escogencia de los candidatos deba ser plebiscitada. He sostenido siempre que en un partido pol�tico serio, la c�pula que lo fund� le pide al pueblo que la elija para gobernar y cumplir un programa pol�tico. Pero no renuncia, ni puede ni debe renunciar a su derecho de formular el programa y de escoger los mejores individuos para llevar a cabo la funci�n espec�fica que les espera.
No es l�gico, ni admisible, que un grupo que tiene ideas claras sobre un plan de gobierno y sobre lo que un pa�s necesita, deje al azar la escogencia de las personas a quienes se va a confiar la tarea de cumplirlo.
La consecuencia de no cumplir con este postulado estrictamente l�gico, es que los pa�ses terminan por ser gobernados por individuos incapaces, ignaros, que no entienden el programa que est�n llamados a ejecutar.
Como dec�an nuestros padres por la �mostacilla�. Los abundantes donnadies que en los �ltimos a�os han desfilado por las curules, los ministerios y las presidencias de las aut�nomas, son prueba clara de que el populismo es una forma de la demagogia y no de la democracia.
Ya han invadido las precandidaturas, a la Presidencia de la Rep�blica.
Por todas esas razones es que los sabios pol�ticos uruguayos encontraron la sabia manera de elegir legisladores, que es autorizar a los partidos a presentar cuantas papeletas se les ocurran, para que el adepto escoja entre ellas la que m�s le atraiga. As�, de paso, se han garantizado un senado y una c�mara compuestos por los llamados �cabezas de papeleta�, con la buena connotaci�n que esto tiene.
No creo en lo que se propone, de que uno escoja dos entre la lisa, porque ni el diez por ciento de los votantes har� uso o sabr� hacerlo de tal facultad. Y menos, si exigen que uno escoja un hombre y una mujer. Yo, lo declaro desde ahora, votar�a por dos mujeres, porque han demostrado ser m�s honorables en pol�tica que los varones. Pero que no me pongan limitaciones.
Vuelvo a insistir en que la prensa no est� cumpliendo con su deber si se limita a observar a los diputados a partir de su juramentaci�n. Es necesario que lo haga desde el momento en que se les postula. Dicen que es mejor prevenir que curar, y es mejor que el pueblo est� advertido sobre los aspirantes. Al menos sobre los que tienen un periodista que los conozca.
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El disparate del Presidente de la Asamblea Legislativa la semana pasada es �pico. En esos casos, consejo de anciano, lo que se hace es atrasar el reloj y enviar gente a traer los diputados que est�n afuera. Yo alguna vez, no recuerdo en qu� contexto, abr� la sesi�n como si hubiera qu�rum; me discutieron por supuesto la decisi�n, y mientras se discut�a, entraron los que faltaban para el qu�rum, de manera que cuando acced� a volverlos a contar, ya hab�a m�s de treinta y ocho.
Es cuesti�n de poner en pr�ctica los dedos de frente que uno tenga.
(La Rep�blica)
Alberto F. Cañas | 3 de Agosto 2005
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